Un bien común, un common, consiste en un bien que es compartido por todas las personas que interactúan con él o contribuyen en su creación, empoderándolas. De hecho, gran parte de la organización de la vida cotidiana y de la propia actividad humana pasa por lógicas del bien común, no privativas. Un ejemplo claro es la economía doméstica y de las curas que, de hecho, han resuelto gran parte de las necesidades que tenemos y que están adoptando parte de lo que antes se cubría a través del estado del bienestar. Pero en el discurso económico hegemónico tan sólo se plantea el binario entre mercado y Estado como los dos únicos modelos de organización de la producción, cuando en realidad existe este tercer modelo: el del procomún.
Internet nació y se desarrolló como un bien común, como un espacio compartido construido de manera descentralizada, dónde la propiedad debía ser colectiva. Pero desde entonces se han sucedido diversas corrientes para acceder y compartir espacios en la red, más corporativas y con condiciones de utilización que han perdido la dimensión de procomún, con un control de los procesos y un resultado de carácter privativo. Todo empezó con el 2.0, cuando empresas como Google, Yahoo o Facebook desempoderaron a las comunidades mercantilizando Internet, es decir, buscando un uso privativo. Ahora hay una nueva corriente que ha aprovechado el auge de la economía colaborativa y ha permitido a empresas como Uber o Airbnb continuar con el proceso de desempoderamiento. Pero esta última cuestión abre un debate que no analizaremos en este estudio.
Sin embargo, la mayoría de comunidades emergen fuera de estos grandes players o grandes corporaciones, siguiendo una lógica más cercana a la originaria de Internet: una red de redes como bien común. Y no siempre estas opciones que surgen desde la lógica procomún resultan minoritarias, sino que en muchos casos dominan en ciertas áreas, como es el caso de la Wikipedia en la industria de las enciclopedias.
Mayo Fuster, activista e investigadora del Internet Intedisciplinary Institute de la Universitat Oberta de Catalunya, explica que ante la gestión inicial de Internet, procomún, surgió como alternativa la visión privativa del capitalismo. Es en este orden, y no en el inverso. Y, según las reglas del juego preexistentes, Internet es de todos y para todos. Si nos fijamos, en Internet se habla mucho de comunidades y no es casualidad, porque, de hecho, el concepto de ‘comunidad virtual’ lo desarrolló un psicodélico que venía de la contracultura californiana de los años 60, donde se originó el uso social de Internet.
¿Quién vigila que Internet responda a un modelo de bien común? ¿Cómo?
En el Internet Governance Forum se trabaja por consenso y con una gestión multistakeholder (múltiples partes interesadas a nivel internacional: grupos autónomos interconectados como reflejo de la sociedad civil, sector privado, gobiernos, comunidades académicas y de investigación y organizaciones nacionales e internacionales) para crear políticas y estándares compartidos que mantienen la interoperabilidad global de Internet para el bien público. En abril de 2014, a partir de la iniciativa NetMundial del gobierno de Brasil, se definieron unos principios de gobernanza de Internet para que sea realmente un commons. Aspectos como la interconexión, el intercambio de tráfico, la compatibilidad (los protocolos y la interoperabilidad), las reglas de acceso, etc., son los aspectos de Internet que resulta más importante gestionar bajo el paradigma del bien común. El objetivo es contribuir a la creación de un marco adecuado para la gobernanza de un Internet inclusivo, multisectorial, efectivo, legítimo y en evolución.
Además, considerando que los derechos humanos son universales, tal y como indica la Declaración Universal de los Derechos Humanos, éstos también deberían constituir la base de los principios de la gobernanza de Internet. Porque los derechos de las personas fuera de Internet también tienen que estar protegidos en Internet.
En Internet no se nos da a todos el mismo acceso a la información
Tracking, blocking, throttling, paid priorization… Parece un trabalenguas, pero en realidad son prácticas que ocurren a diario y que nos afectan directamente. Están relacionadas con el concepto
de no neutralidad, que significa que los servidores no dan a todo el mundo las mismas posibilidades de acceso a la información de la red. Por ejemplo, bloqueando las visitas a ciertas páginas (blocking), o ralentizando o acelerando intencionadamente estos accesos (throttling), y además haciéndolo en función de la cantidad que pague el navegante (cliente).
Prácticamente todas las webs lo practican y nosotros somos las principales víctimas. Organizaciones como W3C (pro estándares abiertos), EDRI.org (pro privacidad y protección de datos), APC (pro acceso universal), pro commons (Netmundial, The Green Group, The Commons NetWork, Heinrich Foll Fundation), Internet society (ISOC.org), y Electronic Frontier Foundation (EFE.org) velan para asegurar un acceso universal a Internet, respetando los derechos humanos de las personas.