Dentro del mundo campesino y de los movimientos sociales que luchan por la transformación ecosocial se reclama desde hace décadas que hay que impulsar no solo la mera producción ecológica, sino la agroecología. ¿Qué significa ello? ¿En qué se distinguen ambas cosas?
La producción ecológica consiste, en breve, en preservar y aprovechar el funcionamiento natural de los ecosistemas agropecuarios para obtener alimentos saludables, garantizando que nos los podrán proveer de manera perdurable en el tiempo. De hecho existen varios modelos productivos que se pueden englobar en esta descripción.
Más allá de la agricultura ecológica
La agroecología comparte las prácticas agrícolas de estos modelos, ya sean certificadas por un sello o no, y además se preocupa también por la sostenibilidad de todo el sistema productivo. Este sistema incluye todos los factores, actividades, agentes, circunstancias, etc., que inciden de una u otra manera en la llegada de los alimentos a los platos de la ciudadanía. José Ángel López, un veterano activista por la agroecología y uno de los impulsores de la iniciativa mixta de productores y consumidores Bajo lo Asfalto está la Huerta, lo ilustra así: “Factores sociales como la caída de los precios de mercado o cambios en la propiedad de las tierras pueden destruir los sistemas agrícolas tan decisivamente como una sequía, irrupciones de plagas o la pérdida de nutrientes del suelo.”
El porqué de la agroecología radica simplemente en el hecho de que para perseguir un sistema alimentario equitativo y sostenible económica y ambientalmente hay que tocar muchas más teclas que las técnicas productivas. Teclas como por ejemplo las condiciones de vida y de trabajo de los productores y productoras, la consideración de impactos ambientales más allá de los del cultivo estrictamente (como por ejemplo residuos o emisiones), la vitalidad del medio rural, el alcance geográfico del sistema y el grado de soberanía alimentaria, los canales de distribución y comercialización, el afianzamiento de la viabilidad económica, las formas de gobernanza o las relaciones campo-ciudad, buscando una comprensión mutua y una satisfacción recíproca de necesidades.
Ecológico no es sinónimo de sostenible
Y es que un tomate procedente de otro continente, o cultivado en las condiciones laborales de los invernaderos almerienses, o vendido bajo la marca blanca de Mercadona, no contribuye nada a la sostenibilidad, por muy ecológico que haya sido su cultivo.
Se trata, en definitiva, de “vestir con coherencia” la agricultura ecológica, en el sentido de pensar y llevar a cabo todas las actividades relacionadas –empezando por si misma– desde la lógica de la sostenibilidad, la equidad y la democracia, para consolidarla de acuerdo con su razón de ser genuina e impedir que se desvirtúe.
La importancia de esta intención se amplifica en la actualidad, cuando los alimentos ecológicos ya han llegado a los lineales de muchos supermercados convencionales, y en particular a los de la gran distribución. Es decir, han pasado a ser un producto más de su catálogo –añaden así un nicho de mercado a su clientela–, que se gestiona como todos los demás: de acuerdo con la lógica económica capitalista convencional. Ello constituye una desvirtuación del sentido de la producción ecológica.
El concepto gana terreno
Como decíamos, entre los sectores más politizados o transformadores de los movimientos agrarios y activistas se ha defendido desde hace tiempo la necesidad de este “traje coherente” para la agricultura ecológica. La idea se ha ido adoptando en sectores inicialmente más enfocados estrictamente a la producción ecológica.
Es el caso de la Sociedad Española de la Agricultura Ecológica (SEAE), una entidad de referencia que desde 1992 hace investigación, formación y asesoramiento para fomentar la agricultura ecológica. En su seno se ha ido debatiendo el discurso de la agroecología, y ha ganado presencia. En 2001 escogió la url agroecologia.net para su web, su campo de trabajo incluye “la agroecología y el desarrollo rural sostenible”, y desde 2017 tiene dos nombres: ahora también se llama Sociedad Española de Agroecología. La SEAE explica que incorporar el término y el discurso de la agroecología “define y precisa el enfoque de nuestras acciones hacia las dimensiones sociales y políticas de la agricultura ecológica”. En su revista trimestral la agroecología está muy presente.
También podemos mencionar el caso de Biocultura, la veterana feria “de los productos ecológicos y el consumo responsable” por la cual pasan más de cien mil personas cada año, si sumamos la afluencia de público en todas las localidades donde se celebra. Es, por lo tanto, un importante altavoz del sector. La jornada inaugural de la última edición en Madrid tuvo por lema “La agroecología, el futuro de la alimentación”.
Todo forma parte del camino que ya se denomina “la transición agroecológica”.