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El peligro del «low cost»

Sabemos que es el ow cost. Sin embargo, ¿tenemos claros los impactos que genera? ¿Cómo lo podemos hacer, para no caer en su trampa?
25 de noviembre, 2024

Low coste es un término que ya hace tiempo que hemos incorporado con cierta naturalidad en nuestro vocabulario. Se popularizó a principios de los años 2000, cuando muchas aerolíneas empezaron a ofrecer trayectos en avión a precios muy bajos (a pesar de que dos de las principales compañías de avión low cost nacieron bastante antes, en los 80 y 90), y ha llegado hasta nuestros días, ya no solo para referirnos a los viajes baratos.

La traducción literal de low cost es bajo coste, pero lo cierto es que se ha convertido en un concepto mucho más amplio y que define, incluso, un modelo de negocio basado en vender productos o servicios a precios muy bajos y muy por debajo del precio que entenderíamos por normal o estándar. Todo con el objetivo de ser más competitivos económicamente. Pero que el precio final de venta sea mucho más bajo implica que la producción de aquel bien o servicio, así como su distribución, contemple una drástica reducción de costes. La cuestión es sobre quién recae este recorte, quién amortece el coste.

La sociedad low cost y el consumismo

Seguramente, a todo el mundo le vienen a la cabeza ejemplos de grandes empresas y marcas que promueven la cultura del low cost en los ámbitos de la alimentación (más popularmente conocido como fast food), el turismo, la ropa, el material deportivo o el mobiliario, para poner algunos ejemplos.

calle con gente low cost
La viva imagen del consumismo: calles llenas de gente con bolsas de la compra. Foto vía Canva

El consumismo, que aloja la práctica del low cost, es una tendencia derivada del modelo económico que promueve que la felicidad se obtiene de la compra y tenencia de bienes. A menudo, también, favorece las compras compulsivas que no tienen en cuenta el impacto que genera la fabricación de estos productos. Así pues, hablamos de consumismo cuando consumimos productos que realmente no necesitamos y los compramos para ir a la moda, porque están rebajados, porque creemos que nos aportarán felicidad, porque nos atribuyen cierto estatus… Pero fomentar este consumo significa explotar más los recursos del planeta, incrementar los residuos, acentuar las diferencias sociales y contribuir a un ritmo de vida frenético, compulsivo, poco reflexionado y poco consciente.

No obstante, no se tiene que criminalizar a todo el mundo que recurre al low cost. Hay quien lo hace para poder comprar más gastándose menos, pero también hay muchas personas que lo hacen por necesidad, puesto que tienen una situación económica precaria y las opciones más económicas son un canal de ahorro. Por lo tanto, hay que diferenciar entre cuando las compras low cost son una opción que se decide tomar, y cuando son más bien una obligación.

Ropa y viajes, las estrellas del low cost

La irrupción de los billetes de avión dio el pistoletazo de salida a la fiebre de viajar. Atractivas ofertas de vuelos a varias ciudades europeas por dos, cuatro, diez euros… llenaban la red y asentarían un precedente e invisibilizarían los costes e impactos de este nuevo modelo de ocio basado en conseguir el vuelo más barato posible, sin importar siquiera el destino.

En el caso de la ropa, el punto de inflexión no es tan evidente. Además, el concepto low cost se acostumbra a referir, más bien, al modelo de consumo de ropa rápida (fast fashion). Este concepto describe el sistema de producción, distribución y consumo de prendas de ropa atravesado por la idea de responder rápidamente a las «tendencias» del mercado del momento. A lo largo de la historia, la ropa ha tenido funciones que van más allá de cubrir la necesidad básica de protegernos (del clima, de la suciedad…) y se ha adaptado en función de las necesidades. Hoy en día más que nunca, vestirnos traspasa el objetivo principal de protección y responde a intereses como seguir una corriente, reflejar nuestra identidad a partir de cómo vestimos, dar información extra (vestir ropa de marca como símbolo de riqueza; posicionarse ideológicamente; defender una determinada idea; etc.)

low cost escaparate de ropa
Con la tendencia de la ropa rápida, los escaparates de las tiendas continuamente renuevan la imagen con el objetivo de captar la atención y generar más ventas. Foto vía Canva

El modelo de consumo imperante en nuestra sociedad es el principal responsable de la proliferación de esta práctica. Y esto está íntimamente relacionado con el modelo de producción, que tiene que ser en masa y rápido.

Los peligros e impactos del low cost

Hemos puesto la mirada en los viajes y en la ropa, pero como hemos comentado al principio, la cultura low cost se puede aplicar a varios ámbitos. Sostener el ritmo de producción y consumo tiene impactos sociales, económicos y ambientales.

Enumeramos algunos de los impactos principales que provoca el low cost.

  • Invisibiliza el coste asociado a la producción del producto. Es una venda en los ojos que nos puede impedir ver y tomar conciencia de los impactos.
  • Incita al consumo por el consumo, solo por el hecho de ser muy barato. Consumir por encima de nuestras necesidades tiene un impacto en nuestra economía y en la sostenibilidad.
  • Las empresas siempre buscan un beneficio; por lo tanto, que puedan ofrecer un precio más bajo dependerá de reducir determinadas gastos. A menudo, esta reducción impacta directamente en las trabajadoras y en sus condiciones laborales, así como en la calidad final del producto o servicio que estamos adquiriendo.
  • El punto anterior nos lleva a hablar de explotación de la mano de obra, práctica a la cual recurren algunas empresas.
  • En el caso de los viajes, hipersaturación turística, con todo lo que esto conlleva a nivel de impacto ambiental, social y económico.
  • Impacto ambiental elevado por varios motivos: consumo y contaminación de aguas; en el caso de la ropa, uso de pesticidas y fertilizantes en el cultivo del algodón; transporte de mercancías (con las consiguientes emisiones de GEH); generación de residuos derivados del proceso productivo, también textiles; etc.
  • Perjuicio del comercio local y de proximidad, que no puede competir con los bajos precios que ofrecen las grandes empresas.

Consejos para no caer en la trampa del low cost

Detectar las super ofertes o cuando una empresa pone en práctica la estrategia low cost no es difícil. De hecho, a menudo son las propias marcas las que sacan pecho. Cuando te encuentres ante un producto o servicio extremadamente barato, y no sea una necesidad tuya reducir el gasto económico, piensa en estos consejos:

  • Fez la lista de lo que necesitas y consume porque lo necesitas, no porque esté rebajado o sea barato.
  • Reflexiona sobre la necesidad y sobre qué maneras tienes para resolverla: quizás no es una necesidad real o no hay que recurrir a la compra. Y si hay que comprar, hazlo con criterio (comercio justo, entidades de la ESS, comercio local, etc.)

  • Mírate bien las características y condiciones de compra de aquello que estás a punto de adquirir, puesto que, a menudo, los precios tan bajos son a expensas de la calidad del producto o servicio y esconden características que no son las esperadas.
  • Piensa en qué quieres que sean tus condiciones laborales y desea (y lucha) porque todo el mundo tenga un trabajo digno.
  • Cuestiónate cómo un producto puede ser tan barato y decide si quieres un producto que no ha tenido ningún miramiento por las personas que lo han producido.

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