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Repensamos el consumo responsable

Vivimos un momento crucial en cuanto al futuro de nuestro planeta y de las vidas que se desarrollan en él.
16 de junio, 2025

Al contexto de crisis ecológica que vivimos (crisis energética, de materiales, de cambio climático, de pérdida de biodiversidad, etc.), se suman otras crisis que dificultan el despliegue de vidas dignas y que llevan a un aumento creciente de las desigualdades (de género, de clase, de procedencia, de edad, etc.) Es en este sentido que hablamos de crisis ecosocial. En palabras de la ecofeminista Yayo Herrero, vivim en un sistema econòmic, polític i cultural que ha declarat la guerra a la vida.

¿Hay que repensar el discurso del consumo responsable?

Tenemos la responsabilidad compartida de dar respuesta a este contexto, el cambio del cual es de gran alcance. Si nos activamos ya, podremos poner el freno de emergencia que nos permita parar y mitigar los efectos del calentamiento que sufrimos: todas las acciones y todos los agentes son necesarios para situarnos bajo los 2° (1,5° idealmente), que es la temperatura máxima a la cual se puede llegar según la comunidad científica.

Y tienen que ser respuestas valientes, que apunten hacia diferentes ámbitos de acción. Se trata de idear y ejecutar acciones a diferentes niveles, de apostar por una multiestrategia que interpele desde diferentes lugares a varios agentes. Desde la acción individual, hasta la colectiva, reclamando políticas públicas valientes a las administraciones o apuntando hacia las empresas y corporaciones responsables de esta crisis, reclamando el derecho a la vivienda, o la derogación de la ley de extranjería, o el fin de las ocupaciones y genocidios, o el derecho a una alimentación sana y accesible para todas; bien sea a través de la movilización ciudadana, el boicot, la acción directa, la vía judicial… o mediante nuestras acciones más cotidianas. Todo ello, con la conciencia que cambiar los hábitos de consumo es una vía per el cambio, pero que por ella misma no es suficiente.

Hay que apuntar, también, hacia el cambio e inversión del modelo económico y de distribución del tiempo, por ejemplo, incorporando miradas transversales a todas las prácticas. En este sentido, la ESS es un modelo económico que permite, de forma real, hacer los ajustes necesarios para la nueva distribución del tiempo, para la reducción de los gases de efecto invernadero y para el cambio y transformación de relaciones desiguales a causa de diferentes factores (como el ecológico, el de género o por origen). La ESS como un campo de pruebas, como un terreno para la experimentación de este nuevo modelo hacia el cual apuntamos.

Sobre riqueza y bienestar o felicidad

Partimos de la constatación que, una vez superado el umbral de la pobreza en cuanto a ingresos, los incrementos en la riqueza personal no suponen casi ningún beneficio en términos de bienestar o felicidad. Es decir, no sentimos más satisfacción con nuestra vida ni disfrutamos de mejor salud mental cuando ganamos más dinero u obtenemos más bienes materiales.

Es fundamental tener todas las necesidades básicas cubiertas. Foto vía Canva

Así mismo, la prosperidad de los países poco tiene que ver con su PIB: la mejora en el bienestar de las personas no tiene que ver con si un país tiene un mayor o menor PIB, sino con el nivel de acceso a los bienes y servicios esenciales y en cómo se reparten los ingresos, los bienes y las oportunidades.

De hecho, los países con sistemas más sólidos de protección social, tienen mayores índices de felicidad. En esta línea, la ESS promueve rentas justas, dignidad laboral y rangos salariales más compensados, así como otras formas de compensación laboral que permiten una redistribución y mayor paridad en la asunción de las tareas de cuidados, etc. Todo ello apostando por una economía no enfocada a la generación de beneficio económico únicamente, sino a permitir el sostenimiento de vidas más felices y dignas.

Esto nos lleva a una concepción del consumo bastante más aterrizada y acotada: no como motor de desarrollo, sino como vía de satisfacción de las necesidades y deseos.

Sobre el consumo responsable o consciente

El consumo consciente o responsable plantea una reflexión previa a la hora de satisfacer nuestras necesidades y deseos, superando el automatismo al cual nos empuja la sociedad de consumo y la publicidad, buscando vías para cubrir estas necesidades y reduciendo los efectos sociales y ambientales negativos.

Podemos decir que el consumo responsable es el tipo de consumo que, consciente de la situación de crisis ecosocial descrita más arriba, se adapta y responde con criterio. No se trata de una ideología o de una propuesta filosófica, sino de una práctica aterrizada y viable, la vía que como personas y sociedades tenemos que emprender para:

  • adoptar un consumo que sea consciente de la limitación de los recursos del planeta y de la importancia de reforzar el consumo de productos locales y de proximidad;
  • tener un consumo consciente de la emergencia climática que vivimos, así como de las múltiples crisis asociadas, como la de biodiversidad;
  • tener un consumo conocedor de las desigualdades entre Norte y Sur global, de las relaciones de expolio del uno hacia el otro y de la desigualdad histórica que esto ha generado;
  • tener un consumo ajustado a unos suministros y a una energía cada vez más escasos y, a la vez, cada vez más caros.

Cuando salimos del paradigma restrictivo de la economía de mercado, entendemos el consumo como todo aquello que podemos hacer (actividades, adquisición de bienes, etc.) que nos encamina hacia una vida llena y hacia el «buen vivir», en una relación de equilibrio e interdependencia con nuestro entorno.

De hecho, cuando abrimos la mirada y salimos de los paradigmas habituales, ya nos damos cuenta que no todas las sociedades se organizan para satisfacer sus necesidades a través del mercado capitalista.

En este sentido, por ejemplo, nos parece altamente inspirador el concepto de cosecha honorable (“tomar solo lo que se nos da, utilizarlo bien, ser agradecido por el regalo y devolverlo”) porque establece un código de relación con el entorno muy diferente a la que quieren acostumbrarnos los sistema de mercado: coger solo los recursos que necesitamos, en una relación de reciprocidad y mutuo enriquecimiento.

La «cosecha honorable» es una práctica antigua. Foto vía Canva

La economía feminista y la economía ecológica nos explican y nos muestran otras vías para la satisfacción de las necesidades, demostrando el papel que tienen las unidades familiares o las comunidades y los ecosistemas como sustentadores de vidas, más allá del mercado y del Estado. Por ejemplo, tenemos una economía del don, basada en la reciprocidad que nada tiene que ver con la economía de mercado, basada en la propiedad; tenemos una comunidad que nos provee y nos sustenta de todo aquello que necesitamos para la vida (cuidados, amor, apoyo emocional, etc.) y que poco tiene que ver con las relaciones mercantiles; o tenemos un sistema social que, aunque amputado después de sucesivos recortes, nos continúa proveyendo de muchos servicios que también se escapan de las lógicas del mercado.

Consumo responsable como privilegio

Tenemos que ser conscientes del hecho que el consumo responsable es un privilegio que nos podemos permitir las sociedades enriquecidas y las personas que vivimos con unas condiciones y necesidades básicas garantizadas; de hecho, suele ser en sociedades que viven por encima de los límites planetarios que aparecen los movimientos que cuestionan la dinámica de consumo.

A la vez, sin embargo, en muchos de los hogares del Norte global, el consumo doméstico es un consumo prácticamente de subsistencia (por ejemplo, y tal como recoge Ruben Martínez, el 43% de los hogares del área metropolitana de Barcelona está por debajo del presupuesto necesario para cubrir las necesidades básicas; a esto podríamos añadir que es altamente posible que estos hogares estén formados, en buena parte, por familias monomarentales y por personas migradas y racializadas). Ante esto, la pregunta que aparece es el nivel de agencia que tenemos para apostar por un consumo que reduzca nuestra huella ecológica, por ejemplo. Y es que el nivel de renta es una variable determinante a la hora de entender los patrones de consumo y también el impacto que este tiene.

El replanteamiento que hacemos desde Opcions

Desde Opcions hace tiempo que damos vueltas al concepto de consumo responsable. Queremos pensar el consumo responsable en el marco amplio de la crisis ecosocial, viendo si realmente puede ser o no palanca de cambio para empujar la transición justa y popular que prefiguramos. Necesitamos replantearnos el consumo responsable desde las aportaciones del feminismo, de la economía antirracista, con perspectiva de justicia global….

Mesa redonda «Las grietas del consumo responsable: cuando la opción del consumo consciente se convierte en privilegio», celebrada en el marco de las jornadas para reflexionar sobre el papel del consumo responsable

¿Basta con cambiar nuestros hábitos de consumo? Cómo apuntábamos más arriba, la reducción de los gases de efecto invernadero, la transición hacia una dependencia mínima de los recursos fósiles y la descarbonización de la economía, la parada de la explotación y sobreexplotación de territorios, personas y recursos naturales… ¿Depende de si nosotros practicamos un consumo más o menos consciente?

Quizás ha llegado el momento de dejar de lado el discurso sobre el consumo responsable para empezar a construir un discurso que ponga la agenda ecológica y social y que nos hable de qué manera todo el mundo puede tener los derechos básicos garantizados y con un consumo que se enmarque dentro de los límites planetarios… O ¿quizás, el consumo responsable nos permite referirnos a un acto cotidiano presente en la vida de todas las personas, a una acción muy presente en todas y, por lo tanto, con un poder de cambio a tener en cuenta? ¿Es realista plantearnos la posibilidad de hacer confluir la propuesta para garantizar las necesidades básicas con la del consumo responsable?

No se trata únicamente de una cuestión individual, sino también colectiva, y también de responsabilizar a quién tiene más poder y acumula más responsabilidad en la huella ecológica. ¿Es la apuesta por el consumo responsable la vía a seguir? ¿O nos hace falta un cambio en el relato y enmarcar la herramienta de cambio del consumo responsable como una posibilidad más de entre todas las estrategias que tenemos que desplegar para cambiar y subvertir la lógica actual? ¿Sería razonable continuar apostando por la estrategia del consumo responsable para interpelar las clases medias y acomodadas para generar cambios de consumo mientras desplegamos luchas contundentes para mejorar y garantizar las condiciones de vida de las clases populares? En el momento de emergencia y crisis social actual, sería estratégico empezarnos a plantear la necesidad de reclamar y defender el derecho al consumo, como el derecho de todas las personas a poder acceder a la cobertura de sus necesidades, por múltiplos medios concebidos dentro de los límites planetarios.

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