Si tenéis ganas de practicar el cicloturismo, echad un vistazo a este artículo. En él hablamos de aspectos a tener en cuenta, posibles rutas a recorrer, cuál es la equipación básica, etc. Ahora, os dejamos con varias experiencias de cicloturistas que han hecho del viajar en bicicleta, su modelo de turismo.
Núria, una mudanza internacional en bicicleta
Torino – Barcelona: 1.089 km, 12 días
Núria siempre se había autodefinido como una “ciclista urbana”, nunca había practicado bicicleta de carretera o cicloturismo. Cuando Davide, su pareja, le propuso hacer la “mudanza de Torino a Barcelona en bici” le pareció una idea muy poética. “Cuando viajas en avión el cuerpo llega muy deprisa, pero el corazón siempre llega más tarde. La bici nos permitía despedirnos despacio de Italia e irnos mentalizando del nuevo proyecto en Barcelona.” La mayor parte del equipaje lo enviaron mediante un servicio externo, pero ellos estaban dispuestos a pedalear muchos kilómetros hasta su nuevo hogar. La tranquilidad fue un ingrediente básico del viaje, sabían que si algo fallaba, siempre podrían coger un autobús o un tren para acabar el viaje. Tres días antes de empezar la ruta, Núria llevó su bicicleta al taller para dejarla a punto, pero la respuesta del mecánico no fue demasiado esperanzadora; según él, aquel trasto de más de veinte años no le permitiría recorrer muchos kilómetros… Y no solo no fue así, sino que, además, el hecho de ir con una equipación tan rudimentaria hizo que les abrieran las puertas de muchos lugares para dormir, comer… Quedaron impresionados con la solidaridad de la gente. Cuando ya estaban cerca de Llançà, la bicicleta se estropeó, pero aprovecharon ese pequeño problema para hacer una pausa de tres días en la playa mientras la bici estaba en el taller. Ahora, ocho años después de aquel viaje, todavía sigue desplazándose con la misma bici y asegura que la experiencia la dejó “totalmente enganchada al cicloturismo, una manera de saborear los paisajes y descubrir lugares”.
Toni, del Mediterráneo al Atlántico
Rialp – Isaba: 454 km, 6 días
Después de muchos años y viajes en bicicleta, Toni ha completado parte de la transpirenaica, una ruta que cruza los Pirineos, desde el Cap de Creus hasta Hondarribia. Hace poco que ha reemplazado la bicicleta mecánica por la eléctrica, hecho que le permite escoger rutas que, solo pedaleando, ya no se vería capaz de hacer, como es el caso de la transpirenaica, con casi 13.000 metros de desnivel positivo. “Es un trayecto muy duro, que acumula mucho desnivel y hay que estar muy preparado físicamente. Una batería eléctrica hace el trayecto más asequible”, dice Toni. Él y su pandilla iban en bicicleta eléctrica y cargaban una batería extra porque con una sola no podían acabar las jornadas. Diseñaron la ruta evitando carreteras y, sobre todo, caminitos y pasos muy estrechos que les obligaran a cruzar a pie y cargar la bicicleta, pues las eléctricas pesan bastante más que las mecánicas. Una vez en marcha, iban rediseñando la ruta en algunos puntos para encontrar lugares donde comer, dormir y cargar las baterías: “Durante el trayecto íbamos mirando el móvil en busca de conexión a Internet, así evitábamos perdernos y hacíamos variaciones según las necesidades que iban surgiendo.”
Jose, un paréntesis laboral pedaleando por cinco países diferentes
Figueres – Arcaishon, pasando por Austria, Alemania, Suiza y Francia: 2.500 km + 3.500 en tren o coche compartido, dos meses y medio
Jose tenía ganas de hacer una pausa laboral. Hacía tiempo que la idea de hacer un viaje él solo le bailaba por la cabeza, pero no acababa de dar el paso. Un día, paseando por Montjuic, casualmente oyó un chico con una guitarra cantando “Caminante no hay camino”, y se lo tomó como una señal: “cojo la bicicleta y me voy”. Empezó en Figueres y fue planificando la ruta en función de los acontecimientos. Puso rumbo Austria porque su grupo de «batucada» participaba en un festival en este país, después saltó a Alemania para visitar una amiga y de allá pasó a Suiza para acabar en Francia resiguiendo el Loira. Su premisa era buscar rutas con poca pendiente, puesto que con el peso de las alforjas las subidas se hacen más duras, y no pisar carreteras. Le fue fácil encontrar caminos adaptados o creados para la circulación en bicicleta. La experiencia fue tan satisfactoria, que ha hecho del cicloturismo su modelo de viaje.
Agrupament Escolta Pius Xè, unos campamentos de verano distintos
Maó – Ciutadella (con rutas a los pueblos de la isla): 300 km, 15 días
4 chicos y 7 chicas de entre 15 y 17 años y sus dos monitores decidieron vivir unos campamentos de verano diferentes y hacer una ruta en bicicleta por Menorca. La logística no era sencilla, el grupo era numeroso, muchos no sabían ni qué eran unas alforjas, otros no tenían demasiada experiencia en ir en bicicleta… Pero todo se pudo gestionar perfectamente gracias a una buena preparación. Meses antes, hicieron algunas clases de mecánica para conocer algo más el que sería su medio de transporte, pusieron las bicicletas a punto para no tener sustos durante la ruta y organizaron algunas salidas para familiarizarse con el vehículo y ganar resistencia física. La ruta fue sobre ruedas, nunca mejor dicho. A veces dormían en locales que les cedían algunas entidades de la isla, otras veces acampaban en campings… Pudieron conocer Menorca centímetro a centímetro y sin problemas de aparcamiento para visitar algunas de sus calas más escondidas y apartadas de la civilización.
Jaume, resiguiendo montañas, murallas y ríos
Ruta circular desde Llançà, pasant por el Valle de Arán, Tolosa, la costa oeste francesa y Carcassone, entre otros pueblos: más de 1.000 km, 14 días
Jaume es de Valencia y para empezar la ruta tuvo que coger el tren hasta Llançà. Asegura que la logística es un poco pesada, pues solo se puede transportar la bicicleta con trenes regionales; los de alta velocidad reservan muy poco espacio para las bicis y hay que comprar billete también por ellas. Pero en cualquier caso, el viaje se lo valió. Pedaleó junto al Garona y el Canal du Midi, pudo sentir la brisa del Mediterráneo y del Atlántico, y resiguió los Pirineos a solas y las murallas de los castillos medievales franceses. Solo lo acompañaban la improvisación y las sorpresas que le esperaban. En sus días de ruta, alternó los “días de civilización”, tal y como él los llama, en los que prefiere platos calientes y una buena cama, y los “días de desconexión total”, momentos para aislarte y que te permiten llegar a lugares más remotos. La experiencia de pasarse dos días en medio del Pirineo, solo y sin ver ninguna persona fue mística. La bici le permite llegar a estos parajes y a la vez le da la seguridad de poder acceder y marchar fácilmente. Él mismo ha ido transformando la bicicleta paso a paso y en función de las necesidades en una “bicicleta de viaje”. Ahora, tiene nuevos viajes en mente: reseguir el Ebro desde el Delta hasta su nacimiento, la costa sur de Portugal o la costa de Levante, de Valencia a Gibraltar.