Espinar comprando coca-colas en el Senado

Las coca-colas de Espinar 

 Cuando el consumo consciente fue portada.

En abril una cámara indiscreta pilló in fraganti (del latín “in flagranti delicto”) a Ramón Espinar (portavoz de Podemos -y compañía- en el Senado) pidiéndose dos Coca-Colas. Y se formó la marimorena. El motivo era que, en el marco de la campaña Coca-Cola en lucha, su grupo parlamentario acababa de solicitar que en Congreso y Senado no se vendiesen productos comercializados por Coca Cola Iberian Partners (hasta que la compañía cumpla la sentencia que declaró nulo su Expediente de Regulación de Empleo de 2014). La polémica sobre la incoherencia del senador incendió las portadas y las redes, y Espinar acabó reconociendo que “era un error”, y pidiendo disculpas a las trabajadoras en lucha.

Desde Opcions llevamos años insistiendo en que, como dice Hibai Arbide en su perfil de twitter, “menos de cinco contradicciones es dogmatismo”; que no es nada bueno pedirnos santidad y coherencia absoluta; que nos resta energía; y que supone reproducir una mirada individualista que no es justa ni útil, ni para hacer sostenibles y contagiosos nuestro cambios personales (en este enlace unas cuantas ideas de cómo sí hacerlo), ni para fomentar cambios más amplios en la sociedad.

Pero aún así, para quienes llevamos muchos años defendiendo que cómo consumimos importa, preguntándonos por los límites de la coherencia, o promoviendo la contratación pública responsable, que un debate como éste ocupe portadas es motivo de celebración, aunque parta de una mirada demasiado rígida con la que no nos sentimos del todo identificadas. Y es que no es habitual que el debate sobre el consumo consciente llegue a sede parlamentaria (con la petición de no vender Coca-Cola en las cámaras), ni que sea pública la petición de ejemplaridad a los cargos públicos.

Aunque la intención de la mayoría de medios fuese atacar a un grupo político y distraer el debate de corrupciones mucho mayores. Y a pesar de que la mayoría de líderes de la izquierda hayan hecho una lectura algo miope, no habiendo sido capaces de enfocar el problema de este tipo de refrescos y compañías más allá del conflicto laboral concreto, y no habiendo lanzado mensajes que situasen la necesidad del cambio de hábitos más allá del boicot temporal.

Pero con todo, creo que debates como éste son oportunidades, que “algo queda” tras su paso, y que parte del mérito de que la discusión pueda existir en estos términos es fruto de años de trabajo en la materia. Y podemos aprovechar el interés mediático y en las redes para intentar ampliar el debate más allá de campañas de boicot concretas (que sobre todo son útiles cuando son colectivas). Y para recordar que, además del agua, hay alternativas refrescantes más saludables y sostenibles, y también refrescos de cola producidos por empresas comprometidas con otros valores.

Y si, además de todo lo anterior, de vez en cuando, nos apetece una Coca-Cola, también podemos disfrutarla. Eso sí, por favor, que sea una Coca-Cola “sin” (sin drama, y sin culpa).

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