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Otro comercio digital es posible

Si queremos mitigar la emergencia climática, tenemos que demostrar que el consumo consciente no solo es posible, sino que también tiene apoyo social y es capaz de reducir las desigualdades en origen.
4 de abril, 2023

Página de inicio de la web de La Zona, el mercado digital de la Economía Social y Solidaria

El comercio digital se ha convertido en uno de los grandes exponentes de la filosofía del consumo capitalista dominante y, por su crecimiento, parece ser que ha venido para quedarse. En medio de la crisis provocada por la pandemia del COVID-19, el comercio digital creció un 20% el 2020 y un 14% el 2021. Seguramente las limitaciones de movilidad y restricciones de contacto físico ayudaron en este incremento, pero hay muchos otros motivos que explican cómo este sector no ha parado de crecer en la última década, pasando de ser el 0,7% del total de vetas en el estado español el 2010 al 7,4% el 2020. El volumen de negocio que se genera en el entorno digital no es nada despreciable para todos los impactos que genera. Y, si bien muchos de estos tienen un efecto negativo a muchos niveles, tenemos que poder aprovechar todas las potencialidades para construir una alternativa con los valores de la economía social y solidaria como base.

Analicémoslo. ¿Por qué es tan importante lo que pasa en el comercio digital? Primero, porque ha cambiado nuestra manera de consumir. Hemos dejado de ir a tiendas físicas y, ahora, gran parte de nuestro consumo se hace por Internet.

El mundo digital, un entorno más agresivo

La principal diferencia con la tienda física es que esta compite con las tiendas de su entorno, mientras que, en el entorno digital, la misma tienda puede llegar a competir con todo el mundo. Esto obliga a los negocios digitales a llamar la atención del comprador con diferentes estrategias y a ser más agresivos.

Primero: hay una competencia de precios a la baja mucho más fuerte. En la compra física, para comparar precios, tienes que ir a otras tiendas e invertir mucho tiempo. En la digital, solo hace falta abrir otra pestaña, buscar el mismo producto y seguro que encontrarás otras webs que te lo ofrecen. Porque en Internet encontramos productos vendidos directamente por las productoras, las distribuidoras, las tiendas y las plataformas, que tienen de todo. Y los precios bajos únicamente son posibles con la precarización del trabajo.

Segundo: para conseguir atraer compradores, no solamente hace falta reducir al máximo el precio de los artículos y servicios que se venden, sino que añadimos el componente de las rebajas recurrentes. Si ya teníamos las rebajas de verano y las de invierno, ahora añadimos promociones todo el año, destacando el Black Friday, que en principio era exclusivamente un día, pero que ahora ya dura un mes. Así, acabas comprando lo que no necesitas solamente porque es más barato y se va consolidando la sensación de que el precio siempre puede rebajarse.

Tercero: aparte de bajar al máximo el precio del producto, también tenemos que eliminar cualquier coste asociado a la compra digital. El ejemplo más claro es que, a partir de cierto importe, no te cobran el transporte. Nos están haciendo creer que pagar el transporte es negativo cuando, en realidad, es otra precarización del trabajo y del medio ambiente. Y no, el transporte digno no es gratis.

Cuarto: lo que más interesa a las empresas digitales no eras tu ni tú felicidad, son tus datos, tus gustos y tus deseos. Por esta razón los quieren, porque sus algoritmos te posicionen anuncios, artículos, vídeos y fotografías que te incentiven a comprar más. Hace tiempo que hemos aprendido que, para ir a hacer la compra, se tiene que ir con la lista hecha de casa y sin hambre. En cambio, cuando entramos en Internet o en las redes sociales, no activamos las mismas alertas y, por lo tanto, somos más vulnerables y podemos acabar comprando cosas que, realmente, no necesitamos.

¿Qué puede salir mal si, para mí, como consumidor, todo son ventajas?

Es comprensible que cada vez más gente compre por Internet. Probablemente, te saldrá más barato, fácilmente tendrás un descuento extra, no tiene costes asociados, no tienes que hacer colas, ni salir de casa, ni cargar el peso. ¿Qué puede salir mal si, para mí, como consumidor, todo son ventajas? Y aquí es donde vemos que el comercio digital es el máximo exponente del capitalismo individualista: privatiza los beneficios y colectiviza las pérdidas y externalidades negativas. Cogeremos como ejemplo el gran gigante del comercio digital, Amazon, para repasar estos impactos negativos, aquellos que tú no ves cuando compras por Internet, porque los están invisibilizando.

Amazon, el ejemplo paradigmático del capitalismo individualista

Aunque Amazon es la cuarta empresa con más valor del mundo, estuvo encadenando pérdidas millonarias durante años hasta el 2015. ¿Por qué? Porque el mundo digital es una selva donde el ganador se lo lleva todo. Como más datos consiga, más vendedoras, más inversiones hechas, mejor posicionado estás en los buscadores y más fácil es que la gente te compre. Y más poder de negociación tendrás con tus proveedores y más rebajas de precios podrás hacer. Por lo tanto, Amazon no buscaba ser rentable a corto plazo, quería quedarse la mayor parte posible del pastel para eliminar la competencia y sacar beneficio en el futuro. Una liga que solo pueden jugar las grandes empresas.

Pongamos en contexto la magnitud de poder que tiene Amazon, Alternativas Económicas en su número 94 hacía una recopilación interesante de datos e impactos de la empresa. Por ejemplo, en el 2020 creció un 38% hasta los 341.020 millones de euros de facturación (el PIB de todo Cataluña es de 236.814 millones de euros) y su valor en bolsa era de 1,6 billones de dólares, el equivalente al PIB de Italia. Además, a Jeff Bezos, su fundador y director ejecutivo, se le presupone una fortuna personal de 177.000 millones de dólares el 2020, cifra superior a todo el PIB de dos terceras partes de los estados del mundo. Hasta aquí, la parte de privatizar los beneficios. Ahora pasemos a la colectivización de las externalidades.

La primera externalidad negativa del comercio electrónico es el aumento de la contaminación derivado del aumento de los viajes de los transportistas. De hecho, Amazon ya reconoció que el 2018 emitió 44,4 millones de toneladas de CO2 (dato superior a dos terceras partes de los países del mundo, incluyendo a 9 de la Unión Europea).

La segunda es que, como el margen de venta es cada vez más bajo, hace falta producir más productos para reducir los costes unitarios y, a la vez, no tiene sentido almacenar productos durante demasiado tiempo porque sale más barato tirarlos que el coste de almacén. De hecho, un reportaje de la cadena británica ITV denunciaba que un almacén de Amazon del Reino Unido tiraba cada año millones de productos tecnológicos.

Todas estas externalidades no son solo un caso aislado de Amazon, son el impacto real de las grandes corporaciones multinacionales.

La tercera es la política laboral que sigue la empresa, evitando el sindicalismo o intentando eludir la responsabilidad laboral trabajando con falsos autónomos. De hecho, UGT consiguió con una sentencia favorable del 2020 que Amazon diese de alta 4.000 repartidores de Barcelona y Madrid. Prácticas que también son noticia para otras empresas como Glovo o Deliveroo a las que UGT también denunciaba exponiendo que se ahorraban 168 millones de euros anuales al no regularizar la situación laboral de sus repartidores. Explotaciones que han llegado al absurdo con supermercados digitales que te llevan la compra en 10 minutos a casa. De la explotación laboral del siglo XXI le llaman adrenalina positiva.

Y para terminar, nos encontramos con la evasión de impuestos que, en el caso de Amazon, llevó la UE a denunciarla delante el TJUE por las ayudas que recibió de Luxemburgo que facilitaron que la empresa terminara pagando una cuarta parte de los impuestos que le corresponderían. Denuncia, por cierto, desestimada.

Todas estas externalidades no son solo un caso aislado de Amazon, sino el impacto real de las grandes corporaciones multinacionales que cada año acumulan más poder y más riqueza. Empresas que, como más ganan, menos impuestos pagan, mientras que sus externalidades (contaminación, residuos, precarización laboral) las pagamos entre todas.

Tampoco podemos obviar el impacto de la logística en nuestro día a día. El estudio «Comercio online y movilidad: orientaciones hacia un modelo sostenible» de 2018, impulsado por la Generalitat, calculó que en Cataluña se hacían 3 entregas cada segundo, de las cuales, un 30% eran entregas fallidas porque la persona no se encontraba en casa. Entregas que se tienen que volver a repetir, volviendo a colapsar los municipios con más vehículos y más contaminación. De hecho, para compensar las emisiones generadas por la logística, haría falta que 1.500.000 catalanes dejasen de utilizar el coche durante todo el año.

La Zona, la apuesta por un comercio digital menos nocivo

¿Con todo esto queremos decir que el comercio digital es nocivo y que no tendría que existir? En absoluto. Es más, en Opcions hemos impulsado La Zona, el primer mercado digital de la Economía Social y Solidaria de Cataluña, con todas las contradicciones que esto conlleva y con la esperanza de poder avanzar hacia un modelo de comercio digital menos nocivo. Un proyecto cooperativo que quiere asegurar el impacto social y ambiental positivo de sus vendedoras, así como cuidar y minimizar el impacto negativo de la logística.

Como entidad que impulsamos el consumo consciente, tenemos algunas recomendaciones a hacer a individual a tener en cuenta antes de hacer cualquier compra, también por internet:

  • Antes de comprar, para y plantéate: ¿es una necesidad real? ¿La puedo cubrir de otras formas que no sean mediante la compra? ¿Puedo conseguir este producto de alguna conocida o de una red de préstamo?
  • Si realmente lo necesitas, también está bien preguntarse: ¿qué hará esta empresa con mi dinero? ¿Hay productos o empresas que me cubran la necesidad y que intenten mitigar el impacto negativo de su actividad? ¿Quién hay detrás de esta empresa: gente que prioriza su beneficio o gente que trabaja para el bien colectivo? ¿Paga los impuestos donde le toca?
  • Respecto a los envíos, ¿puedo comprar este producto en mi barrio? En caso de comprar por Internet, ¿puedo hacer que el pedido se entregue en un centro de recogida, para evitar entregas fallidas? ¿Puedo priorizar aquellas empresas que tienen las repartidoras en nómina y que hacen las entregas de la última milla en bicicleta o a pie?

La buena noticia es que en nuestra casa cada vez son más las empresas de la economía social que, con todas las contradicciones que nos pueda provocar, queremos aprovechar el comercio digital para hacer llegar los productos y servicios de la ESS a mucha más gente y fortalecer el Mercado Social.

Para acabar, si queremos mitigar la emergencia climática hace falta que construyamos una estrategia colectiva y transversal. Tenemos que demostrar que el consumo consciente no solo es posible, sino que tiene apoyo social y es capaz de reducir las desigualdades en origen, también en la compra digital. Nosotras lo tenemos claro. ¿Y tú, cuando haces clic, hacia qué futuro estás apostando?

 

Este artículo, escrito por Opcions, se publicó en Crític.

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