El relevo generacional en el campo es un tema que lleva años sobre la mesa, ya que algunas cuestiones como el envejecimiento de la población agraria o las dificultades para incorporarse al sector, lo ponen en peligro. Varios actores trabajan para facilitarlo en un entorno diverso y cambiante; un mundo rural que aún tiene pendiente evaluar cuáles han sido los efectos de la pandemia en el territorio.
Neus Monllor es consultora agrosocial y especialista en desarrollo rural y nuevo campesinado. El año 2018 participó en la elaboración del estudio Jóvenes en el campo, en el marco del proyecto Odiseo para el retorno y la inserción laboral de jóvenes en el mundo rural. Este informe dibuja los principales retos entorno el relevo generacional, entre ellos, la dificultad de acceso a los factores productivos (sobre todo la tierra), la poca disponibilidad de las personas de más edad para traspasar la actividad o el bajo índice de gente joven dispuesta a asumir el relevo. La tendencia apunta a que hay un descenso del relevo por parte de hijas e hijos de familias campesinas, aunque actualmente es el mayoritario, y un aumento de incorporaciones de personas que no tienen directamente orígenes agrarios.
Existe una dificultad de acceso a los factores productivos, poca disponibilidad de los mayores para traspasar la actividad y un bajo índice de jóvenes dispuestos a asumir el relevo
Monllor expone que es clave preguntarse qué modelo de agricultura queremos. Según ella, «cada vez más, los jóvenes que se quieren incorporar están caminando hacia un concepto de sistema agroalimentario local o sostenible con diferentes connotaciones». Para esta consultora agrosocial, «el reto está en acompañar a las explotaciones actuales a hacer el relevo a otras personas». «A mí una de las ideas que me gusta es la de diversidad. Debemos entender que hay diversidad de perfiles, de territorios, de modelos, de maneras de incorporarse al sector… Trabajar desde la diversidad es fundamental para poder dar opciones a que los diferentes perfiles encuentren su sitio», afirma Monllor, que defiende un modelo de alimentación hecha por el campesinado y no por las grandes industrias, máquinas u operarios. Pero este campesinado debe poder tener calidad de vida: «Tenemos que trabajar para que valga la pena ser campesino”.
La formación como herramienta para facilitar el relevo
La Escuela de Pastores de Cataluña hace años que persigue el objetivo de garantizar el relevo generacional de la ganadería extensiva a través de la incorporación de nuevas personas al sector, con un enfoque agroecológico. Este proyecto tiene diferentes líneas de acción, entre las que destaca su curso anual, una formación de nueve semanas de teoría y cuatro meses de prácticas en fincas ganaderas repartidas por el territorio. María Díaz de Quijano, de la Escuela de Pastores, explica que se están formando y trabajando para acompañar los traspasos de explotaciones. Estas situaciones a veces se presentan cuando sus alumnos comienzan el periodo de prácticas: «Cuando los y las propietarias de una explotación se quieren jubilar, y están motivadas a coger alguien en prácticas, es una gran oportunidad porque ya tienen una persona que sabe cómo funciona todo».
Desde la Escuela también forman parte de un proyecto europeo Erasmus + que está vinculado a la Red Europea de Acceso a la Tierra. El objetivo es establecer una plataforma de aprendizaje que promueva este acceso, a fin de crear recursos y herramientas. Dentro de este proyecto, han elaborado el manual «Cómo podemos acompañar a los traspasos de fincas extrafamiliares desde nuestra entidad?» y han comenzado a establecer las bases de la Red por el Relieve Agrario, conjuntamente con otras entidades como Terra Franca, la Red de Conservación de la Naturaleza, la Asociación para el Desarrollo Rural Integral (ADRINOC) y la Asociación de Iniciativas Rurales de Cataluña (ARCA).
Además, participan en otro Erasmus +, el Fire Shepherds, que ofrece formación específica de silvopastura para la prevención de incendios: «Por ejemplo, hay muchos ayuntamientos que necesitan mantener las franjas de protección de las urbanizaciones y una manera económica de hacerlo es con un rebaño. Este hecho permite pasturar como servicio ambiental, es decir, cobrar por este servicio». Díaz de Quijano también la llama la Red de Espacios Test Agrarios. Estos espacios son concebidos como una herramienta de apoyo para aquellas personas que quieren testar su modelo agrícola, ganadero o forestal con un acompañamiento y orientación profesional.
Ante acciones como estas, María Díaz de Quijano sigue mirando con preocupación el relevo agrario: «Hay mucha gente que en los próximos años se jubilará y no vamos a una velocidad suficientemente elevada para dar respuesta a la situación, aunque hemos mejorado en los últimos años». Sin embargo, iniciativas como la Escuela de Pastores siguen buscando soluciones para hacer frente a la situación y los datos de inserción de su propuesta formativa hablan por sí solas.
Un 60% del total del alumnado que ha pasado por la Escuela está trabajando en la actualidad, ya sea en un proyecto propio, por cuenta ajena o haciendo de pastores o pastoras de montaña. Otro 20% aún no está trabajando, pero tiene claro que se quiere dedicar y está buscando la manera. «En la Escuela de Pastores hacemos una selección del perfil del alumnado. Al hacer la elección, seleccionamos aquella gente que creemos que se querrá dedicar al sector «, expone Díaz de Quijano, que comenta que también disponen de una Bolsa de Oportunidades donde se publican ofertas de trabajo u otras cuestiones que favorecen las opciones de instalación.
Circuitos locales con nombres y apellidos
El Guillem Martí Marigot es uno de los ex-alumnos de la Escuela que se pudo instalar gracias a una de las ofertas publicadas en la Bolsa de Oportunidades. Él es hijo de Camarasa, en la Noguera, y por parte paterna viene de familia campesina, aunque la generación de sus padres no se ha dedicado al campo. Durante muchos años trabajó en diferentes ámbitos, ninguno ligado a la ganadería, hasta que llegó a la conclusión de que quería vivir en el mundo rural y dedicarse a algún trabajo vinculado con el entorno. Primero de todo, estudió en la Escuela Forestal de Santa Coloma de Farners y en 2013 hizo el curso de la Escuela de Pastores.
Durante el periodo de prácticas, conoció diferentes proyectos, como el de la Cabra Catalana de Vilanova de Meià, donde alargar su estancia. A continuación, entró a trabajar para un ganadero que tenía ovejas en el Berguedà, para seguir ganando experiencia. Y finalmente, a través de la Bolsa de la Escuela de Pastores, se le presentó la oportunidad que esperaba. En una finca del municipio de Sant Pere de Torelló, en Osona, buscaban alguien que quisiera llevar un rebaño de cabras para gestionar mejor el entorno, ya que los propietarios tenían vacas. Han pasado cinco años desde que Guillem Martí gestó el proyecto La cabra del valle del Ges, formado por un rebaño de cabras pirenaicas. Además, es un miembro activo de Comemos Osona, una red de productores y consumidores que dispone de tienda propia donde vender sus productos a un precio justo y facilitar su compra.
Carmen Guardia forma parte de la asociación Mujeres del Mundo Rural y desde hace más de 20 años impulsa el proyecto Mas Cal Ginter de Mosoll, en la Cerdanya. Ella nació en el Alt Urgell, pero se mudó a la Cerdanya cuando se casó, a fin de seguir con la tradición campesina de la familia del marido. Actualmente, tienen vaca morena ecológica y un rebaño de ovejas convencional. También cultivan manzanas y patatas ecológicas y, para vender su producto, han montado una agrotienda. Además, disponen de un apartamento de turismo rural y de un huerto turístico para hacer divulgación de los trabajos del campo.
Formar parte de Mujeres del Mundo Rural permite entrar en contacto con realidades de otras mujeres, como las del mar o las viticultores
Para Carmen Guardia, formar parte de Mujeres del Mundo Rural le permite «hablar de las tareas, reflexionar, compartir conocimientos y experiencias, además de entrar en contacto con realidades de otras mujeres, como las del mar o las viticultores». En este sentido, hay que tener en cuenta que existen más grupos de ganaderas en el territorio, como las Ramaderes.cat.
Un mundo rural en movimiento
Respecto al papel que puede haber jugado la pandemia en el mundo rural, y de rebote al relevo generacional en el campo, todavía no se dispone de suficiente perspectiva para extraer conclusiones. Según el padrón continuo del Instituto Nacional de Estadística (INE), actualizado el 1 de enero de 2021, las ciudades de más de 50.000 habitantes perdieron unos 42.000 habitantes en 2020, mientras que los municipios de menos de 20.000 habitantes, ganaron casi 18.900.
Por su parte, el último informe publicado por el Observatorio del Mundo Rural también insinúa un ligero aumento de población en el mundo rural, pero los datos analizados son de los años 2018 y 2019, por lo que no contemplan el efecto de la pandemia. También se ha publicado el estudio Redes alimentarias locales en tiempos de COVID-19, que constata que los canales cortos se articularon de una manera muy rápida, coherente y efectiva durante los primeros meses de confinamiento, pero que hay que valorar si estas plataformas resultarán de utilidad para el sector de la producción una vez pasada la emergencia de la COVID-19.
En 2020 las ciudades de más de 50.000 habitantes perdieron unos 42.000 habitantes, mientras que los municipios de menos de 20.000 habitantes ganaron casi 18.900
Habrá que esperar a tener datos más actualizados e informes que se focalicen en esta cuestión. Sin embargo, el éxito de iniciativas como Repoblemos o de las campañas de captación de nuevos habitantes a núcleos rurales ponen de manifiesto que cada vez hay más gente que mira hacia lugares menos habitados en un entorno natural. Repoblemos es un proyecto que funciona a través de las redes sociales y que se presenta como una herramienta que busca personas con ganas de llenar de vida los pueblos y pueblos con ganas de llenarse de gente. Al frente, encontramos Ton Lloret, que ha entrado en contacto con perfiles de gente muy diversa, muchas de ellas sin la intención de dedicarse al sector primario. Más allá de la tarea concreta que desarrolla, Lloret tiene claro que «el consumo también puede revertir el despoblamiento«. Desde su punto de vista, no es necesario que todas las personas consumidoras se trasladen al mundo rural, pero sí que hay que comprar pequeñas productoras de estos territorios, «para que la gente que vive al menos no tenga que irse«. De hecho, Lloret también forma parte de la iniciativa Productores Catalanes, que se gestó con la voluntad de dar una mano a productores y productoras catalanas que se encontraban con dificultades para dar salida a sus productos, debido a la COVID-19.
Por su parte, desde mOntanyanes llevan años trabajando desde y para el mundo rural. Es una empresa del Pallars Sobirà con vocación pública especializada en crear y gestionar proyectos de dinamización y desarrollo en zonas rurales y de montaña. Eva Tarragona y Silvia Rodríguez son dos de sus trabajadoras y en los últimos meses han participado en la elaboración de la Agenda Rural de Cataluña, que quiere convertirse en una hoja de ruta para el desarrollo territorial, socioeconómico y ambiental. Según Eva Tarragona, «el mundo rural, tal como la entendemos, se está acabando«. «Antes, la autogestión de los pueblos implicaba que hubiera la idea del bien común. Ahora, los pueblos dependen de una administración, como los ayuntamientos, a la que le delegamos todo», expone Tarragona, que considera que vivir en pequeños pueblos de montaña, sin desarrollar una actividad ligada al campo, es un privilegio, ya que antes quien vivía en los pueblos eran personas que trabajaban y contribuían a la gestión del entorno. Eva Tarragona es hija de Seurat, el Pallars Sobirà, y viene de familia campesina, pero no ha seguido con el legado de los padres: «Yo soy tan urbanita como el urbanita que viene a vivir aquí». A su juicio, el mundo rural del futuro será más artificioso, se gestionará el territorio en función de lo que se considere a nivel administrativo y no porque habrá unas personas que tendrán toda la vida vinculada al entorno.
Para Silvia Rodríguez, que a diferencia de Tarragona sí que viene de un contexto urbano, hay que tener en cuenta una cuestión vinculada a la cultura del esfuerzo: «Prevalece el imaginario colectivo de que la vida en el mundo rural es muy dura. No estamos dispuestas a no poder irnos de vacaciones, a no tener fines de semana libres, a no poder desconectar…». En este sentido, Tarragona y Rodríguez defienden que se deben encontrar fórmulas para que las personas que viven del campo tengan una buena calidad de vida, «ser campesino no debería ser asfixiante». También entienden campesinado como una práctica transformadora, que permite hacer frente a las amenazas actuales, como la emergencia climática. «Mientras haya un mínimo de campesinos y campesinas en el pueblo, habrá otras familias que vivan otras cosas, y eso ya tiene sentido porque se mantiene una estructura social. Pero, ¿qué pasaría si no quedaran agricultores?», se preguntan.
Se deben encontrar fórmulas para que las personas que viven del campo tengan una buena calidad de vida
Seguramente la pandemia ha sido un impulso para todas aquellas personas que ya hacía tiempo que tenían la idea de apostar por el mundo rural, ya sea trabajando en tareas agrícolas o no. La cuestión clave es si se podrá seguir un ritmo suficientemente elevado para garantizar el relevo generacional en el campo. Nos esperan unos años llenos de transformaciones y es por eso que entidades, ganaderas, agricultores, productores, instituciones y especialistas luchan por un modelo de territorio y de campesinado que permita que las personas puedan y quieran vivir de la tierra y del ganado, a fin de evitar la desaparición del mundo rural tal como la entendemos hoy en día.