El intercambio de bienes, servicios, conocimientos y actividades es uno de los pilares para la construcción de las sociedades. Desde que nos dimos cuenta que no se puede saber y hacer de todo individualmente, se hizo necesario buscar un mecanismo para poder acceder al resto. La comunidad se hace fuerte con la suma de las habilidades de cada cual.
¿Pero qué valor tiene cada actividad? El intercambio monetario consigue equiparar prácticamente todo lo que está disponible a un valor de mercado, que fluctúa según la oferta y la demanda. Y, ya sea con monedas, billetes, transferencias o bizums, el valor puede volar de una punta a la otra del planeta y satisfacer la necesidad de quien compra.
Los Bancos del Tiempo tienen su origen en el anarquismo americano del siglo XIX
Pero hay quien cree que esta no es la única manera de intercambiar, y que hay otra que consigue retener el valor en la comunidad más próxima, fortaleciendo las relaciones entre sus miembros y potenciando el conocimiento que tienen. Esta opción es el Banco del Tiempo. La iniciativa tiene sus raíces en el anarquismo del siglo XIX en Cincinnati, Estados Unidos, donde Josiah Warren abrió la primera tienda del tiempo, un experimento creado en el marco de las teorías del valor del trabajo que preocupaban los pensadores de todo el mundo en la época de la revolución industrial. En esta tienda, y en las que fueron surgiendo también en Europa en las décadas siguientes, la unidad de valor era la hora, no el dinero.
Los bancos del tiempo y su funcionamiento
El funcionamiento es el siguiente: los usuarios que quieren participar se inscriben en el banco y publican cuáles son los conocimientos, servicios o actividades que pueden aportar. A la vez, el banco pone a su alcance las ofertas que proponen los otros usuarios. Si aprovechan alguna y, por ejemplo, piden a un usuario un trabajo de costura durante una hora, el banco hará constar que han gastado una hora y que tienen el compromiso de volverla a alguno otro usuario de la red con alguna actividad que puedan aportar.
En un Banco del Tiempo nadie cobra. Es un intercambio comunitario
La estructura, pues, es la misma que un banco convencional, pero el crédito que se usa es el tiempo. No hay intereses y no pasa nada si durante un tiempo alguien prefiere solo aportar horas y no gastarlas. El banco se basa en la relación de confianza de sus usuarios y en el compromiso que el intercambio de tiempo nutre la comunidad con el conocimiento que puede aportar todo el mundo. En un Banco del Tiempo nadie cobra (excepto los técnicos municipales en el supuesto de que sea el Ayuntamiento quien lo haya impulsado), y salen adelante con poca financiación (necesario para el local y material).
“La clave es que no es un intercambio bilateral, sino comunitario: no hace falta que le devuelvas el servicio a la persona que te lo ha dado, sino que puedes utilizar la hora con otro miembro del proyecto”, explica Josefina Altés, fundadora del Banco del Tiempo del barrio de Gracia en Barcelona, y vicepresidenta de la Asociación Iberoamericana de Bancos del Tiempo. Altés explica que la tradición de estos proyectos en España empezó el 1998, cuando se abrió el primer banco en el barrio del Guinardó solo para mujeres, en el marco de un proyecto europeo de conciliación que impulsó la asociación Salud y Familia. Pronto vieron que los Bancos del Tiempo tenían el potencial de fomentar la ciudadanía activa, y de la mano de ayuntamientos y entidades, se fueron abriendo más.
La comunidad gana
Qué podemos encontrar en un Banco del Tiempo
Los servicios que puede aportar un Banco del Tiempo son muy diversos