El calentamiento global y el cambio climático han pasado a primer plano como un tema clave para el desarrollo sostenible. Desde la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC) y el Protocolo de Kioto de 1997, tanto las autoridades como las empresas han desarrollado varias medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). El sector funerario no ha sido precisamente el primer sector a sumarse pero, poco a poco, algunas funerarias están adoptando medidas para reducir los GEI de sus actividades, bien a través de la reducción del consumo de energía de sus crematorios y tanatorios, bien incorporando coches eléctricos o híbridos a su flota. También se están introduciendo productos con menor impacto ambiental, como féretros de madera certificada, recordatorios de papel reciclado o urnas biodegradables.
La contaminación del sector funerario
Es complicado especificar las emisiones de GEI de toda la actividad funeraria del país. Las actividades propiamente contaminantes del sector funerario y de los productos que se emplean quedan diluidas en diferentes capítulos del Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero. Aunque no tengamos descritos los efectos ambientales de la actividad funeraria, las cerca de 150.000 cremaciones y más de 260.000 inhumaciones anuales en el Estado español dejan una huella ecológica.
En 2014, uno de los principales grupos funerarios calculó por primera vez su huella de carbono. La actividad incluía varios tanatorios (con casi 10.000 servicios anuales), crematorios (más de 6.000 servicios) y cementerios (más de 4.000 servicios), las oficinas de tramitación y el centro de operaciones. Sumó las emisiones:
- Directas: GEI que se producen por la combustión de gasoil o gas natural en las calderas de agua sanitaria y calefacción en tanatorios y oficinas, en crematorios, y por la combustión de gasoil en la flota de vehículos. Era casi el 30 % del total.
- Indirectas, asociadas al consumo de energía: GEI emitidos durante la generación de la electricidad consumida por la funeraria, pero que ocurre físicamente en las centrales productoras. Era más del 30 % del total.
- Indirectas, no incluidas en el apartado anterior: GEI emitidos por la producción de los combustibles fósiles, la madera de los féretros o los productos químicos empleados en la tanatopraxia, por el desplazamiento de los trabajadores hasta el puesto de trabajo, y las emisiones asociadas a la gestión de los residuos generados. Era casi el 40 %.
La huella de carbono media resultante superaba los 240 kg CO2 equivalente por servicio prestado. Es uno de los datos más aproximados y actuales de la huella de carbono de un servicio funerario en el Estado. Este valor sería equivalente, según datos de la Environmental Protection Agency, al total de carbono que absorben unas seis coníferas cultivadas durante 10 años. O las emisiones de CO2 que generaría el consumo de medio barril de petróleo.
Tierra o fuego
Un funeral nos obliga a tomar decenas de decisiones. Uno de los primeros interrogantes a los que nos enfrentará la funeraria será: ¿cremación o entierro? La comparación es compleja. En contra del entierro surgen, entre otros, los argumentos siguientes: la ocupación de espacio, que queda hipotecado; la incorporación en el entorno de materiales sintéticos o tóxicos del féretro (como tejidos acrílicos o barnices de base disolvente), y el impacto ambiental de la gestión de los cementerios (por ejemplo, de los residuos florales y de los lixiviados de los nichos). Los principales argumentos en contra de la cremación se centran en el consumo de energía y el combustible fósil que se quema en los hornos; la proliferación de urnas y materiales no biodegradables en entornos naturales, y la contaminación atmosférica y los efectos sobre la salud humana de los crematorios.
Identificar qué opción es la menos perjudicial para el medio ambiente depende, en gran medida, de la regulación funeraria, que concreta qué entendemos por cremación y entierro y condiciona la balanza de las virtudes ecológicas. Idealmente, y sin valorar la ordenación urbanística, inhumar un cuerpo en la tierra, sin féretro y convenientemente alejado de aguas subterráneas, parecería la opción de menos impacto ambiental. Pero mientras la legislación española no permita el entierro del cuerpo en contacto directo con la tierra, no se puede considerar. La excepción, no exenta de polémica, se encuentra en algunos cementerios españoles que permiten esta práctica en funerales de ciertas religiones.
El impacto ambiental de una cremación varía dependiendo de la instalación, pero también del material del féretro y de lo que contiene
Por otro lado, desde que en 1964 la doctrina católica aceptó la práctica de la cremación, más de un tercio de los sepelios que se celebran en España son incineraciones. La regulación que hace referencia al consumo de combustibles fósiles, filtros de emisiones, proximidad a viviendas o requisitos de materiales que entran en el horno, no está unificada (cada comunidad ha regulado a su criterio, y los municipios pueden establecer requisitos extra). Por eso, el impacto ambiental de una cremación varía dependiendo de la instalación, pero también del material del féretro y de lo que contiene.
¿Las cenizas son un problema ambiental?
Está bastante extendida la idea de que el principal impacto ambiental del sector funerario es la dispersión de las cenizas de los difuntos. Resulta sorprendente, puesto que las cenizas son el producto de la combustión de la materia orgánica del cuerpo difunto y del féretro. Solo quedan sustancias inorgánicas no combustibles, como sales minerales. Todos los metales del féretro o las posibles prótesis se extraen de las cenizas que se entregan a la familia y se reciclan. Por otro lado, las sustancias tóxicas volátiles que se generan en la combustión tendrían que quedar atrapadas en los filtros.
Las cenizas funerarias no son un problema ambiental. El impacto ambiental significativo de una cremación puede provenir del resto de materiales que a menudo se abandonan junto a las cenizas por un lado, y de las emisiones del crematorio, por otro. Cintas, flores de plástico, la misma urna metálica, placas conmemorativas, figuras religiosas y otros objetos propios del difunto que acostumbran a acompañar las cenizas. Es cierto, sin embargo, que dispersar las cenizas en lugares evocadores con un significado especial (como espacios naturales, iglesias y monumentos), ha generado algunos problemas por sobrefrecuentación. Es conocido el caso de Almonte (Huelva), donde los pantanos de El Rocío mostraban urnas, flores y ornamentos funerarios cuando bajaba la marea.
Algunos cementerios han habilitado espacios verdes o bosques donde está permitido el entierro de urnas biodegradables con cenizas
Hay ayuntamientos que prohíben depositar cenizas en ciertos lugares, pero tampoco existe en el Estado ninguna normativa de carácter general que regule su destino, ni la obligación de depositar o sepultar las cenizas en el interior de un cementerio. Actualmente solo un tercio de las urnas acaban en recintos funerarios, en sepulturas tradicionales o columbarios. Algunos cementerios han habilitado espacios verdes o bosques donde está permitido el entierro de urnas biodegradables con cenizas. Es el caso del Jardín de los aromas en el cementerio de Montjuïc de Barcelona, el Bosque del silencio en el Cementerio de Collserola, o los espacios de Árbol familiar, Bosque de la calma o el Camino del bosque en el cementerio de Roques Blanques en El Papiol, todos ellos en la provincia de Barcelona. Se desconoce el destino de los otros dos tercios de urnas.
El otro foco de contaminación de una cremación provendría de las emisiones de los hornos. Según la «Radiografía del Sector Funerario. 2017» de Panasef, existen 380 crematorios en España que realizan, entre todos, 452 incineraciones diarias, de media. Para aumentar la temperatura de las cámaras hasta los 700-850 °C los hornos queman combustibles fósiles que generan GEI. Y además, muy pocos disponen de filtros adecuados para retener ciertos tóxicos que se pueden generar en altas temperaturas. A pesar de que los crematorios están sometidos a controles de emisiones periódicos y que la regulación relativa a las emisiones es exigente, difiere según el rincón de la península. Sin embargo, se debe decir que, ante el cómputo de emisiones de otros sectores industriales, se tiene que relativizar el impacto ambiental de los crematorios, al menos en cuanto a emisiones de GEI.
Pero el destino de los restos mortales no es el único factor a considerar cuando se quiere minimizar el impacto ambiental de un funeral. En un ecofuneral se tienen en cuenta también los materiales del féretro, el tipo de ornamentos o las características de los recordatorios.