En la primera parte del reportaje hablamos de tres iniciativas que han sido posibles gracias a les finanzas éticas: Can Calopa, GreenForest Food y NUMEX. Completamos el reportaje hablando de tres proyectos más.
Cakanam, sororidad entre mujeres migradas
Awa Ndiaye y Ndeye Gueye, vecinas del barrio del Besòs de Barcelona, decidieron crear una asociación de mujeres senegalesas en el barrio, al encontrarse que, como ellas, muchas mujeres migradas del Besòs lo eran: «pensamos que la asociación podía ser un espacio para darnos apoyo, hablar de nuestras cosas y sentirnos libres». Así nació Cakanam.
En dos años, la asociación ha pasado de diez a cincuenta miembros: «No han dejado de sumarse mujeres. Las hay de todas las edades, desde los dieciocho a los cincuenta años, pero compartimos que somos mujeres migradas y la voluntad de salir adelante juntas». Pronto vieron que crear una Comunidad Autofinanciada (CAF) podía ser un buen método para complementar la labor comunitaria de la asociación. La CAF les ha permitido cubrir gastos domésticos, como averías en el hogar o la compra de libros escolares, y también comprar billetes para viajar al Senegal.
Las socias se reúnen cada quince días y cada una ingresa la cantidad que cree oportuna, o bien pide un crédito, que puede ser de una cifra hasta cuatro veces superior a lo que ha aportado. En dos años, han ahorrado 5 mil euros de forma colectiva. Para pedir un crédito, es necesario contar con el aval de una de las socias: «es como una cuenta del banco, pero la diferencia es que no hay intereses y que puedes retirar tu dinero cuando lo necesitas». La gestión común de la economía ha facilitado que se hayan generado vínculos de confianza y amistad más allá de la CAF: «vamos a pasear, de fiesta o de compras juntas», comenta Ndiaye.
La CAF les ha permitido cubrir gastos domésticos y también comprar billetes para viajar al Senegal
Ndiaye conocía el método de las CAF antes de vivir en Barcelona: «En Senegal, las comunidades de préstamo entre mujeres son muy similares y populares, se llaman AVEC». De hecho, no es casual que en su gran mayoría se trate de grupos integrados exclusivamente por mujeres, ya que muchas mujeres del Sur global sufren exclusión financiera y, al mismo tiempo, deben solucionar los problemas y las emergencias relacionadas con la gestión del hogar.
Las CAF, también llamadas tontinas en muchos lugares de África, se convierten en un espacio de sororidad donde invertir, ahorrar y obtener beneficios: «En Senegal, somos las mujeres quienes nos ocupamos de la gestión del hogar, llevamos las cuentas, compramos todo lo que se necesita, nos ocupamos de los niños y de las personas a cargo en general. Por ello, es fundamental que podamos gestionar los recursos económicos». También es una vía para acometer proyectos que les permitan ser independientes económicamente.
La precariedad laboral de la mayoría de las mujeres que integran Cakanam ha provocado que decidieran impulsar proyectos comunitarios de auto-empleo en el marco de la asociación. Así se dibujó el horizonte de crear una cooperativa de trabajo: «la mayoría trabajamos, pero en trabajos que no deseamos tener. A través de la cooperativa queremos generar puestos de trabajo dignos», comenta Ndiaye. En el último año, desde la asociación han comenzado a ofrecer servicios de catering y talleres de formación.
Construir relaciones comunitarias a través del dinero
En el barrio de la Vila de Gràcia de Barcelona, un grupo de ocho personas forman la CAF de Gràcia. A diferencia de la CAF de Cakanam, la comunidad no nació para resolver una necesidad económica, sino como un experimento social. «Nos interesaba explorar cómo se podía construir un proyecto pequeño colocando el dinero en el epicentro de la actividad: ver cómo influye en las relaciones, si puede fortalecerlas o simplemente transformarlas» explica Miguel Carvalho, uno de los miembros fundadores. «Muchas personas vinculan el dinero con la capacidad de ejercer poder. Quizá por eso, hay quien tiene vergüenza de pedir dinero o reclamarlo, incluso a la familia o los amigos», añade Carvalho. La CAF les ha permitido hablar abiertamente de dinero y generar relaciones horizontales y de confianza entre ellos.
Después de tres años, el grupo se ha convertido en un grupo de amigos que se encuentra una vez al mes con un propósito concreto: «cada reunión es como una especie de ritual que empieza en casa de alguien abriendo la caja del dinero, hay un tiempo para que quien quiera, ponga dinero y quien lo necesite pida un préstamo, y termina con una cena», explica Carvalho. A diferencia de Cakanam, la CAF de Gràcia ha decidido, en sus estatutos, que los créditos tengan unos pequeños intereses para incentivar la actividad económica: «la CAF es colectiva, por tanto, si hay movimiento económico, los beneficios son para toda la comunidad. Se trata de generar una especie de energía a través de la actividad económica», comenta Carvalho.
«Nos interesaba explorar cómo el dinero influyen en las relaciones, si puede fortalecerlas o simplemente transformarlas»
El grupo está formado por personas de nacionalidad italiana, que tienen alrededor de treinta años y que, en su mayoría, son trabajadoras autónomas vinculadas al mundo de la música, la comunicación o el diseño gráfico. También comparten la sensibilidad hacia el consumo consciente y las finanzas éticas.
La CAF les ha permitido cubrir gastos relativamente pequeños, como la compra de electrodomésticos, el pago de cursos de formación o las reformas en el hogar, sin recurrir a la banca convencional: «el dinero de la CAF proviene del trabajo de mis compañeros, no de la inversión en armamento o de la especulación.»
El suelo comunitario, una respuesta a la gentrificación
Otro de los retos que afrontan las finanzas éticas es especialmente alentador. La compra de la finca de Can Bofill, en Collserola, por parte de Coop57 en 2019, abre un nuevo escenario en el que, a través de la adquisición de patrimonio, las finanzas éticas pueden desmercantilizar suelo, en beneficio de la comunidad.
Can Bofill es una masía del siglo XIV situada en el Parque Natural de Collserola y que forma parte del Plan Especial del Patrimonio Histórico y Arquitectónico de Molins de Rei. En 2018, los propietarios decidieron rescindir el contrato de aparcería que había estado vigente durante quince años con la asociación La Tartana, que gestionaba la masía, y poner en venta la finca. La Tartana no contaba con los recursos económicos para afrontar su compra y, finalmente, fue adquirida por Coop57, tras un profundo debate entre la base social. La cooperativa adquirió la finca en propiedad y cedió su uso a la asociación, iniciando una nueva línea de proyectos denominada Suelo comunitario: «Cuando Coop57 adquiere suelo para defender de la especulación un proyecto agroecológico como el que se desarrollaba en Can Bofill, no lo hace desde una perspectiva patrimonial, ni de inversión, sino para demostrar que hoy, todavía hay quien cree, practica y vive con un paradigma de lo común», explica Guillem Fernández, responsable del área de préstamos de la cooperativa.
Con la adquisición de la finca en propiedad, automáticamente ésta se convertía en propiedad de casi mil entidades de la economía social y solidaria y más de cuatro mil personas socias colaboradoras.
“Necesitamos experiencias de gestión de la tierra mediante bienes comunales”
La línea de Suelo Comunitario nace de la detección de otros proyectos que, como Can Bofill, han visto amenazada su existencia por el interés especulativo de los Fondos de Inversión, particularmente en inversiones inmobiliarias. Bebe de experiencias como la de los bienes comunales en la Edad Media y antes del periodo de desamortizaciones en el Estado, las colectivizaciones, el zapatismo, las comunidades indígenas en resistencia de Colombia o las Communities Land Trust. Para Fernández, «en medio del neoliberalismo galopante, desarrollar experiencias de gestión de la tierra mediante bienes comunales es una necesidad, un deber para quien quiere transformar y, sobre todo, es posible y hemos de poderlo explicar con casos prácticos, no sólo en la teoría».
Una canción de Tremeda Jauría dice:
“perdimos el miedo a caer,
aprendimos juntas a flotar,
esto va de sostener”.
Y es que, una de las revoluciones de las finanzas éticas es, justamente, la recuperación del uso social y original del dinero, convirtiéndolo en un instrumento que permite tejer relaciones de solidaridad y de soporte mutuo y erradicar las injusticias inherentes al sistema capitalista.
Este artículo forma parte del reportaje del Cuaderno 58, “¿Dónde va nuestro dinero?”. Para leer el cuaderno entero, ¡únete a Opcions! A parte de poder leer el cuaderno, estarás apoyando un proyecto cooperativo, sin ánimo de lucro y transformador.