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Moda rápida: impactos y extralimitación planetaria

La industria de la moda es de las más contaminantes. ¿Será porque, de media, una prenda de ropa nos la ponemos unas 6 veces?

Según Naciones Unides, el sector textil y de la moda, conjuntamente con los sectores de la alimentación, la energía o el transporte, es uno de los sectores más contaminantes y con un impacto ambiental, social y económico globalizado.

Industria textil vs. industria de la moda

¿Nos referimos a lo mismo, cuando hablamos de industria del textil e industria de la moda? No. La primera tiene que ver con el proceso productivo, generalmente industrial, los productos textiles que se confeccionan y las operativas industriales que se siguen con el objetivo de producir prendas de ropa. La industria de la moda, hace más bien referencia a otros aspectos que están directamente vinculados a la industria textil, como por ejemplo, las tendencias, los cánones de belleza, modelos de consumo, etc.

El modelo productivo de la industria textil

En este artículo veremos los principales impactos de la industria textil y de la moda desde una visión sistémica. El objetivo es visibilizar las principales consecuencias, ambientales y sociales, que se derivan del modelo productivo y de consumo conocido como fast fashion -o moda rápida- y que ha ido ganado terreno estas últimas décadas.

Tienda de calzado con muchos productos. Autor: Stanislav Kondratiev, vía Pexels

Este modelo productivo lineal (extracción-producción-consumo-rechazo) se caracteriza por ofrecer productos en cantidades desmesuradas, a un ritmo exageradamente rápido (hasta 52 colecciones el año o más) y a unos precios muy reducidos. Una oferta constante de productos que cambian en el estilo, color, forma y textura, bajo calidades dudosas y con la voluntad de generar deseo de renovación, fomentando un uso y una compra constante.

Es un modelo altamente demandante de recursos con unos impactos vinculados directamente a la crisis ecosocial actual. La crisis climática, la desigualdad social o la pobreza extrema son las consecuencias de este binomio producción-consumo.

La liberalización del mercado, con la consiguiente globalización, de finales del siglo pasado ha contribuido al hecho que las industrias locales y regionales trasladen sus producciones al continente asiático, principalmente. Deslocalizando las producciones hacia zonas donde la mano de obra es menos costosa, donde la legislación ambiental a menudo es inexistente y donde los derechos humanos y laborales son vulnerados constantemente. Esto ha comportado una pérdida de tejido industrial local y regional en los territorios europeos, quedando, actualmente, solo tres grandes polos industriales textiles que mantienen la actividad en el sur de Europa: el norte de Italia, el norte de Portugal y Cataluña, en menor medida. Otras regiones europeas situadas al este mantienen también industria textil, pero más vinculada a la manufactura de piezas y no con toda la cadena de suministro.

La cadena de valor de la industria de la moda es larga y, a menudo, poco transparente. Transformar una fibra textil, por ejemplo la del algodón, hasta que llega a ser una camiseta, un traje o unos pantalones, conlleva una cantidad de procesos, mecánicos y químicos, altamente intensivos en el uso de recursos: materiales, energéticos, hídricos, compuestos químicos, así como sociales, es decir, mano de obra asociada a todos los procesos.

Para analizar los impactos ambientales y sociales de esta industria, se toma como referencia la metodología de análisis del ciclo de vida (ACV). El ciclo de vida, desde una perspectiva ambiental, se utiliza para analizar los impactos que existen a lo largo de la cadena productiva de los objetos, en este caso de la ropa, pasando por las etapas de distribución, venta, uso y final de vida. Por lo tanto, nos permite obtener una visión global del impacto del objeto en toda su vida útil.

Algunos datos relacionados con la industria textil y de la moda

  • Incremento de la producción mundial: de 62.000 toneladas anuales a 102.000 toneladas el 2023.
  • Emisions de CO2 globales: responsable entre el 8 y el 10% de las emisiones de CO2

  • Residuos globales: 5,8 millones de toneladas mundiales (que equivale a 11 kg/persona y año).
  • Número de empresas a Europa: 160.000.
  • Trabajadores/as en Europa: 1,5 millones de personas.
  • Generación €: 162.000 millones el 2019.
  • Consumo de agua: 2.500 litros para una camiseta de algodón. Es el total de agua utilizada para hacer crecer la planta de algodón más la que se utiliza en los procesos de transformación de la fibra en hilo, tejido y, sobre todo, la utilizada en los acabados (tinturas, suavizantes, blanqueados, etc.)

Los usos del suelo, el agua y los químicos

A menudo, se afirma que la industria textil es una industria altamente demandante de recursos, principalmente materia prima: agua y energía. En este sentido, la obtención de materia prima textil proveniente de recursos naturales está asociada al uso intensivo de terreno agrícola, que ocupa extensiones inmensas para el cultivo de fibras textiles como el algodón, por ejemplo, o a la tala y conversión de bosques primarios en bosques de eucaliptos para obtener fibras de viscosa o lyocell (celulósicas), cada vez más presentes en nuestra indumentaria. La transformación de los usos del suelo para el cultivo de agricultura textil o ganadería intensiva para obtener otras fibras, como la lana u otros recursos naturales como plumas, pieles, etc. conlleva unos usos del suelo intensos, que a menudo quedan contaminados por la enorme cantidad de productos químicos vinculados a estas prácticas primarias industrializadas. La conversión de la tierra y su uso intensivo provocan, como consecuencia directa, la pérdida de biodiversidad y la esterilización de los suelos, que desencadenan procesos de desertización local.

Plantación de algodón. Autor: Karl Wiggers, vía Unsplash

El textil es un sector industrial altamente demandante de agua. Esto significa que este recurso se utiliza intensamente, tanto en los cultivos de las fibras de algodón, como en el procesamiento y transformación de las fibras sintéticas y artificiales. El agua se utiliza en numerosos procesos productivos que incluyen suavizantes, blanqueados y tinturas. También se utiliza intensamente en etapas del ciclo de vida vinculadas a su uso, como por ejemplo em nuestros hogares, donde el agua forma parte del gasto doméstico de los hogares. Por lo tanto, es un recurso natural utilizado a lo largo de todo el ciclo de vida de las prendas de ropa.

Cada año, la industria de la moda usa 93.000 millones de metros cúbicos de agua, lo cual sería suficiente para satisfacer necesidades de consumo de cinco millones de personas.

Además del agua, los compuestos químicos también son una fuente de impacto importante. Estos están presentes a lo largo de toda la cadena productiva, desde los cultivos de algodón, donde se utilizan para hacer crecer la planta a una velocidad superior a la natural, a través de fertilizantes y pesticidas, a los procesos de transformación industrial, blanqueo de algodón, suavizantes, tintes y pinturas para estampar. Y también en nuestros hogares, con los detergentes que utilizamos para lavar la ropa. Solo en el cultivo de algodón se utilizan el 16% de los pesticidas consumidos en todo el mundo.

Estos tres impactos están íntimamente vinculados entre ellos y, combinados, originan procesos de desestabilización ecosistémica y generan consecuencias como procesos de desertificación, como el caso del Mar de Aral, donde el cultivo de algodón y su demanda de agua constante acabó secando las cuencas hidrográficas de los ríos que desembocaban en él, dejando como resultado una cama seca y con un suelo altamente contaminado por todos los químicos utilizados durante los procesos de cultivo de algodón. Esta desestabilización ecosistémica, además, desencadenó un proceso migratorio de la población que vio como su principal fuente de alimentación y de vida desaparecía.

Un 20% de las aguas residuales del mundo provienen del teñido y el tratamiento de textiles.

Los impactos ambientales del sector textil son ampliamente conocidos e identificados, conllevan una serie de consecuencias graves a nivel ecosistémico e influencian en el funcionamiento vital, ya sea natural o social, de las poblaciones y los seres vivos vinculados a los territorios donde se originan, a menudo lejos de los ojos del Norte global.

La energía, los combustibles fósiles y las emisiones de CO₂

Revolución industrial, combustibles fósiles e industria textil forman parte de un mismo imaginario y de una misma evolución histórica. Los combustibles fósiles están íntimamente vinculados a la industria textil y de la moda porque son los impulsores energéticos vinculados a los procesos de transformación industrial, se utilizan como energía primaria usada en el transporte de mercancías y en el comercio internacional, a la vez que forman parte de la mayoría de las composiciones textiles que hoy vestimos.

La globalización ha construido cadenas de suministro largas y lejanas. Impulsada por una fuente de energía y un combustible difícilmente sustituible, el transporte de mercancías textiles actualmente participa en la generación de emisiones de CO₂ a escala global. La emisión de GEI (Gases de Efecto Invernadero) se identifica, también, en los procesos industriales de transformación de fibras a hilos, de hilos a tejido, tinturas y acabados. Se estima que la industria de la moda es la responsable entre el 8 y el 10% de las emisiones de CO2 globales, según datos de las Naciones Unidas.

Pero el petróleo, como combustible fósil, no solo se utiliza para mover todo el engranaje energético, sino que también está presente en nuestra indumentaria. Las fibras sintéticas hechas de esta sustancia han dominado el mercado textil desde los años 90 y, actualmente, se estima que representen el 64% del total de fibres utilitzades a nivell mundial.

Producción mundial de fibra el 2021 (en millones de toneladas). Font: Textil Exchange, 2022

El uso intensivo de agua y energía para los procesos industriales de transformación y la emisión de CO₂ que va desde los 2,2 kWh por kg de fibras en el caso del poliéster, hasta los 8,3 kWh por kg de fibras en el caso de la poliamida, provoca un alto impacto ambiental.

Un aspecto determinante en cuanto a impacto ambiental de esta tipología de fibras es, precisamente, estas mismas fibras convertidas en residuos. La descomposición de estas fibras en micropartículas, ya sean liberadas por el uso, en los lavados o cuando se descomponen en los vertederos, es uno de los impactos más alarmantes hoy en día. Estos microplásticos ya han entrado a la cadena trófica a través del agua o del aire y son, en la actualidad, uno de los retos más urgentes a investigar y a solucionar por el sector.

Residuos: demasiada producción y demasiado consumo

Uno de los impactos más visibles y palpables de la industria textil y de la moda, fruto del modelo productivo industrial lineal y de la sobreoferta y sobre consumo, son los residuos textiles. La oferta y la renovación constante para seguir las tendencias y las novedades a bajo coste que promueven las cadenas de moda rápida fomentan un consumo masivo e irreflexivo.

En este contexto, se combinan dos obsolescencias promovidas desde medios de los años 50 del siglo pasado para promover el consumo y levantar las economías mundiales: la obsolescencia programada y la obsolescencia percibida. Entendemos por obsolescencia la pérdida de calidades y funcionalidades propias de los objetos. En este caso, la obsolescencia programada hace referencia a la pérdida de funcionalidad a causa de las condiciones físicas del objeto, como podría ser la calidad de los productos textiles, la pérdida de color o de forma original después de un lavado y las bolas en el tejido, etc. En cambio, la obsolescencia percibida hace referencia a variables más intangibles como el aspecto, las combinaciones de color, los cortes y patrones, etc. Podríamos decir que serían el origen de las tendencias, y su objetivo principal es que el consumidor, rápidamente, perciba que el producto ya no está actualizado. Con todo, la duración de los productos textiles y de moda en los armarios de los consumidores cada vez es inferior; la usabilidad de los productos disminuye y encontramos ratios de entre solo 3 y 4 usos por pieza como media. La durabilidad, pues, pasa a ser uno de los temas clave y más relevantes del debate actual en el seno de la industria.

La nueva legislación europea, que está haciendo tambalear la industria textil a través de nuevas políticas ambientales que afectan directamente a los productos textiles, aborda esta cuestión desde una visión puramente física del producto. La durabilidad, como propiedad física de los textiles, se regulará, pero las políticas están obviando la otra cara de la moneda. Veremos cómo se abordan estas cuestiones relacionadas con los intangibles, las tendencias, las emociones y los efectos hacia los productos que nos visten.

Estas obsolescencias, junto con un modelo de producción lineal -producción, consumo, rechazo-, son las responsables de la generación de más de 160.000 toneladas de residuos textiles anuales solo en Cataluña. De estas, actualmente el sistema es capaz de gestionar entre el 11 y el 12%, unas 19.000 toneladas. Y de estas solo se quedan en el territorio como productos para ser revendidos y reutilizados un 5% y, para ser reciclados, entre un 1 y un 8%. Esto significa que el resto, la mayor parte de residuo textil, actualmente se exporta como ropa de segunda mano a otros países (generalmente del Sur global), donde existen pocos mecanismos y sistemas de gestión de residuos y la ropa acaba en vertederos descontrolados.

Esta pérdida de recursos generados por el modelo productivo y de consumo que fomenta la moda rápida es el que la llamada economía circular quiere resolver. Conseguir borrar del mapa el concepto de residuo y transformarlo en recurso, maximizar los usos de los productos a través de estrategias de reutilización y recirculación de componentes y alargar el máximo la vida útil de los productos son los pilares de este modelo productivo que las políticas europeas quieren impulsar. Para que esto sea una realidad, la industria textil se enfrenta a varios retos, desde retos tecnológicos, a retos de organización a nivel sistémico y regional, como también retos vinculados con los materiales resultantes de procesos de reciclado de círculo cerrado para no perder las funcionalidades, características y calidades físicas de las fibras textiles recicladas.

La economía circular permite repensar el actual modelo productivo, desacoplando el uso intensivo de recursos del incremento productivo y el crecimiento económico. Lo hace a través de la optimización y la eficiencia en el uso de los recursos. Lo que es relevante en este modelo de transformación, y donde se tiene que poner foco, es en el modelo de gobernanza de esta economía circular futura. La acumulación de recursos por parte de las grandes corporaciones, en este caso de material textil reciclado o de piezas de segunda mano, puede acontecer clave en un futuro próximo, cuando las nuevas legislaciones obligarán a incorporar material reciclado en todos los productos. Por lo tanto, cómo se gestionan y se gobiernan los sistemas de circularidad desde el ámbito local, pero también con una perspectiva globalizada, tiene que acontecer uno de los temas centrales en las investigaciones e investigaciones vinculadas al sector.

Sur global, colonialismo y extractivismo

Escribir sobre la industria textil y de la moda y sus impactos implica, también, visibilizar los aspectos sociales y laborales vinculados a lo largo de toda la cadena productiva. Históricamente, la industria textil se ha vinculado directamente a los procesos de colonialismo y esclavitud a través del cultivo de algodón a lo largo de toda la América Central y Latina, pero también en las regiones asiáticas de China, la Asia Meridional, India o Bangladesh, en las regiones de la Asia Central, Uzbekistán, Kazajistán, y en otras regiones del continente Africano. La esclavitud moderna, referida a condiciones que van desde el trabajo forzoso hasta trabajos sin protecciones y derechos laborales, condiciones precarias e infrasalarios, es la herencia de este colonialismo vinculado a la fuerza laboral y a los derechos humanos. Está presente a lo largo de toda la cadena textil, especialmente en los cultivos de la agricultura textil, donde las condiciones laborales a menudo son peligrosas debido a la exposición constante de químicos y a las largas jornadas laborales de los procesos de manufactura en talleres y fábricas.

Personas trabajando en una fábrica textil. Autor: Rio Lecatompessy, vía Unsplash

Algunas organizaciones internacionales trabajan desde hace años para garantizar los derechos sociales y laborales a lo largo de la cadena de suministro textil. La explotación infantil, la exposición a químicos, las largas jornadas laborales, la prohibición de sindicarse, la carencia de un salario digno o prácticas nocivas para los acabados textiles como el sandblasting, etc. son solo algunos de los aspectos que visibilizan organizaciones internacionales como Clean Clothes Campaign, Greenpeace, Fair Fear Foundation o la más reciente Fashion Revolution, creada a raíz del derrumbamiento del edificio del Rana Plaza el 2013, donde murieron más de un millar de trabajadoras textiles.

La cadena productiva textil es muy larga y, a menudo, poco transparente. En general, las empresas conocen sus proveedores directos, que confeccionan las prendas de ropa y entregan la pieza ya acabada y empaquetada lista para vender. Lo que desconocen, o tienen poco acceso a información, es el engranaje que hay desde la transformación y obtención de la materia prima, es decir, desde el tratamiento de la fibra de algodón, la hilatura, la textura, la tintura y los acabados, hasta los talleres subcontratados donde se acaban confeccionando grandes pedidos sin garantías laborales.

Para solucionar esta falta de conocimiento o transparencia, la Comisión Europea, a través de las nuevas políticas ambientales, ha propuesto que todos los productos textiles lleven un pasaporte digital para dar a conocer toda su cadena productiva. Otras legislaciones pioneras ya impulsaron y visibilizar este aspecto de transparencia; es el caso del Reino Unido con la Modern Slavery Act (2015), una ley que promueve la visibilización de la cadena productiva por parte de las marcas. Otra iniciativa, también emergida de las tierras anglosajonas, es el índice de transparencia que promueve la organización Fashion Revolution antes mencionada. En este caso, la organización se encarga de publicar una ratio de marcas que van de más a menos transparentes, según la información pública de sus cadenas de producción.

Todavía faltan mecanismos para garantizar los derechos laborales a lo largo de toda la cadena textil. Ya veremos si las nuevas legislaciones provenientes de Europa tienen capacidad de incidencia en los productos que entran al mercado europeo. Lo que sí veremos en un futuro muy próximo es como los productos serán evaluados en función de sus impactos, ya sean naturales como sociales.

Consumo

La palanca que hace mover el engranaje productivo es, sin duda, el consumo. El actual binomio producción-consumo se retroalimenta en el presente sistema capitalista en el cual estamos inmersos. Existen varios estudios donde se afirma que el incremento del consumo tiene una relación directa con el coste ambiental y social del planeta. Por lo tanto, hay que presentar fórmulas alternativas al consumo desenfrenado e irreflexivo que fomenta la moda rápida.

Varias estrategias enmarcadas en el concepto de economía circular nos proponen cambiar el paradigma y pasar de ser consumidoras a usuarias. De este modo podemos construir modelos de acceso en la ropa alternativos, como por ejemplo bibliotecas de ropa, negocios basados en el alquiler, espacios de reparación o de intercambio, etc. Hay que pasar de un modelo de consumo a un modelo de uso. Para hacerlo, hace falta que empresas y usuarias/consumidoras se articulen conjuntamente y anden en la misma dirección.

La extralimitación y la capacidad de carga del planeta

La moda, y todo el sector textil en general, han participado en la extralimitación y la superación de la capacidad del planeta. Actualmente, el sector tiene una deuda ecosocial pendiente. Es urgente que la industria y las empresas comercializadoras y distribuidoras de moda creen productos sanos y seguros para el entorno y para las personas. El concepto de sostenibilidad, ampliamente utilizado e interpretado desde varias cosmovisiones y aplicado desde múltiplos perspectivas, nos interpela directamente cuando nos preguntamos qué es lo que realmente queremos sostener. Sostener la vida tendría que ser el objetivo común. Sostenerla desde perspectivas ecosociales de bienesta.

Barco de carga. Autor: Ian Taylor, vía Unsplash

La moda es un fenómeno y una industria global, pero genera unas consecuencias locales y regionales muy identificadas y ampliamente analizadas. Las responsabilidades a lo largo de la cadena también son diversas:

  • La industria productora (marcas, talleres, fábricas, etc.) tiene la responsabilidad de garantizar que los productos sean sanos y seguros, es decir, libres de tóxicos y químicos peligrosos. Es responsable de la cadena de valor, que se tiene que cuidar en términos sociales y ambientales.

  • La administración tiene la responsabilidad de proteger y fomentar el desarrollo local y regional textil y cuidar las pequeñas y medianas empresas que generan economías locales territoriales. Tiene que evitar la pérdida de eslabones de la cadena en el territorio, puesto que esta rotura propicia un proceso de deslocalización y, como consecuencia, se acaba perdiendo el tejido industrial local. Por eso, hacen falta políticas públicas de desarrollo local vinculadas a reforzar el entramado industrial textil del territorio.
  • Las usuarias/consumidoras tenemos la responsabilidad de realizar más buenas decisiones de compra e informarnos sobre los productos que adquirimos. Necesitamos tiempo, también, para organizarnos colectivamente, explorar otras vías de acceso a los recursos textiles y participar en iniciativas colectivas de intercambio. De este modo podremos gestionar mejor los recursos textiles que ya están confeccionados y pueden circular y recircular de persona a persona, de familia a familia.

Como conclusión, no tenemos que olvidar que necesitamos modelos basados en las ya muy antiguas 3R: Reducir-Reutilizar-Reciclar. Sin embargo, lo que necesitamos, y con urgencia, es, sobre todo, Reducir-Reducir-Reducir. Somos lo que vestimos y todavía queda mucho porhacer.

Para saber más

Para ampliar la información del artículo, se puede consultar la qué hacen las siguientes organizaciones:

Este artículo es posible gracias a personas que colaboran con OPCIONS

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