A menudo se habla de los beneficios y la importancia del juego en la infancia en revistas, libros y medios de comunicación de la mano de infinidad de expertos. De hecho, puede parecer redundante volver a hablar sobre ello. Pero si echamos un vistazo a la cada vez menor cantidad de tiempo libre que tienen las criaturas y las características de las actividades que hacen, nos daremos cuenta que es posible adentrarse en el misterio del juego para descubrir nuevos aspectos sobre la infancia e incluso sobre el ser humano.
¿Qué es jugar y cómo podemos reconocer el juego?
Jugar es un término muy amplio, que puede tomar mil matices y colores. Sin embargo, una definición bastante aceptada por expertos de ámbitos diversos es que jugar es la forma en que el niño se relaciona con el mundo, lo experimenta y lo comprende.
En este proceso de descubrimiento el niño utilizará las herramientas que tiene a disposición en cada una de sus diferentes etapas evolutivas. Evidentemente el juego cambia con la edad, pero la necesidad de jugar no desaparece sino que se transforma. Así, el juego estará mucho más centrado en los sentidos y el movimiento cuando son muy pequeños, y evolucionará hacia un juego social o proyectual en etapas más avanzadas. Será especialmente importante saber en cada etapa como acompañar el juego, por medio de qué materiales, personas y ambientes podemos favorecerlo.
En relación con la multiplicidad de formas que pueden adquirir el juego y el aprendizaje, Loris Malaguzzi, fundador de la pedagogía Reggio Children de Italia, escribió una famosa poesía llamada «Los 100 «, en la que hace un homenaje a la diversidad de los niños y a sus 100 diferentes lenguajes de expresión. Compartimos un fragmento: «… El niño tiene cien lenguas, cien manos, cien pensamientos, cien maneras de pensar, de jugar y de hablar, cien siempre cien, modos de escuchar, de sorprender de amar …»
«… El niño tiene cien lenguas, cien manos, cien pensamientos, cien maneras de pensar, de jugar y de hablar, cien siempre cien, modos de escuchar, de sorprender de amar …»
Según Malaguzzi pues, los niños aprenden y se expresan de manera diferente según sus intereses y características personales y por tanto, el respeto a la libertad y la individualidad del niño son importantísimos en su proceso de aprendizaje.
Desde otras miradas pedagógicas, como la pedagogía Waldorf o Pikler se da también muchísima importancia a la creación de espacios de juego y movimiento libre para un desarrollo saludable, sobre todo durante el primer septenio.
En este sentido. ya que el juego y el aprendizaje en los niños van unidos, es muy importante que dispongan de suficiente tiempo y posibilidades de interacción con su entorno para desarrollarse, a su ritmo y según sus características personales.
El problema al que nos enfrentamos hoy en día y que nos obliga a recordarnos el papel del juego en la infancia, es que en la vida cotidiana los niños no siempre pueden disfrutar de suficientes horas de desarrollo de actividades de ocio en el que desarrollar su autonomía y juego autodirigido.
Por ello, las voces que nos advierten sobre la importancia de recuperar el juego nos llegan de ámbitos no sólo pedagógicos. Muchos profesionales de la salud infantil se están cuestionando si muchos problemas que se están intentando resolver no vienen, en parte, de una falta de espacios de juego autónomo y de descanso.
De hecho, también que en el ámbito legal, la Convención de la ONU de 1989 declaró de igual importancia el derecho de los niños a la educación y el derecho al juego (artículo 31), ya que este ideal, desgraciadamente, no forma parte del día a día de muchos niños.
Kathy Hirsh Pasek, profesora de psicología de la Universidad de Temple, Filadelfia, Estados Unidos, indica en sus investigaciones que las horas que los niños tienen disponibles para el juego tiende a disminuir (de un 40% en 1981 a un 25% en 1997). Y no es la única profesional del sector que está advirtiendo de esta descenso del juego. Peter Gray, profesor de Psicología de la Universidad de Boston, está transmitiendo el mismo mensaje a través de libros como «Libres para aprender».
¿Como facilitar el juego espontáneo y cual es su importancia?
El gran reto por parte de los adultos que acompañan a los niños, familias y / o educadores es saber cuándo y en qué grado es necesario intervenir para que las criaturas puedan desarrollar un juego que promueva su autonomía en la edad adecuada.
El adulto debe facilitar y promover el juego libre, preparar ambientes y materiales
Y es que tan nocivo puede ser dar demasiada responsabilidad al niño en sus decisiones antes de que esté preparado, como intentar supervisar absolutamente todo lo que hace, anulando las posibilidades de jugar según sus intereses. Un juego espontáneo saludable necesita límites. Algunos límites los traerá la vida o el espacio donde se desarrolle el juego; otros sus capacidades o los intereses de otras personas, entre ellas los adultos de referencia.
El adulto puede acompañar este proceso, ofreciendo información, presencia de calidad y una preparación adecuada de ambientes y materiales, de manera que su intervención sea un catalizador de la actividad lúdica y no un impedimento a su realización.
El niño que ha estado todo el día en la escuela con actividades creadas y guiadas por adultos, y que pasa el poco tiempo libre que le queda en actividades extraescolares organizadas de la misma manera, no está cubriendo su necesidad de juego autodirigido. Una buena parte de estas actividades extraescolares que forman parte del tiempo de ocio, no cumplen las condiciones para que las podamos llamar juego libre. En muchos casos, parten del adulto y las normas que ha creado, y tienen en general una expectativa de aprendizaje concreta en el niño. Tampoco se puede considerar juego el aprendizaje de materias en la escuela aunque sea con técnicas innovadoras y motivacionales.
Con esto no sacamos valor a estas actividades, sino todo lo contrario. Muchas pueden ser muy positivas para los niños, siempre que se utilicen con la dosis, momento y intención adecuadas. Las actividades organizadas pueden tener efectos negativos en determinadas situaciones, llegando a hacer tambalear el equilibrio interno del niño. Por ejemplo, cuando sustituyen otros tipos de actividad indispensables como el juego libre o el tiempo con la familia, cuando se hacen de forma obligada, o cuando el niño está demasiado cansado para disfrutar.
Beneficios del juego
Uno de los grandes beneficios del juego es su capacidad de ayudar al niño a encontrar su equilibrio interior, que puede haber sido alterado por las vivencias de su vida cotidiana. Cuando el niño entra en el juego de manera espontánea, se abren ante sí un montón de posibilidades. Quizás, por ejemplo, saltar con los cojines del sofá de casa busca compensar la falta de movimiento durante el día. O el juego simbólico creado con unos muñecos, puede servir para procesar situaciones reales vividas. En este sentido el juego funciona como una herramienta de prevención para el mantenimiento de una buena salud física y mental.
Es importante matizar que para que un niño pueda desarrollar esta capacidad de autorregulación progresivamente, es necesario que el adulto garantice el acompañamiento necesario en cada etapa, con materiales, presencia, ayuda y espacios adecuados a su edad.
El segundo gran beneficio específico del juego espontáneo del niño es la conexión que establece con el placer de hacer las cosas que le gustan. En la primera infancia es muy difícil que no aflore este interés, ya que prevalece la pura voluntad de acción y el amor por el mundo. Si conseguimos que los niños, a medida que se hacen mayores, aunque reciban influencias externas o respondan a exigencias internas, sean capaces de disfrutar de lo que hacen independientemente del resultado, serán mucho más felices y estarán más conectados con su esencia.
Por último, apuntar que algunos de los beneficios del juego pueden no ser visibles a corto plazo. Hay habilidades que la criatura adquiere jugando y que son la base a partir de la cual construirá nuevas aptitudes aparentemente no relacionadas o que se desarrollarán en otra etapa evolutiva. Un ejemplo podría ser como la calidad del desarrollo motor en el niño influye en la capacidad de aprendizaje o de adquisición del lenguaje, según la teoría de los sentidos de Steiner, padre de la pedagogía Waldorf y como también apuntan las últimas investigaciones sobre desarrollo infantil.
El «factor humano» del juego infantil
Hay un aspecto que es indispensable para comprender la importancia del juego de los niños: el factor humano. Con especial intensidad durante el primer septenio de vida, el niño tiene una gran capacidad de imitación de otras personas de su entorno más inmediato. También el niño de edad más avanzada, el adolescente y el adulto, con sus diferentes grados y niveles de conciencia, se inspiran constantemente en lo que hacen otros seres humanos.
La criatura aprende imitando las actividades diarias de las personas de su entorno a través del juego
Así, el juego simbólico de los niños más pequeños se inspira en las actividades cotidianas de las personas adultas que les rodean: cocinar, barrer, fregar, escribir … Con el paso del tiempo, observaremos cómo se irán interesando en el trabajo y vida de otras personas, ampliando su mirada y su círculo, a medida que vayan creciendo sus motivaciones. La adquisición de nuevas habilidades en un entorno social, permitirá que la criatura desarrolle una mejor imagen de sí misma, construyendo las bases de una sana autoestima.
Otro aspecto del juego de los niños que tiene mucho que ver con el ser humano, es la capacidad de crear mundos con la imaginación y proyectarlos durante el juego. Esta capacidad se puede ver enriquecida, entre otras cosas, con la narración oral o lectura en voz alta de historias por parte de personas reales y puede aparecer en diferentes momentos del juego.
Todavía hay un último aspecto de este factor humano del juego: crear vínculos entre las personas. La necesidad de ser querido que tiene el niño de manera innata le llevará a buscar el contacto, la comunicación y el juego con los adultos de referencia. Asimismo, la calidad de la presencia de una persona adulta atenta, amorosa y disponible dará la seguridad a la criatura para iniciar sus primeras exploraciones en soledad, ya desde la primera infancia.
Cuando el niño irá creciendo irá mostrando interés también por establecer conexión con otras personas, por lo que el juego será siempre un elemento indispensable. Del juego con otros niños aprenderá estrategias de interacción social, los diferentes matices de la vida de las emociones y la resolución de conflictos entre personas con diferentes intereses.
El juego del niño: una gran oportunidad también para los adultos
La capacidad de jugar no desaparece en la edad adulta, sino que queda escondida, frecuentemente, bajo densas capas de creencias, hábitos y responsabilidades. En el momento en que tenemos la posibilidad de convivir con niños pequeños, podemos redescubrir el valor del juego e intentar llevarlo de nuevo a nuestra vida.
Los niños nos descubrirán, a través de la práctica, los mecanismos de la creatividad, y esto significa disfrutar del propio tiempo. Incorporando su capacidad de vivir el presente como si no existiera un mañana, el placer de hacer las cosas al margen del resultado, o la seguridad de seguir haciendo lo que nos apasiona, quizá podríamos recuperar al menos una parte de nuestra capacidad de autoequilibrarnos y de volver a nuestro centro.
En definitiva, reconectar con la experiencia del juego nos puede llevar a un territorio similar al que el psicólogo húngaro estudioso de la felicidad Mihaly Csikszentmihalyi, llama flow o «flujo de conciencia». Según Csikszentmihalyi, si conseguimos fluir en lo que hacemos, tendremos la posibilidad de vivir experiencias donde la pasión, la atención y el bienestar nos llevarán a un estado muy parecido al que viven los niños cuando se entregan al juego. Sabremos que estamos conectando con nuestras aptitudes, lo que sabemos hacer y que nos gusta, y por lo que estamos dotados. Por lo tanto, nos aportará un conocimiento imprescindible para poder seguir con éxito nuestro camino individual con libertad.