Cartel rojo con palabra Open en puerta tienda. Día sin compras.

Contra el Día sin Compras y contra el decrecimiento

Toni Lodeiro reivindica los mensajes en positivo. Para que las alternativas se expandan, hagamos que sean atractivas y no nos situemos a la contra.

(No pienses en un elefante.)

Sí, habéis leído bien. Contra el Día sin Compras, que se celebra este 24 de noviembre coincidiendo con el black friday. Y, ya que estamos, contra el decrecimiento, y contra las 3 erres. Sobre todo contra la primera, la que nos propone reducir el consumo. Me explico, antes de que me excomulguéis. Y de que en redacción me digan que ésto no encaja en la línea editorial de Opcions.

El capitalismo es sexy. Es muy bueno generando deseo. Prometiéndonos —y a menudo, consiguiendo— vidas, o trocitos de vida, atractivos y seductores. ¿No sientes placer cuando estrenas un Iphone? Y si algo es capaz de generar agregación de voluntades sociales —y electorales— es la ilusión por, simplemente, vivir mejor. Aunque también puede movilizarnos el miedo a lo contrario, a perder calidad de vida —en términos consumistas, nivel de vida.

¿Qué podemos hacer mejor, comunicativamente hablando, las propuestas alternativas? A menudo muchas de nuestras propuestas han sido a la contra o, como poco, no demasiado sugerentes. Y no se han salido de los marcos mentales del mercado. Prueba unos segundos a seguir esta orden: “no pienses en un elefante” ¿Lo has conseguido? Pues analiza ahora los siguientes lemas: buy nothing day, de-crecimiento, reducir —¿reducir qué?—, o —sí, mea culpa— consumir menos. Pasemos de nuestras formulaciones en negativo a las positivas pero no demasiado seductoras, que también las tenemos: consumo responsable, crítico, solidario… No reproduzco una onomatopeya de un bostezo porque no la conozco —por cierto, ¿existe?

Reconozcámoslo: no son, excepto para minorías motivadas, términos especialmente atrayentes. Pienso en ser responsable y me viene la imagen de un padre serio, en bata de felpa y zapatillas de cuadros, diciendo a su hijo: “Manolito, sé responsable”, mientras le señala con el dedo índice, claro. Y no es que la responsabilidad, el espíritu crítico, la solidaridad o la coherencia no sean valores muy positivos, y que su presencia en nuestras vidas no sea útil también para ser más felices. Estoy convencido de que son aportaciones útiles y necesarias. Pero no solo necesitamos tener buenas propuestas. También nos hace falta dar con maneras de comunicarlas que resulten atractivas. Y que nos faciliten acercar nuestras prácticas a personas menos abiertas de entrada a nuestros mensajes.

Aprendamos de la comunicación política ¿Qué movimientos, antes marginales, han conseguido últimamente el respaldo electoral de millones de personas? ¿Cómo lo han hecho? En positivo. Fijaos en sus nombres: Junts pel Sí y Podemos (y aquel genial lema de su primera campaña ¿Cuándo fue la última vez que votaste con ilusión?). Hablando de hablar en positivo. Entre “nuestros” conceptos ¿cuáles os parecen más atrayentes, o menos dignos de “onomatopeya de bostezo”? Comienzo con la lista y espero que me ayudéis a completarla: simplicidad voluntaria, buen vivir, o aquel vivir mejor –con menos. Todo lo slow: slow food, slow cities… Consumo colaborativo, o economía circular. Además, claro, de natural, bio, eco… Sí, sé que alguno de los términos que acabo de mencionar son, precisamente, de los más “contaminados” y “absorbidos” por el capitalismo… ¿será que el mercado selecciona muy los términos a emplear?

¿Tendría más potencial que el día sin compras, el día de las alternativas de consumo? El creciente éxito de las ferias de la economía solidaria parece demostrar que sí. Ideas muy atractivas en este sentido son las Install party de alternativas de Setem Catalunya o las Make something week de Greenpeace. El dinero, el consumo, la economía, el mercado… existen y existirán en tanto que satisfacen necesidades. Y no deben faltar miradas críticas, son imprescindibles. Pero, ¿no es más ilusionante –y eficaz- celebrar que algunas cifras parecen indicar ya que las alternativas son viables también a mayor escala, más allá de las minorías? ¿Y que cada vez hay más políticas públicas comprometidas con la extensión de las alternativas? La satisfacción que muchas sentimos cuando Som Energia nos envía el recibo de la luz, o la ilusión vivida cuando nos abrimos y utilizamos nuestra primera cuenta en banca ética son virus que pueden resultar muy contagiosos. Y nuestra capacidad de contagio es limitada ¿por qué no enfocarla primero hacia los lugares en que le resulte más fácil hacerse más fuerte y generar comunidad?

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