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El reto de mejorar los usos del tiempo pide políticas concretas

Ayuntamientos, entidades y empresas renuevan el pacto del tiempo para avanzar hacia horarios que mejoren la salud y el bienestar.

Proponemos un posible día utópico: una jornada de 24 horas donde el tiempo no es un elemento que se nos tira encima o tenemos que ir persiguiendo, sino algo que disponemos eficientemente y de acuerdo con las necesidades de nuestro cuerpo. En este día utópico, una familia con dos hijos ha conseguido hacer un uso racional del tiempo: se levantan a las siete de la mañana para llevar los niños a la escuela a las 8.30, media hora antes del que estamos habituados. Los padres también llegan antes al trabajo y hacen todas las horas seguidas, con pequeñas pausas para recuperar la concentración. No necesitan hacer largas pausas para hacer un segundo desayuno, porque tienen jornadas más compactadas, algunos días de teletrabajo o pueden comer en el trabajo en media hora, sabiendo que acabarán antes la jornada laboral. Coincidirán con la hora de salida de la escuela de los hijos, hacia las 16.30, y mientras estos hagan extraescolares, ellos podrán ir a hacer la compra o encargos. A las siete ya estará todo el mundo a casa (y también los comercios podrán cerrar antes), para cenar a las 20.00, mirar un poco la televisión (con programas de gran audiencia que empezarán a las nueve), y leer un poco antes de cerrar los ojos hacia las 23.00.

Hace falta un cambio cultural, pragmático y estructural para cambiar los horarios

Para que esta posible utopía se haga realidad, no solo hace falta que esta familia le ponga ganas, también depende de que administraciones y empresas fomenten un cambio cultural, pragmático y estructural para cambiar los horarios. Esto está todavía lejos de lograrse.

Actualmente, estamos acostumbrados a días largos, que empezamos cansados y acabamos agotados. Días acelerados y ajetreados que, mirados con lupa, muestran ratos muertos, largas pausas en el trabajo, mucho rato para comer, prisas para ir a comprar cuando salimos del trabajo al atardecer, programas de televisión que empiezan a horas intempestivas y comidas que son las más tardías de Europa y prácticamente del mundo. El uso del tiempo que tenemos en España es ineficiente y genera sobrecarga y estrés, que mayoritariamente asumen las mujeres, responsables, todavía, de la mayoría de tareas de cuidados y del hogar.

El uso del tiempo que tenemos en Cataluña es ineficiente y genera sobrecarga y estrés

Pero desde hace años hay activistas, empresas e instituciones públicas que hacen pequeños pasos para mejorar los usos del tiempo. Y la pandemia, el confinamiento, el teletrabajo y todos los cambios que comportaron en las rutinas de buena parte de la ciudadanía han reavivado el debate y han puesto de manifiesto que los horarios se tienen que cambiar.

El cambio de hora

El debate es recurrente y vuelve cada vez que cambia el horario de verano a invierno o al revés. Se ha visto estos días previos al cambio de horario, cuando se ha vuelto a discutir sobre la necesidad o no de hacer girar la aguja del reloj. Y es que el caso de España es especialmente polémico: desde 1940, y a raíz de una decisión del dictador para alinearse con sus aliados, el país tiene el huso horario de Alemania y del Este de Europa, a pesar de que le correspondería la hora del Reino Unido. Esto hace que, en verano, todavía haga sol más allá de las nueve de la noche. El cuerpo entiende que mientras haya luz la actividad continúa, y entre otras cosas, por este motivo tenemos las comidas tan atrasadas: prácticamente nadie más en el mundo come a las 14.30 y cena a las 21.30, horas que aquí son normales. Esto lo atrasa todo, dormimos peor, somos menos productivos en el trabajo y, por tanto, pasamos más horas en el trabajo.

Esta adecuación del cuerpo al paso del sol es el ritmo circadiano, las oscilaciones biológicas que tenemos según la hora del día. Algunos ejemplos: de 3.00 a 7.00 de la madrugada, la temperatura del cuerpo es la más baja del día, y los reflejos también. Es lógico que durmamos en estas horas. De 6.00 a 8.00 de la mañana, es cuando el cuerpo genera más sensibilidad a la insulina y, por lo tanto, absorbe mejor los dulces; pero no todo el mundo se puede levantar tan temprano para desayunar, sobre todo si ha ido a dormir tarde después de volver del trabajo al atardecer y cenar muy entrada la noche. A lo largo de la mañana, de 9.00 a 13.00, logramos el pico de nuestra capacidad cognitiva y de memoria. ¿Por qué, pues, tendríamos que hacer largas pausas en el trabajo perdiendo esta oportunidad? De 16.00 a 18.00 perdemos la concentración, pero la mayoría de la población todavía trabaja a estas horas, igual que de 17.00 a 20.00, cuando nuestro cuerpo preferiría estar haciendo deporte porque es cuando tiene la máxima temperatura, fuerza y elasticidad. A partir de las 21.00, el cuerpo ya empieza a generar melatonina para prepararse para ir a dormir.

Todo esto se debatió la última semana del mes de octubre del 2021, no solo por el cambio temprano, sino en el marco de la Time Use Week, una semana de conferencias celebrada en Barcelona en la que empresas, entidades y administraciones han analizado los beneficios de un cambio de horarios. Las propuestas han ido más allá de la reforma horaria, y se han centrado en las acciones concretas que pueden hacer los diferentes agentes ciudadanos para adecuar los ritmos diarios a las necesidades biológicas. La conclusión es clara: hay mucho por hacer y vamos tarde.

Una dona fa teletreball a casa seva | Autora: Julia M Cameron
Una mujer hace teletrabajo en su casa | Autora: Julia M Cameron

«La Time Uso Week recoge el legado de la iniciativa por la reforma horaria, que nació el 2014, y el 2017 consiguió que se aprobara un pacto en el cual la Generalitat y más de 100 instituciones y organizaciones se comprometían a emprender cambios estructurales y culturales para tener unos horarios mejores en 2025. Faltan cuatro años y todavía estamos muy lejos, tenemos que apretar el acelerador», advierte Marta Junqué, co-coordinadora de la Time Uso Week.

Crece el interés académico

El paso de la iniciativa por la reforma horaria a una serie de debates que intentan ir más allá también vino por la constatación que hay un gran interés en el mundo para investigar sobre los usos del tiempo.

En la Time Uso Week han participado 200 investigadores y se han explicado las experiencias de diferentes países. “En Europa, los más interesados son Alemania, Francia o Italia. Por ejemplo, los dos últimos tienen oficinas públicas del tiempo que velan para que las políticas del tiempo se cumplan en todos los departamentos de la administración”, destaca Junqué. Admite que en España el camino a recorrer es más largo, por las características de nuestro sistema horario y porque hay una larga tradición de presencialismo en el trabajo. “Estamos a favor de suprimir el cambio de hora de verano a invierno, porque desde el punto de vista de la salud es muy perjudicial, y con la alta incidencia de la tecnología en nuestras vidas que tenemos hoy en día, ya no compensa el hecho de tener más horas de sol por la mañana. Pero esto es una competencia europea y estatal, y tenemos que mirar más allá: el pacto del tiempo quiere entender los procesos globales que limitan nuestra capacidad para cambiar los horarios. En este sentido, tenemos que hablar de procesos como la desconexión digital, la reducción de jornada, los horarios del entretenimiento, etc.”, detalla Junqué.

El pacto del tiempo es un compromiso de las administraciones, empresas y agentes sociales para mejorar en los horarios

Pero, ¿qué es el pacto del tiempo? Es un compromiso de las administraciones, empresas y agentes sociales para mejorar en los horarios, y recientemente se ha renovado con la llamada Declaración de Barcelona, que han firmado patronales como Fomento y Pimec, y los principales sindicatos, con la idea que la reforma de los horarios tiene que ser internacional y atendiendo a todos los procesos estructurales. En muchos casos, este compromiso se basa en recomendaciones y campañas de comunicación, pero también se han llevado a cabo políticas y medidas concretas, a pesar de que hacen falta más para avanzar.

Algunas de las medidas que han llevado a cabo las administraciones son el adelanto de una hora del cierre de los comercios en invierno (desde hace cuatro años, tienen que cerrar como máximo a las nueve y no a las diez) o el decreto del teletrabajo en la función pública, que aprobó de forma premonitoria el Gobierno justo antes de la pandemia, una norma pionera que pone de manifiesto que determinados trabajos se pueden hacer desde casa para favorecer la conciliación.

Estos son pequeños pasos para solucionar problemas que son estructurales. Los expertos señalan diferentes ejes en los cuales una buena gestión del tiempo puede mejorar la vida de las personas: salud, educación, cuidados, participación, servicios a la ciudad, trabajo y movilidad. “El problema es global, y de entrada es una cuestión de pedagogía: sabemos qué es una dieta saludable, pero no cómo vivir de forma saludable el tiempo. Esto genera pobreza del tiempo, y afecta muy especialmente a las mujeres y a la población con rentas más bajas”, explica Junqué. Destaca el estrés que sufren las mujeres, que todavía asumen casi todos los trabajos de cuidados, o los horarios que hacen las personas con menos recursos, que además son las que viven más lejos y tienen que sumar el tiempo de transporte. “Cuando hablamos de consumo responsable también es esto, pensar quién hay detrás del servicio que obtienes, y qué horario hace”, recuerda. La carencia de unos horarios más saludables impide dedicar tiempos a un consumo consciente y fomenta las compras aceleradas. También dificulta a los ciudadanos participar en el tejido asociativo: un informe de la Federación de Asociaciones Vecinales de Barcelona del pasado mas de mayo mostraba que los vecinos de la ciudad que trabajan solo dedican de media 2,3 horas semanales a la vida asociativa.

“Nos dejamos llevar por la sensación que se tiene que ser productivo, que se tienen que hacer cosas por hacerlas, cuando lo que haría falta es hacer más formación para gestionar el estrés, ya desde la escuela”, explica Maria Antonia Carmona, experta en coaching del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña. “Creo que todas las medidas que se aprueben para mejorar los horarios o temas como el teletrabajo tendrían que ir acompañadas de herramientas psicológicas para poder gestionarlo bien”, añade.

Las acciones más perceptibles son las que quedan en un plano más local. Por eso, la tarea de los Ayuntamientos es tan importante. Esplugues de Llobregat, Sant Boi, Argentona, Sant Cugat o Terrassa son consistorios con medidas pioneras en este sentido, liderados por grandes ciudades como Barcelona o Girona.

En esta última ciudad, una de las primeras medidas que se llevaron a cabo fue crear, el 2014, un convenio de la reforma horaria con el Colegio de Periodistas, para respetar los horarios de las ruedas de Prensa o los plenos del Ayuntamiento, que hasta entonces se alargaban hasta la madrugada. También se creó la red gerundense de la reforma horaria, para compartir acciones y preocupaciones con las 65 empresas y entidades inscritas, que intentan avanzar en medidas como la jornada compactada o el adelanto de las comidas. “Al principio costaba un poco, pero cada vez la respuesta es mejor, sobre todo después de la pandemia y después de ver que estas medidas comportan buenos rendimientos”, explica Glòria Plana, cuarta teniente de alcaldía y responsable del área de promoción económica.

Una educadora presta el servei de canguratge municipal del Projecte Concilia. Foto: Ajuntament de Barcelona
Una educadora presta el servicio de canguro municipal del Proyecto Concilia. Foto: Ayuntamiento de Barcelona

En Barcelona, la medida más potente es la creación a raíz de la pandemia del proyecto Concilia, un servicio de canguro municipal destinado a las familias más vulnerables, especialmente las monoparentales. Desde 2003, se han llevado a cabo más de 70 actuaciones: los patios abiertos (más de 50 patios escolares abiertos en los barrios para fomentar el tiempo familiar); el proyecto Tiempo para Ti (un servicio de cuidados a niños y niñas con alguna discapacidad); la política de reducir los precios de las actividades en centros cívicos si el padre o la madre hace una actividad a la misma hora que el niño; o la incorporación del criterio del buen uso del tiempo en la contratación pública de empresas. El Ayuntamiento, además, ha incorporado preguntas sobre el tiempo a sus encuestas municipales.

“Barcelona hace más de 15 años que trabaja en ello. El 2003 se estableció una concejalía específica, una de las primeras de Europa. Y todo viene del movimiento feminista, de reclamar el tiempo como derecho de la ciudadanía y poner de manifiesto las desigualdades específicas que derivan de una mala distribución del tiempo”, explica Sònia Ruiz, directora de Servicios de Género y Políticas del Tiempo al Ayuntamiento de Barcelona, consistorio que tiene un presupuesto de 250.000 euros para políticas del tiempo

De forma parecida a la red francesa Témpo Territorial, en 2006 ese creó en Barcelona la red NUST (Nuevos Usos Sociales del Tiempo), con 30 empresas, que ahora ya son 130. Se promocionan buenas prácticas a empresas, hay un programa de mentoría para mejorar los horarios y se elaboran guías para mejorar en este campo. Además de esta red, el 2014 se sumaron 243 organizaciones en el primer pacto del tiempo en Barcelona, se crearon líneas de subvenciones (de 50.000 euros) para fomentar estas mejoras y un premio para la innovación en la reforma de los horarios.

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