Pol Sarsanedas es un arquitecto consciente. Certificado como Passivhaus Designer, ha recibido el Premio Nacional de Eficiencia Energética de España por Isover (2012) y el Premio de la Agrupación de Jóvenes Arquitectos de Cataluña-AJAC (2012). Dirige Sarsanedas Arquitectura y es responsable del proyecto del Centro de Medicina Comparativa que se construye en Badalona, un equipamiento de casi 5.000 metros cuadrados con gran parte de la fachada construida con materiales naturales.
Cree que es necesario repensar la arquitectura desde la toma de conciencia del impacto ambiental de las construcciones. Más allá de garantizar las funciones básicas de los edificios, es necesario dotarlos de un valor añadido: que contribuyan a la salud del planeta y al interés colectivo. Esta sensibilidad le llevó a obtener el certificado para construir passivhaus (“casas pasivas”), de los más exigentes en cuanto a eficiencia energética. Sin embargo, para Pol ese es solo uno de los aspectos que es necesario cuidar, también hay que ser responsable en el diseño, la elección de los materiales y el estudio de la zona con el fin de integrar al máximo el edificio en el entorno.
Dices que es necesaria una arquitectura más sostenible. Explícanos como podemos reducir el impacto ambiental de los edificios.
Cada fase de la vida de un edificio tiene unos costes ambientales asociados, desde la decisión del emplazamiento, la extracción y fabricación de los materiales que compondrán el edificio, la construcción y la fase de uso hasta el derribo y la gestión de los residuos. En función de si tenemos la oportunidad de intervenir en una fase u otra podremos incidir en reducir más o menos ese impacto. Es evidente que si somos los promotores de nuestra propia vivienda podremos tomar medidas estructurales para minimizar la huella ecológica. Pero no debemos menospreciar el potencial de la rehabilitación para conseguir reducir el consumo energético de nuestro país, que puede llegar a significar un ahorro de entre el 60 % y el 90 %. Con la rehabilitación, se pueden llegar a alcanzar niveles de eficiencia energética de casa pasiva (el estándar más exigente). Esta reducción, multiplicada por el número de años de vida activa que le quedan al edificio, implica un ahorro de toneladas y toneladas de CO2.
No debemos menospreciar el potencial de la rehabilitación para conseguir reducir el consumo energético de nuestra casa.
¿Aquí existen experiencias de rehabilitación en las que se hayan conseguido estas mejoras?
He participado en la rehabilitación de muchos pisos del Eixample de Barcelona que han mejorado notablemente su calificación energética y el confort, y han reducido los gastos por energía. Pero la experiencia más destacable fue la rehabilitación, en el año 2012, de una casa entre medianeras, de 1918 y mal orientada, en el barrio de Sarrià de Barcelona. Logramos reducir el consumo energético el 90 %, que quedó en 17 kWh/m2a (por año) y cumplía, por lo tanto, los estándares más exigentes.
Con estos márgenes de mejora y tantas viviendas vacías, ¿crees que se puede hablar de arquitectura sostenible cuando se realiza obra nueva?
Desde el prisma medioambiental, siempre que sea posible, se debe priorizar la rehabilitación. Ser sostenible, en términos radicales, es anular la huella ecológica a lo largo de todo el ciclo de vida de la vivienda. Pero el proceso de construcción de un edificio es complejo e intervienen muchos agentes y factores. No siempre es viable incorporar todas las medidas de sostenibilidad que habías previsto en el proyecto. Podríamos decir que, de momento, la sostenibilidad 100 % en la construcción es un desideratum que anhelamos, pero que está lejos de la realidad. Eso sí, hay factores que señalan que vamos en la buena dirección.
En caso de construir, como decías, es necesario valorar el impacto ambiental desde el principio, con la elección del emplazamiento y los materiales. ¿Qué hay que tener en cuenta?
El arquitecto tiene que saber leer todos los estratos que conforman el lugar del proyecto, el ADN de la zona, e integrar holísticamente todas las dimensiones para conseguir un equilibrio armónico. A veces, se proyectan construcciones sin preguntar a los que más conocen el lugar y sin tener en cuenta el entorno, los materiales que casan con él. Hay que utilizar materiales que, desde la extracción hasta la demolición, pasando por la fabricación, el transporte, la manipulación, etc., tengan el mínimo impacto medioambiental posible. En primer lugar tenemos los materiales biosféricos y, en segundo lugar, los reutilizados y/o reutilizables, los reciclados y/o reciclables. La elección de los materiales es clave porque determinarán la energía gris embebida en nuestra casa (la mochila ecológica).
Entonces, ¿el uso de materiales naturales en la construcción es la opción más sostenible?
Sí, y hoy en día estos materiales no están únicamente asociados a sistemas artesanales, sino que la industria ha incorporado productos muy interesantes: estructuras de madera, de madera contralaminada, madera reciclada, aislamientos de corcho, cáñamo, lana de oveja, algodón, celulosa reciclada, de morteros naturales y una infinidad más. Por otra parte, muchas materias primas de la construcción han alcanzado su pico. El vector de los materiales nos recuerda que el optimismo tecnológico no debe eclipsar la dependencia ecológica estructural.
Y al diseñar la vivienda, ¿qué debemos considerar?
Si queremos reducir las emisiones de CO2 y el impacto medioambiental de nuestra construcción, en primer lugar debe emplearse el material mínimo, lo imprescindible. Por otra parte, uno de los principales requerimientos para alcanzar la eficiencia energética es el diseño bioclimático, práctica habitual en la arquitectura tradicional y que implica la comprensión y conexión con el medio para optimizar el uso o beneficio de los recursos locales. Un diseño bioclimático debe tener en cuenta la ubicación y orientación adecuadas del edificio; la forma y la disposición de ventanas, con el fin de aprovechar la energía solar en invierno y protegerse de ella en verano; la disposición de un buen aislamiento térmico, la gestión del confort higrotérmico interior con la inercia de los materiales y la ventilación, etc.
Con los medios adecuados, es posible minimizar el consumo energético del hogar e incluso anularlo.
¿Es determinante la eficiencia energética?
Es clave. Solo hay que tener en cuenta que, según el Programa medioambiental de Naciones Unidas, la edificación representa hoy el 40 % del consumo energético mundial. En cambio, con los medios adecuados, es posible minimizar el consumo energético del hogar e incluso anularlo. De hecho, las casas pasivas consumen tan poca energía que con una producción de energía renovable doméstica incluso podemos obtener un balance positivo (producir más energía de la que consumen).
¿Y qué es exactamente una casa pasiva?
Una casa pasiva es una casa que cumple el estándar de certificación energética de origen alemán passivhaus. Seguramente es el más exigente en cuanto a la reducción de la demanda energética, ya que minimiza su impacto medioambiental (por consumo en fase de uso), e incluso posibilita conseguir un impacto nulo o positivo, en combinación con una aportación de energía renovable. El passivhaus es un modelo testado y certificado para alcanzar una elevada eficiencia energética, máximo confort y excelente rentabilidad. Establece unos valores máximos de demanda de refrigeración y calefacción a cumplir y una metodología de cálculo (que cuantifica y certifica la validez de las soluciones adoptadas con cálculos de demanda energética real). Las casas pasivas se tienen que moldear en la fase de diseño (mediante un software específico que permite evaluar el comportamiento térmico del edificio), construirlas con gran rigor y, una vez terminada la construcción, certificar el nivel de hermeticidad mediante un test de presurización.
¿Cómo se consigue tanta eficiencia energética? ¿En qué se diferencian de las otras casas?
Las casas pasivas tienen una estanqueidad correcta, puertas y ventanas con características adecuadas, un diseño optimizado de las instalaciones, un sistema de ventilación mecánica de doble flujo, es decir, que recupera el calor interior generado por personas y electrodomésticos… De este modo garantizan espacios con el máximo confort ambiental y mínima (o nula) dependencia energética auxiliar (calefacción, refrigeración, etc.). La temperatura interior del edificio permanece día y noche durante todos los meses del año cerca de la temperatura de confort, por lo que casi elimina la necesidad de energía para acondicionarlo.
¿Y este estándar de construcción alemán, se adapta bien a zonas climáticas diferentes?
La mayoría de ejemplos construidos se concentran en aquellas latitudes y tienen características similares, pero desde hace algunos años el criterio se ha ido consolidando, actualizando y extendiendo por todo el mundo y por zonas climáticas muy diferentes con excelentes resultados. En España, por ejemplo, cada vez hay más. Passivhaus es un estándar energético, por lo tanto, se limita a establecer unos parámetros u objetivos de consumo energético y de confort. Para conseguir buenos resultados, el arquitecto debe adaptar el proyecto a las características del lugar. Es decir, la tipología, la proporción, el grado de compacidad de la vivienda, la dimensión y ubicación de las ventanas, la geometría e inclinación de la cubierta, la densidad e inercia de los materiales y el color de la fachada, entre muchos otros, son factores de diseño que intervienen en la eficiencia energética de una casa y que no tienen la misma solución para un contexto geográfico que para otro.
¿Qué passivhaus tenemos cerca?
Afortunadamente, en cada cada vez hay más. Nosotros hemos construido dos, y hay dos más en fase de obra.
¿Es mucho más caro construirse una casa pasiva?
Construir mejor nunca es más caro si lo miras en términos de inversión. El diseño bioclimático y las medidas de sostenibilidad en el proyecto no representan un coste adicional, se trata de elegir a un arquitecto que las tenga en cuenta. En cuanto a los sistemas constructivos o a los materiales, la arquitectura sostenible no va asociada necesariamente a un incremento del coste. Es cierto que las casas pasivas requieren a menudo de un espesor de aislamiento térmico en su envoltorio (cubiertas, fachadas y tierra), calidad de ventanas y prestaciones de estanqueidad superiores a la normativa. Pero si el diseño está optimizado, estas medidas ya se amortizan en los 7-8 primeros años con el ahorro en consumos energéticos que representan. Las medidas activas adicionales para conseguir que la casa sea pasiva son las instalaciones mecánicas (ventilación, acondicionamiento y producción). Estas no serán necesariamente más caras que en una casa convencional, sino diferentes y, sobre todo, más eficientes. Es decir, que requerirá de un sistema de ventilación mecánica, por ejemplo, pero por el contrario minimizamos y ahorramos en climatización (a veces podemos prescindir de ella directamente).
Construir mejor nunca es más caro si lo miras en términos de inversión.
¿Y a largo plazo, con el ahorro energético, amortizamos antes la inversión?
Si sabemos que una casa pasiva consume del orden de 80 % menos respecto al consumo medio y aplicamos el incremento del precio de la energía a lo largo de todo el ciclo de vida; nuevamente, la inversión en este capítulo es evidente que se amortiza a medio plazo, incluso implementando renovables, y más cuando se facilite la instalación de baterías domésticas vinculadas a renovables de autoconsumo como las que Tesla ya está comercializando en otros países. Por otra parte, es necesario recordar que una casa pasiva es un producto de mayor calidad, máximo confort y eficiencia energética; y por lo tanto, es difícil comparar su precio directo con el de una vivienda convencional. Tal vez, en lugar de pensar en términos de incrementar la inversión, podemos revisar las prioridades de modo que, en lugar de priorizar la cantidad de metros cuadrados y la calidad de los acabados, que tradicionalmente han monopolizado el escenario, priorizamos el impacto medioambiental, el confort, la eficiencia energética, criterios de bioconstrucción o construcción sostenible, salud, impacto social, etc.
¿Hay demanda de construcciones sostenibles? ¿Hay bastantes clientes concienciados?
Los hay, pero hay que ofrecer soluciones responsables aunque los consumidores no lo sean. La arquitectura consciente y sostenible no es una alternativa, sino la única práctica sensata y la actualización lógica de la disciplina. Cuando tomas conciencia de la necesidad de este cambio de paradigma, entiendes que tu actuación debe estar por encima de la aplicación estricta de los requerimientos mínimos y normativos que la arquitectura tiene que atender. Es cierto que a veces los proyectos en los que el cliente tiene más criterio ambiental no son los que disponen de más presupuesto y también ha pasado que casas pasivas han tenido consumos elevados, solo atribuibles a usuarios demasiado “distraídos”. En cualquier caso, la proliferación de edificios con certificaciones ambientales voluntarias como LEED o BREAM sea por moda, estrategia comercial o por convencimiento, es una buena noticia que demuestra un interés evidente en la gran edificación sostenible. El creciente número de edificaciones diseñadas según estándares como passivhaus o minergie son el reflejo de una actitud más exigente hacia la eficiencia energética de nuestros edificios.
¿Y cada vez sois más los técnicos e industriales sensibilizados y preparados para realizar una arquitectura consciente?
Sí, pero no es suficiente. La administración tiene una incidencia fundamental en la redacción de normativa y la orientación de licitaciones, así como también a la hora de financiar y promocionar unas prácticas y desincentivar otras. Y en este sentido vamos muy lentos. El Parlamento Europeo emitió en 2010 la Directiva 2010/31/UE, en la que se establecía el horizonte de 2018 para la administración pública y 2020 para el resto de promotores de los estados miembros de la unión. Decía de construir solo edificios de consumo casi nulo y reducir considerablemente las emisiones del parque inmobiliario construido. En España, esta directiva quedó recogida en el Real decreto 235/2013, pero ahora el 74 % de los edificios de nueva construcción aún tiene una calificación D-G, en la parte baja de la escala en la certificación de eficiencia energética. Y estos nuevos edificios se añaden a un parque constituido por el 95 % de edificios ineficientes.
¡Tenemos mucho que mejorar!
¡Por supuesto! La eficiencia energética de nuestros edificios dista mucho de los niveles óptimos, incluso de su propio potencial. Son lo que Albert Cuchí llama yonquis energéticos. También podríamos decir “edificios irresponsables o inconscientes”. Por eso es necesaria una política urgente de rehabilitación.
Entrevista publicada en el cuaderno de Opcions número 52. «Cómo vivimos».