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Tirar del hilo de la sequía

Más allá de la sequía, tenemos una creciente demanda de agua que nos mantiene en situación de escasez: estamos consumiendo más agua de la que sería viable para el sistema.

Esta política de consumir más agua de la viable nos ha llevado a comprometer gravemente la salud de las masas de agua de las que se extrae y ha transformado los territorios donde se utiliza. 

¿Qué hacemos del agua?

De media, el 85% del agua disponible en España se dedica al riego y el 15% restante, al uso urbano e industrial, aunque esto puede variar mucho según la zona considerada. Por ejemplo, en Cataluña se dedica el 71% al riego, el 6,1% al uso doméstico y un 8% a la industria. En el caso concreto del Ebro, el riego sube hasta un 94,4%.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del ACA (2019) y del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (2021).

Más allá del riego, la industria y el uso doméstico, una parte importante de los usos se clasifican como “no registrados”. Aquí nos encontramos con la extracción ilegal del agua. Al menos el 45% del agua bombeada de acuíferos cada año se extrae al margen de la legalidad.

La mayor parte del agua extraída ilegalmente es para regar, y los casos más documentados se encuentran en el Parque Nacional de Doñana (Huelva), con unos 1.000 pozos ilegales estimados en 2019, o el Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel (Ciudad Real).

Sequía no es lo mismo que escasez

En la península Ibérica, como en el resto del Mediterráneo, las sequías son un fenómeno normal y corriente. El problema es que con el cambio climático serán siempre más frecuentes e intensas, porque el Mediterráneo se está calentando un 20% más respecto a la media global y se prevé una reducción de las lluvias de un 20 a un 50% en 2100, según los últimos informes. Los estudios del Servicio Meteorológico de Cataluña indican que en el próximo período 2021-2050 se debe esperar un alargamiento del verano: no solo tendremos falta de agua más intensa, sino durante más tiempo.

Sin embargo, el cambio climático solo es una parte de la problemática y debemos saber que la creciente demanda de agua nos mantiene en una situación límite de escasez: 180 millones de personas en el Mediterráneo hoy viven con escasez hídrica. Por este motivo, es necesario distinguir entre la sequía y la escasez de agua. Llamamos sequía (meteorológica) a la falta de lluvias durante un período prolongado, y hablamos de escasez (también conocida como sequía hidrológica) para referimos a la falta de disponibilidad de agua para los diferentes usos que tenemos. Los datos indican que, ya en tiempos de normalidad, estamos consumiendo más agua de la que sería viable para el sistema, una situación de límite que nos hace aún más vulnerables a los períodos de sequía.

Estamos consumiendo más agua de la que sería viable para el sistema. Esto nos hace todavía más vulnerables en los periodos de sequía

La escasez de agua que estamos sufriendo no es un tema solo de cantidad, sino que interviene también la calidad del agua disponible. Si tenemos que “descontaminar” nuestras aguas los costes económicos y el sobreuso del agua es aún mayor. Por ejemplo, dos casos emblemáticos en Cataluña en los ríos Llobregat y Ter, conocidos por ser las principales fuentes de abastecimiento del país. El río Llobregat se ve afectado por 48 millones de toneladas de residuos salinos vertidos a orillas del río por la minería de potasa ICL. Así, las salmueras terminan contaminando el río que abastece el Área Metropolitana de Barcelona y la ciudadanía pagamos un sobrecoste de unos 3 M€/año para “limpiarla” y llegar a la calidad necesaria para poder beberla. En el caso de la cuenca del Ter, los acuíferos están contaminados con nitratos de origen agrario y supera cinco veces los umbrales de potabilidad en muchos puntos.

Tierra seca y agrietada por falta de agua. Foto de Carolyn, vía Pexels

Extraer, producir, distribuir y sanear o potabilizar el agua tiene un coste. Para el abastecimiento urbano, se mezclan las diferentes fuentes en un mix de agua que tendrá un coste correspondiente a los componentes. En tiempos de normalidad, el equilibrio de fuerzas se decantará siempre hacia el más barato por m3, que generalmente corresponde a la extracción de ríos y acuíferos. Cuando hay sequía e incrementamos la cantidad de aguas desaladas, aumentando el coste del agua que entra en los sistemas de abastecimiento. A medida que vamos degradando el ciclo hidrológico, se incrementan los costes económicos para tener agua de calidad para los diferentes usos. En este sentido, la degradación del medio tener aguas contaminadas es una nueva manera de generar beneficios y, desde cierto punto de vista, una manera indirecta de privatizar el recurso, ya que contaminar es gratis y tratar el agua contaminada genera muchos beneficios para la empresa encargada de ello.

La gestión de la oferta y la demanda

Históricamente se ha gestionado el agua intentando garantizar todas las demandas y pensando solo en mantener la oferta: si necesitamos más agua, la proveemos mediante obra hidráulica, como pantanos, canales y trasvases en las zonas donde se desea utilizar. Esta política nos ha llevado a comprometer gravemente el estado de salud de las masas de agua de donde se extrae y ha transformado los territorios donde se utiliza. Por eso, hoy debemos cambiar de enfoque y combinar estrategias de oferta calibradas con las limitaciones del sistema hidrológico y enfocar los esfuerzos también en gestionar la demanda: debemos reducir la cantidad total extraída y el impacto de los usos sobre el medio.

¿Por dónde pasan las soluciones?

Tal y como ya se recoge en la legislación vigente, debe considerarse el mantenimiento de la salud de las masas de agua como restricción previa a cualquier uso y, como sociedad, debemos entender que los ciclos del agua locales son los que mantienen nuestras necesidades. Si entre todos destrozamos este sistema ecohidrológico, ¡hemos destrozado la fuente común! Para mantenerla, hacer frente a la escasez del agua y ser menos vulnerables a las sequías, debemos reducir la cantidad de agua total que utilizamos hasta asegurar que se mantengan estos ciclos y debemos cambiar el enfoque de satisfacer todas las demandas para priorizar la salud de las masas de agua y los ecosistemas relacionados. El marco de la Nueva Cultura del Agua ayuda mucho en este sentido: proporciona herramientas para analizar la complejidad de los valores vinculados al agua y nos invita a analizar los usos del agua con una mirada más amplia: ¿qué agua, para quién, a qué precio, con qué impactos en el medio y con qué valores asociados?

¿Qué agua, para quién, a qué precio, con qué impactos en el medio y con qué valores asociados?

Les persones formem part de l’ecosistema i s’ha de garantir el dret humà a l’aigua per a tothom, per beure i per fer-ne ús domèstic i municipal per a la higiene i el benestar de la ciutadania. No obstant això, com es pot veure en les dades presentades sobre consums, aquesta part és la més petita del pastís i la part més gran és l’aigua utilitzada per a activitats econòmiques. Per tant, hem de començar per demanar que totes les estratègies de desenvolupament econòmic, com l’agricultura, la indústria i el turisme, garanteixin que aquestes necessitats prioritàries humanes estiguin ben ateses. 

Ya podemos ver que, para dar respuesta a esta necesidad de transformación de los sectores económicos, la población sensibilizada empieza a organizarse. Especialmente en el sector agrario, se están fomentando proyectos de agroecología y redes que vinculan un campesinado respetuoso con el medio a los consumidores, como por ejemplo la iniciativa Territori de vincles a la Vall del riu Corb y otras muchas. La industria del turismo también ofrece interesantes alternativas con el turismo rural o alternativas al modelo consumista de sol y playa.

FRAGMENTO EXTRAÍDO DEL CUADERNO
Núm. 64.
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El enfrentamiento entre sectores y las políticas de “guerras del agua” que actualmente vemos no ayudan a la transformación. Por eso se propone crear más “espacios de gobernanza”, espacios de encuentro entre las autoridades competentes y la sociedad donde poder codiseñar, coimplementar y coevaluar el impacto de las actuaciones que se han llevado a cabo. Necesitamos un proceso de aprendizaje colectivo frente a la complejidad de los retos a los que nos enfrentamos que incluya más conocimientos, científicos, sectoriales y de la gente para ser capaces de deliberar sobre los problemas y las soluciones. Existen diferentes ejemplos de espacios impulsados desde el mundo local, como la Taula del Llobregat o la Taula del Delta i la Baixa Tordera, y otros impulsados por las administraciones, como la Mesa de treball per l’adaptació al canvi climàtic (METACC)o la Taula de Cogestió Marítima del Litoral del Baix Empordà.

La adaptación al cambio global implica una profunda transformación para reducir las cantidades utilizadas y no hacer un uso abusivo

En conclusión, la adaptación al cambio global implica una profunda transformación de la conciencia y de los sectores productivos, que debe orientarse a la reducción total de las cantidades utilizadas, no a la eficiencia del uso del agua para seguir su uso abusivo. Esta transformación no la puede realizar nadie desde un despacho, no hay una receta mágica y las soluciones deben ser diversas para cada realidad, desde las personas que no pueden pagar el recibo del agua o una vivienda resiliente hasta las encargadas de la toma de decisiones. Todas las perspectivas deben estar sobre la mesa y así podremos diversificar las soluciones y hacerlas adecuadas en cada caso.

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