Autora: Ipanemah Corella

Replantear el consumo desde el feminismo

Los cánones de belleza, la publicidad, el poder adquisitivo... ¿De qué manera el consumo promueve y refuerza el relato dominante sobre cuerpos e identidades?

Opcions lleva ya 20 años investigando y reflexionando en torno al consumo y apostando y defendiendo un consumo consciente y responsable. Pero hasta ahora, poco hemos pensado el consumo en clave feminista.

Este año nos proponemos darnos un espacio de reflexión para repensar el consumo consciente o responsable desde las aportaciones de los feminismos y de la economía feminista. Porque creemos que si bien como colectivo nos sentimos y nos identificamos plenamente con los feminismos, lo cierto es que quizás no nos hemos dado la oportunidad, todavía, para revisar nuestro discurso, e incluso aquello que entendemos como consumo, desde los preceptos de la teoría y de la práctica feminista.

Sobre el concepto de consumo y de consumo responsable

Una de las críticas que se hace al concepto tradicional de consumo, entendido dentro de la economía de mercado, es que no contempla las vías que tenemos para satisfacer nuestras necesidades más allá del mercado. Encontramos estas otras vías cuando conseguimos salir de la visión capitalista y entendemos que hay más maneras de proveernos. De hecho, cuando salimos del paradigma restrictivo de la economía de mercado entendemos el consumo como todo aquello que podemos hacer (actividades, adquisición de bienes, etc.), que nos encamina hacia una vida plena y hacia el buenvivir, en una relación de equilibrio e interdependencia con nuestro entorno.

El concepto de consumo responsable ya contempla este gesto de abrir la mirada. En Opcions a lo largo del tiempo, hemos ido reflexionando en torno al concepto de consumo responsable y las claves del consum o consciente,

explorando de donde provienen nuestras necesidades, y de qué manera vienen creadas o no por la sociedad de consumo y la publicidad; buscando vías y mecanismos para satisfacer nuestras necesidades que no impliquen necesariamente la compra y que, si la implican, pueda ser hecha con criterio de justicia social y ambiental.

Chica ante cartel de una exposición feminista. Autora: Sinitta Leunen.

Aun así, todavía nos quedamos cortas. Y una de las principales críticas que se hace al concepto de consumo responsable es que peca de individualización y de sobreresponsabilización de la persona consumidora. Cómo si el hecho de practicar un consumo del todo alineado con el cuidado de todas las personas y de nuestro entorno fuera una decisión personal y no influenciada por toda la serie de condicionantes que nos afectan y por todas precarizaciones por las que nos vemos atravesadas. A menudo, identificamos voces que apelan a la importancia de mantener un consumo alineado con los valores de la economía social y solidaria, con los principios de igualdad y de justicia, respetuoso con el medio ambiente, etc. Pero, si bien es cierto que la incorporación de pequeños cambios y prácticas individuales es importante y a veces puede ser motor de cambio a más gran escala, hemos de poder salir de la esfera de la individualidad. Por dos motivos:

  • Porque entendemos que no es en nosotros como consumidoras donde está la responsabilidad del cambio, sino en empresas, corporaciones y administraciones, y es a ellas a quienes hay que interpelar.
  • Porque la individualización de la responsabilidad en el consumo y las medidas basadas en la responsabilidad individual pueden perpetuar la injusticia social con las mujeres o con los colectivos vulnerabilizados.

Pensar el consumo desde la economía feminista

Desde Opcions hemos escrito poco sobre consumo y feminismo y hemos reflexionado poco sobre cómo podemos repensar el consumo desde los feminismos y la economía feminista.

En alguna ocasión hemos reflexionado sobre la violencia  implícita en el consumo. El artículos La revolución será feminista (también en el consumo) nos mostraba la violencia que generan los cánones de belleza dominantes, la publicidad, el consumo vinculado al poder adquisitivo, etc. y de qué manera el consumo difunde y refuerza el relato dominante sobre cuerpos e identidades.

En otras ocasiones también hemos vist algunas claves para pensar el consumo responsable en clave feminista, visibilizando de qué manera ciertos artículos y productos que consumimos comportan precarización para mujeres, principalmente (ropa o alimentación, por ejemplo).

Y uno de los propósitos que tenemos este año es continuar tirando de estos hilos y darnos la oportunidad de plantearnos el concepto mismo del consumo desde la economía feminista y también desde cosmovisiones más allá de la imperante en el Norte global.

Más allá del conflicto entre capital y vida

Desde la Economía Feminista y también desde la Economía Social y Solidaria se visibiliza el conflicto entre capital y vida. Apuntamos al sistema capitalista como un sistema que genera violencia y depreda la vida de personas, comunidades y territorios. Un sistema que se fundamenta en un modelo extractivista.

Chicas en una manifestación en Alemania. Autora: Janosch Lino.

El ecofeminismo nos alerta de la contradicción que hay entre la lógica capitalista de acumulación y de generación de beneficios económicos y el cuidado de la vida humana y de la naturaleza. Frente a la supremacía humana y, en concreto, del relato patriarcal, la certeza de que somos interdependientes y ecodependientes.

De hecho, cuando abrimos la mirada y salimos de los paradigmas habituales ya nos damos cuenta que no todas las sociedades se organizan para satisfacer sus necesidades a través del mercado capitalista. Nos resulta altamente inspirador, por ejemplo, el concepto de cosecha honorable proveniente de las poblaciones indígenas norte-americanas y que establece un código de relación con el entorno muy diferente del que estamos acostumbradas en el sistema capitalista: se trata de coger sólo los recursos que necesitamos, nunca cogiendo lo primero que nos encontramos y dejando siempre lo último que queda, no llevándonos nunca más de la mitad de los recursos y dejando siempre algo a cambio.

Ciertas corrientes de pensamiento ya han indicado que hay otras vías para satisfacer nuestras necesidades más allá del mercado. Carrasco y Trello nos explican cómo desde la economía feminista y la economía ecológica se defienden otras vías que muestran el papel que las comunidades, las unidades familiares domésticas y los ecosistemas tienen como sustentadores de vidas, más allá del mercado y del Estado. Así, por ejemplo, tenemos una economía del don, basada en la reciprocidad que nada tiene que ver con la economía de mercado, basada en la propiedad; tenemos una comunidad que nos provee y nos sustenta de todo aquello que necesitamos para la vida (cuidados, amor, apoyo emocional, etc.) y que poco tiene que ver con las relaciones mercantiles; o tenemos un sistema social que, aunque amputado después de sucesivos recortes, nos continúa proveyendo de muchos servicios también escapándose de las lógicas del mercado.

Consumo en clave feminista para el momento de crisis ecosocial

En momento de crisis ecosocial es evidente que hay que plantearse y hacer virar muchas dinámicas, si queremos, no ya evitar las consecuencias de la crisis sino, como mínimo, mitigar los efectos. Hemos de empoderarnos y coger las riendas del futuro, que se presenta hostil para generaciones presentes y futuras, tanto en el Norte como en el Sur Global.

Nos damos cuenta de la íntima vinculación entre patriarcado, capitalismo y colonialismo, pilar fundamental del sistema neoliberal y de la democracia pantalla que lo sustenta y a la vez generadores de prácticas de subordinación, explotación, violencia social y ambiental y exclusión. Y ante esto tenemos la necesidad imperante de mostrar y demostrar que hay otras maneras de consumir y de cubrirse (mutuamente) las necesidades de manera más saludable, responsable, sostenible y con criterios de justicia social y ambiental, solidaridad, cooperación y apoyo.

¿Es posible mantener los actuales niveles de consumo? ¿Quién consume? ¿Qué desigualdades hay en el consumo? ?Todo el mundo, todas las comunidades, todos los países tienen que decrecer por igual? Abordar este debate desde la tradición y el pensamiento feminista y, sobre todo, desde el ecofeminismo es fundamental, sobre todo si queremos desplegar un nuevo modelo que pueda vivir en equilibrio con el entorno que nos acoge.

¿Qué significa practicar un consumo feminista? Primeras intuiciones y algunas claves

  • Reivindicamos un consumo que no comporte vulneración de derechos a otras compañeras: el consumo feminista tiene que ser emancipador para todas y tiene que contemplar la lucha de todas las mujeres, también las racializadas, las rurales, las trans, y por todas aquellas atravesadas por múltiples opresiones:
    • Tengamos en cuenta las opresiones que hay al sector agrario. En este sentido, son altamente inspiradoras las luchas de las jornaleras de Huelva
    • El feminismo no es objeto de consumo: camisetas con mensajes reivindicativos, pero hechos en condiciones de precariedad? No, esto no es consumo feminista.
  • No todas nuestras necesidades se tienen que cubrir a través del mercado: fortalecemos nuestra red, proveámonos mutuamente de los apoyos que necesitamos para vivir.
  • El consumo no nos hará más felices, cuidarnos juntas, sí. Rompemos con la relación consumo-felicitado: la felicidad es una vida llena.
  • Regalarnos tiempo es una gran ofrenda: visibilizamos todo el tiempo que invertimos en las tareas que nos son imprescindibles para la vida.
  • Reclamamos productoras respetuosas no solo con nuestra salud, sino también con el planeta y que impliquen justicia social.
  • Reducir el consumo no es la solución para todas: queremos que personas vulnerabilizadas y precarizadas puedan lograr los mínimos de consumo dignos. Hay un consumo mínimo, comprendido dentro de los límites del planeta, que tiene que ser accesible para todas.
  • No nos aliemos con los dictados de la publicidad y desmarquémonos de sus estereotipos.

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