Tengo una hija de ocho años que hace ya unos meses que no tiene ganas de que escuchemos música infantil. Prefiere la música “de grandes” que escuchan las niñas un poco más mayores que ella, sobre todo reguetón. Y eso que vamos a una escuela que, aunque pública, por su proyecto pedagógico concentra una cantidad más alta de lo habitual de familias “concienciadas”. Y sus hijas son además las peques con las que, cosas de la afinidad, tenemos más relación. Pero las niñas, pese a las mamis y/o papis que tienen, dale que dale con Enrique Iglesias, Shakira, y hasta con Daddy Yankee y Nicky Jam, no quieren otra cosa. Y las madres y padres pensando en cómo lidiamos con que a nuestras peques les guste una música tan cargada de mensajes, imágenes y valores no precisamente muy “coeducativos” ni progresistas.
A mí me salva que el reguetón, a pesar de todo, me gusta bastante, porque ya sabéis que a las peques les gusta repetir las mismas canciones hasta la saciedad, y a las mamis y papis nos toca ejercitar la paciencia. O sea que menos mal que me llevo bien con el género. Y al final hasta le voy encontrando algunos lados buenos sobre los que no había reflexionado, como el hablar de manera franca y sin complejos de la seducción o de la erótica. Aunque su visión de la erótica sea muy homogénea y estereotipada, y aunque yo no apostaría por tal monotematismo sexual en la música que escucha mi hija.
Pero la mayor virtud que le he encontrado a que el reguetón más usual fascine a nuestras hijas (aparte de su evidente efecto liberador para la movilidad de mis caderas, que quizás me libre de la artrosis) es que nos presenta, de manera muy clara y extrema, mensajes muy habituales en nuestra cultura y en nuestros medios de comunicación, a menudo presentados de forma más sutil y menos fácil de detectar. Lo que hace a estos mensajes mucho más visibles y, por tanto, más fácilmente “atacables”, sobre todo cuando se trata de hablar con criaturas bastante peques. Y se convierte en una oportunidad de oro para poder hablar con ellas de sexualidad, roles sexuales, maneras de vivir el amor y las relaciones. Porque no olvidéis que es de los 0 a los 199 años que la sexualidad existe, y que la educación sexual es recomendable. Por supuesto siempre usando un lenguaje adecuado a cada edad, y adaptando nuestras preguntas y mensajes al nivel que puedan entender nuestras hijas. Pero tener a mano como punto de partida algo tan significativo para ellas, y que les despierta tanta curiosidad como las canciones que memorizan y canturrean es un lujo.
Y tampoco es que se trate de darles la paliza cada vez que escuchan una canción que les gusta y le emociona, y que les hace sentirse integradas con sus compañeras de clase. Ni resoplar y recordarle cada dos por tres que muchos aspectos de las letras nos horrorizan (aunque reconozco que lo he hecho muchas veces). Pero si de vez en cuando podemos ir parando la música y charlando con nuestras hijas sobre las canciones y sus mensajes, o sobre algunas de las frases que contienen, quizás hasta acabe siendo más positivo que Enrique Iglesias haya entrado en la familia que si no hubiese pasado. Porque habremos tenido una gran oportunidad de compartir con nuestras pequeñas una “descodificación de mensajes” que puede ser importante para sus vidas (y para las nuestras). Y habremos podido “inyectar una buena vacuna” contra una enfermedad (roles sexuales estereotipados, “amor romántico/dramático”) a la que la exposición es constante, y con la que sólo podemos aspirar a convivir de la mejor manera. Y porque quizás hayamos aprendido a acercarnos al ligue y la sexualidad de manera más despreocupada y, lo que es más importante -sobre todo a ciertas edades-, nos habremos familiarizado con un ritmo inmejorable para prevenir la artrosis de cadera.
En una pròxima entrega hablaremos de algunos grupos de “reguetón alternativo”, y de sus aportaciones y límites. Suave, suavecito…