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Cambio climático y salud mental: colectivizar la salud mental en tiempos de crisis

Desde una perspectiva de psicología social ambiental, este artículo explora cómo colectivizar la salud mental puede convertirse en una estrategia fundamental para hacer frente al desbordamiento sistémico y ecosocial.
11 de abril, 2025

El cambio climático y sus consecuencias no son fenómenos naturales aislados, sino el resultado directo de un modelo de producción y consumo basado en la explotación desenfrenada de la naturaleza y del trabajo humano.

El capitalismo, con su lógica de acumulación y crecimiento infinito, ha impulsado un consumo masivo de recursos a un ritmo insostenible, devastando ecosistemas, desplazando comunidades y profundizando las desigualdades. Esto demuestra que la crisis actual no es solo un problema ambiental, sino también una crisis social que impacta directamente en el bienestar de las personas, seres vivos del planeta y ecosistemas.

En este contexto, la incertidumbre y la preocupación generadas por la crisis ecosocial, impactan profundamente nuestra salud mental, dando lugar a fenómenos como la ecoansiedad, el duelo ecológico y la sensación de impotencia ante un futuro incierto. Sin embargo, el sistema capitalista nos ha llevado a enfrentar estas emociones de manera individualizada, medicalizando el malestar en lugar de cuestionar las causas estructurales que lo originan.

incendio cambio climático
El cambio climático dispara incendios extremos en el mundo. Foto vía Canva

Frente a este panorama, el aislamiento y la lógica de la «resiliencia individual» impuesta por el neoliberalismo no solo resultan insuficientes, sino que refuerzan la fragmentación social. La salud mental no puede reducirse a una experiencia individual; es un fenómeno profundamente colectivo que exige respuestas comunitarias. Al asumir esta perspectiva, estamos también politizando el malestar. Por ello, actualmente, en tiempos de crisis ecosocial, es fundamental recuperar el apoyo mutuo, fortalecer la organización cooperativa y construir redes de solidaridad que no solo nos permitan resistir, sino también imaginar y crear alternativas viables al modelo actual.

Desde una perspectiva de psicología social ambiental, este artículo explora cómo colectivizar la salud mental puede convertirse en una estrategia fundamental para hacer frente al desbordamiento sistémico y ecosocial, haciendo hincapié en que es necesario recuperar el sentido de comunidad como un acto de resistencia, donde el cuidado mutuo se convierta en la base para nuestra sanación y adaptación.

¿Por qué colectivizar la salud mental en tiempos de crisis y cambio climático?

La crisis ecosocial no solo está transformando los paisajes físicos del planeta, sino también nuestras estructuras emocionales y sociales.

En un sistema que nos ha inculcado la idea de que el bienestar es una responsabilidad individual, enfrentamos el colapso ecosocial con una sensación de impotencia y aislamiento. Sin embargo, el sufrimiento que experimentamos no es solo un problema personal: es un reflejo de un sistema que prioriza el lucro sobre la vida, el consumo sobre la comunidad y la competencia sobre la cooperación.

El capitalismo nos ha hecho creer que el bienestar se encuentra en el consumo, y que la solución a nuestros problemas emocionales se limita a la terapia privada, la medicación o el desarrollo personal enfocado en la autosuperación. Sin embargo, esta crítica no busca infravalorar estas herramientas, sino más bien activar el pensamiento crítico frente a las respuestas individualizadas que dominan hoy en día. Estas narrativas, en su mayoría, omiten que factores estructurales como la precarización laboral, la desigualdades sociales, la pérdida de ecosistemas, la incertidumbre climática y problemas como la vivienda, son determinantes clave en nuestra salud mental, condiciones que requieren una respuesta colectiva y contextualizada.

La salud mental depende de nuestras redes de apoyo. Foto vía Canva

Desde la psicología social, diversas teorías han demostrado que la salud mental no es un fenómeno individual, sino que depende de nuestras redes de apoyo, del sentido de comunidad y de nuestra percepción de control sobre el entorno. En este contexto, colectivizar la salud mental significa reconocer que el malestar que sentimos no es una falla personal, sino una consecuencia de las condiciones sociales y económicas, y que la mejor manera de afrontarlo es a través de estrategias comunitarias y autogestivas.

Estas teorías no sólo explican cómo la salud mental se ve influida por factores colectivos, sino que también proporcionan un marco para comprender cómo la colectivización puede ser una respuesta eficaz frente a la crisis climática.

La teoría del apoyo social subraya que las personas con redes de apoyo fuertes son más resilientes en tiempos de crisis, ya que la solidaridad y el sentido de pertenencia actúan como factores protectores frente al estrés. La teoría de la identidad social amplía esta idea, mostrando cómo formar parte de un colectivo con objetivos comunes refuerza nuestro sentido de propósito y reduce la impotencia, transformando el miedo en acción. Finalmente, la teoría del capital social destaca que las comunidades con lazos de confianza y cooperación tienen una mayor capacidad para adaptarse a los cambios y generar respuestas resilientes ante desafíos globales como el cambio climático, promoviendo la acción colectiva en lugar de la resignación individual.

Colectivizar la salud mental implica recuperar prácticas comunitarias de cuidado conjunto, crear espacios donde el dolor pueda ser compartido y resignificado, y promover modelos de vida basados en la colaboración en lugar de la competencia. No se trata solo de resistir al colapso, sino de imaginar y construir nuevas formas de vivir, donde el bienestar no dependa del consumo, sino de la solidaridad y la organización colectiva.

Estrategias comunitarias para fortalecer la salud mental

Como bien hemos comentado anteriormente, frente a una crisis que nos afecta a todas, la respuesta no puede ser individual, sino colectiva.

Una de las estrategias fundamentales es la creación de redes de apoyo emocional comunitarias, donde las personas puedan compartir sus miedos, ansiedades y esperanzas sin ser juzgadas. Los círculos de escucha, los grupos de apoyo mutuo y los espacios de encuentro son herramientas clave para transformar el miedo en acción y la desesperanza en resistencia. 

Otra estrategia fundamental es la construcción o participación de proyectos cooperativos y autogestivos, que fortalezcan tanto la seguridad material como el bienestar emocional de las comunidades. Cooperativas de consumo, bancos de tiempo, huertas comunitarias y espacios de trueque no solo permiten acceder a bienes esenciales de manera sostenible, sino que también generan lazos de solidaridad y pertenencia. 

Por último, es crucial recuperar prácticas culturales y rituales colectivos que nos ayuden a procesar la pérdida ecológica y a reconstruir nuestra relación con la naturaleza y con los demás. Desde el duelo ecológico hasta la celebración de la regeneración y la resistencia, necesitamos espacios simbólicos donde resignificar nuestra conexión con el mundo que habitamos. La cultura comunitaria, el arte y la memoria colectiva pueden ser herramientas poderosas para sostener la esperanza y fortalecer la acción. 

Más allá del colapso, existe la posibilidad de un futuro basado en el cuidado mutuo, la organización y la solidaridad. En conclusión, la colectivización de la salud mental no solo nos ayuda a sobrellevar la crisis, sino que es el primer paso para construir una realidad donde la vida natural esté en el centro.

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