A menudo cuando vamos al supermercado y cogemos el pack de yogures de la nevera o el paquete de pasta del estante nos fijamos en una fecha y rápidamente decidimos si nos llevamos ese producto o si lo descartamos porque se nos dañará pronto. Pero ¿la fecha que vemos y consultamos es la de caducidad o la de consumo preferente? ¿Sabemos en qué se diferencian y por qué es tan importante distinguirlas?
¿En qué son diferentes la fecha de caducidad y la de consumo preferente?
Según la Agencia Catalana de Seguridad Alimentaria, la fecha de consumo preferente indica hasta qué fecha el alimento mantiene las cualidades esperadas. Esto significa hasta cuándo mantendrá el olor, el sabor y la textura que esperamos. En cambio, la fecha de caducidad se refiere hasta qué día el alimento se puede consumir con seguridad.
En cuanto a la fecha de consumo preferente, es seguro consumir el alimento pese a esta fecha, siempre que se haya conservado de acuerdo con las instrucciones y el envase esté intacto. Es decir, una mermelada que no haya sido abierta y se haya conservado en un estante fresco, seco y oscuro es probable que se pueda consumir sin riesgos aunque haya pasado la fecha indicada en el envase.
Por otra parte, desde la Agencia Catalana de Seguridad Alimentaria, se alerta de los riesgos de comer alimentos que hayan caducado y se desaconseja taxativamente su consumo. Es decir, no se deben tomar alimentos que especifiquen una fecha de caducidad en el envase y la hayan superado o no se hayan mantenido en las condiciones indicadas (entre + 1ºC y + 4ºC, por ejemplo). Hacerlo podría poner en riesgo la salud.
¿Qué alimentos se conservan durante más tiempo?
De manera orientativa, una vez pasada la fecha de consumo preferente el alimento todavía se mantiene en un estado satisfactorio si no se ha abierto y se ha mantenido en buenas condiciones.
Dependiendo del tipo de alimento, aunque se podrán consumir hasta un año después. Estos son el café, el té, las especies, las legumbres secas, la pasta seca, el arroz, las harinas, las conservas, el chocolate en tableta, el agua mineral y las conservas dulces como la miel o la mermelada.
Entre los alimentos que se deben consumir máximo en los tres meses posteriores a la fecha de consumo preferente son las galletas, cereales de desayuno, el queso seco, los bombones, los zumos de fruta o bebidas vegetales, los embutidos curados no troceados o las salsas envasadas.
El resto de productos o alimentos tienen una vida mucho más corta pasada la fecha y habrá que fijarse más en lo que indica el envase y qué propiedades conservan antes de consumirlos.
Derroche alimentario, el pan de cada día
Aunque pueda parecer un detalle pequeño, confundir la fecha de caducidad con la de consumo preferente puede ser sinónimo de derroche alimentario y una irresponsabilidad tanto a nivel individual como industrial. En Cataluña, los hogares, los comercios y la restauración generan unas 262.000 toneladas de desperdicio cada año o, lo que es lo mismo, unos 35 kg/persona. Es por ello que el Parlamento de Cataluña aprobó la Ley 3/2020, de 11 de marzo, de prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentarios y se está trabajando en campañas de concienciación.
En Cataluña, los hogares, los comercios y la restauración generan unas 262.000 toneladas de desperdicio cada año
También, a nivel europeo, se está abordando esta cuestión porque las cifras son alarmantes. Se calcula que se derrochan 88 millones de toneladas de alimentos, o lo que es lo mismo: unos 173 kg/persona. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) asegura que un tercio de los alimentos producidos anualmente para consumo humano en el mundo no son ingeridos por nadie.
Estos datos plantean un escenario preocupante y es por ello que tanto la Comisión Europea como el Parlamento Europeo aseguran estar trabajando por una economía circular y de residuo cero. Con la Agenda 2030 como objetivo, se quiere acabar con el derroche alimentario en toda la cadena de suministro.
¿Qué tienen que ver, pues, las fechas indicadas en los alimentos que compramos con el despilfarro? De acuerdo con el Comité Científico Asesor de Seguridad Alimentaria (2018), se puede considerar que la fecha de consumo preferente de muchos alimentos es «una fecha de límite de venta o de estrategia comercial y no una fecha relacionada con la integridad del alimento».
Que se hable de estrategia comercial ya sitúa un poco el foco en la voluntad de las empresas en promover el aumento del consumo y, por tanto, del beneficio. Esta afirmación ayuda a entender, además, que el consumo más allá de la fecha de consumo es «seguro, nutritivo, saludable, sostenible, solidario, eficiente y ético desde un punto de vista social y económico». Con todo, nos están diciendo que si consumimos menos y lo hacemos alargando la vida de los alimentos que están en buen estado, todos saldrían beneficiados.
Retos de futuro
Algunas empresas de la industria láctea en Cataluña y España están empezando a cambiar la política de etiquetado modificando la fecha de caducidad de sus productos por la fecha de consumo preferente. De este modo, y si de otras compañías se sumaran, alargaría la vida útil de millones de yogures, cartones de leche y paquetes de queso, por ejemplo.
Por otra parte, sin embargo, hay que aumentar las campañas de difusión y concienciación que ayuden a entender a los consumidores la diferencia entre las fechas impresas en los envases y por qué es importante no tirar alimentos que todavía se pueden comer. También presionar a las empresas. Así, entre la acción por parte de la industria, idealmente desprovista del afán consumista y comercial, y el consumidor final informado, el desperdicio alimentario podría dejar de ser una realidad.
Cambiar la política de etiquetado alargaría la vida útil de muchos productos
En el contexto actual de pandemia de la COVID-19, la alimentación está siendo una de las cuestiones esenciales en cuanto a la economía, el medioambiente y la salud. Basta recordar las colas en los supermercados durante el confinamiento y los estantes vacíos de harina y otros ingredientes.
Y conviene no olvidar que la pandemia ha abocado 120.000 catalanes a la pobreza, según OXFAM, y que las entidades sociales trabajan a marchas forzadas para garantizar derechos tan básicos como son la alimentación. Es por ello que hay que estar concienciados y trabajar en todas las fases de la cadena de suministro desde que se producen hasta que se consumen para evitar tirar comida.
¿Qué podemos hacer?
Desde las empresas que comercializan los alimentos y productos hasta quien los compra y consume, todo el mundo tiene que poner de su parte para hacer que el desperdicio sea mínimo. Y, entre otras acciones, fijarse en la fecha de consumo preferente o caducidad en el momento de la compra es un inicio. Algunos supermercados han empezado a poner de oferta la comida a punto de pasarse o con fecha de consumo preferente cercana, por lo que los podemos localizar fácilmente y ahorrar un poco.
También podemos hacer correr la voz entre familiares y amigos para que se fijen, y descargar aplicaciones como To Good To Go, que permiten comprar productos a precios rebajados y que ya no se podrán comercializar por la fecha indicada en el paquete evitando así que se terminen tirando. Por último, no hay que olvidar que se puede aprender mucho de iniciativas como “La alimentación no tiene desperdicio”, “Espigoladors”, “De comida no tiramos ni un poco” o “Somos gente de provecho”. Todas repletas de ideas y consejos para luchar contra el despilfarro alimentario.
Alimentos perecederos y alimentos no perecederos
Ejemplos de alimentos no perecederos | Ejemplos de alimentos perecederos |
Atún, bonito, sardinas en lata | Charcutería, carnes y embutidos laminados |
Garbanzos, lentejas y otras legumbres cocidas | Frutas, verduras y hortalizas frescas (enteras o en trozos) |
Maíz, judías verdes, acelgas, espárragos en bote o lata | Huevos y ovoproductos |
Tomate triturado o salsa de tomate envasada | Pan y bollería del día |
Pastas, arroces y otros cereales | Pez y marisco, tanto fresco como congelado |
Harinas y papillas | Helados y postres frescos |
Azúcar y sal | Leche fresca o pasteurizada |
Café e infusiones | Yogures, mantequilla y otros lácteos |
Aceite | Zumos, batidos u horchatas |
Comida precocinada |
Aprovechar lo que no hemos comido: coca hecha de sobras
Las cosas en el horno admiten infinidad de posibilidades y sabores diferentes. Con productos de temporada y sobrantes de otras elaboraciones, son económicas y sencillas de cocinar. Se puede hacer la masa en casa con agua, harina, sal y aceite, o comprarla hecha. Sobre la masa quedan muy bien tomates maduros, restos de verduras que no queremos tirar, las migajas de queso del desayuno, sobras de una barbacoa… Son buenas tanto para comer como para cenar y se mantienen bien de un día para otro.