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Volver al pueblo para vivir de la tierra

Esta casa fue de mi bisabuela Teresa, y desde entonces fue pasando por todas las mujeres de la familia.

Durante estos años te he nombrado muchas veces. Cuando explico el proyecto y el origen de esta casa, cuento que fue de mi bisabuela Teresa, y que desde entonces fue pasando por todas las mujeres de la familia. Y soy yo, en el siglo xxi, la que asume la responsabilidad de continuar cuidando de ella y de toda la tierra que la rodea. Y no es fácil, quiero contártelo. Mi madre la cerró y ha estado abandonada casi treinta años. Las palomas proliferaron en el tejado y la tierra se compactó. Ella se marchó a vivir a la ciudad porque en esa época casi toda la gente del valle lo hizo, especialmente las mujeres. Allí se podía estudiar y encontrar un trabajo asalariado, sin preocuparse de si bajan los precios que paga la cooperativa o de si lloverá o no. Yo nací en la ciudad. Cuando la abuela aún vivía veníamos en verano. Yo era muy pequeña, pero me acuerdo de la huerta que ella cuidaba y de las gallinas. Luego la abuela faltó y arrinconamos del todo la casa, la tierra y las relaciones con la gente que quedaba.

¿Y por qué he vuelto?

También lo he contado muchas veces, pero es diferente explicártelo a ti. Lo que estudié en la universidad y los trabajos que tuve después no tienen nada que ver con esto, al revés, trabajaba construyendo casas y polígonos industriales, ampliando las ciudades. Asfaltando la tierra. Al principio me gustaba, pero luego empecé a darme cuenta de cómo funcionaba todo eso y empecé a quemarme mucho. Y llegó el día en el que la empresa quebró y me quedé sin trabajo. Le pasó a mucha gente en esa época por la crisis económica. Explicarte esto daría para muchas páginas, pero lo que interpreto ahora es que fueron los síntomas de que el sistema capitalista se estaba devorando a sí mismo: la maquinaria de consumo es tan eficiente que no hay recursos para mantener ese ritmo acelerado de crecimiento económico. Lo sufre el planeta y lo sufrimos directamente cada vez más personas, y no solo en lugares lejanos. Pero se le siguen poniendo parches para que ese ritmo no se pare, aunque yo, como cada vez más gente, he querido salirme de esas lógicas y no contribuir a perpetuarlas.

La decisión de convertirme en agricultora supuso cambiar muchísimas cosas de mi vida

Pero darse cuenta es una cosa y actuar, otra. La decisión de convertirme en agricultora no fue rápida porque supuso cambiar muchísimas cosas de mi vida. Primero quise entender el funcionamiento político del mundo desde un punto de vista crítico y escuchar voces que hasta entonces nunca había escuchado, como las de los campesinos del sur y sus denuncias al sistema de mercado globalizado. Un mercado que les empobrece con precios injustos, que les quita el agua y las tierras, que se apropia de sus semillas. Profundizar en esto me hizo recordar muchas historias de la abuela sobre la decadencia de la agricultura en el pueblo y relacionarlo con los problemas actuales de la pequeña agricultura de aquí.

Todo está conectado

Y es que la alimentación ha cambiado radicalmente en estos años. Supongo que en tu época conseguíais casi todo lo necesario simplemente planificando los cultivos, procesando los alimentos para que se conservaran y comprando algunas cosas en el mercado. Me imagino que incluso quienes no vivían de la tierra tenían una relación más directa con ella que ahora, porque seguro que siempre había familiares que les proporcionaban una parte del alimento. Y en las ciudades, los mercados tendrían solo productos de temporada, que la gente conocía, aprovechaba y conservaba. La abuela seguía haciendo conservas y ahumando la carne, me acuerdo del olor… Ahora nadie tiene que preocuparse de saber hacer eso porque puede comprarse de todo en los supermercados y te sorprendería un montón ver la comida de hoy. Comemos muchísima comida procesada, envuelta en plásticos, que puede durar meses y que se lleva y se trae de una punta a otra del mundo.

Lo que hay detrás son unas cuantas empresas reuniendo beneficios colosales a costa de la explotación de la tierra y de las personas

Me encantaría saber tu impresión de esto porque seguramente te podría parecer maravilloso si, como suele suceder, no sabes lo que hay detrás. Lo importante no es alimentar a la población, sino enriquecerse. Lo que hay detrás son unas cuantas empresas reuniendo beneficios colosales a costa de la explotación de la tierra y de las personas; beneficios que no se reinvierten en el territorio. Lo que hay detrás, Teresa, son las tierras del pueblo abandonadas, es el pueblo vacío.

En el sistema alimentario capitalista todo se cultiva con petróleo

Petróleo para fabricar los abonos y los plaguicidas, para la maquinaria agrícola, para los plásticos de los invernaderos, para conservar el producto y transportarlo miles de kilómetros… Para producir esos alimentos hay que hacer inversiones enormes y por eso ya no lo hace cualquiera. Cada vez hay menos agricultores. Lo que hay son empresas que buscan obtener el máximo beneficio y que tienen el poder político a su favor. Por eso pueden, por ejemplo, comprar tierras a buen precio y con bajos impuestos en otros países (siempre más pobres), para arrasarlas y establecer monocultivos que ocupan cientos de hectáreas… y aprovecharse también del bajo precio de la mano de obra local para poner en el mercado global productos baratos y de fuera de temporada. ¿Puedes creer que casi todas las legumbres ahora vienen de EE.UU. o de China? Los gobiernos de países ricos subvencionan sus producciones para que puedan venderse internacionalmente a precios muy bajos, de esa manera nadie puede competir con ellos, rompen el mercado y acaban generando dependencias… esto son prácticas habituales. ¿Qué se ha conseguido? Que nos desconectemos de la tierra y que perdamos nuestra soberanía alimentaria. El control de la alimentación está cada vez más lejos de la gente. Llegó un día en que lo vi muy claro, especialmente después de formarme, conocer gente y cuando la idea pasó de proyecto individual a colectivo. Abrí la casa. Por suerte hay mucha gente que está reaccionando y dándose cuenta de que es la economía local la que genera condiciones de riqueza en sentido amplio: distribuyéndola de forma justa, creando redes de apoyo y confianza, adaptándose a cada territorio, cuidando de la tierra y, lo más importante, es la economía que podemos controlar las de abajo (todo eso que tú ya sabías). Así que hace siete años, volví al pueblo para vivir de la tierra.

PATRICIA DOPAZO

Revista «Soberanía alimentaria, biodiversidad y culturas»

  Si quieres seguir leyendo, descárgate el Cuaderno 56: De la tierra al plato. Lo encontrarás en la Hemeroteca de opcions.org.

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