¿Qué tienen en común la banca ética, compartir los cuidados de nuestras hijas, o la promoción del gallego o el catalán? Que nos animan a entender que “nuestros cuerpos son campos de batalla” y plantean una alternativa imprescindible contra la hegemonía neoliberal, la de proponer, aquí y ahora, vidas más acordes con nuestros valores y “que merecen ser vividas”.
De la lucha y la defensa…
La metáfora belicista del campo de batalla ilustra que la política es (también) una pugna. Pugna por el poder de influir en cómo se organiza y regula la sociedad y, por tanto, nuestras vidas.
Desde una visión tradicional de la política los “campos de batalla” fundamentales son los grandes poderes (ejecutivo, legislativo, judicial y mediático). Ganar elecciones y mejores convenios colectivos, defender la sanidad pública y los parques, vigilar y limitar al poder… Partidos, sindicatos, plataformas…
Y es que las grandes peleas, aunque a menudo ingratas, son cruciales. Y los poderes fácticos son poderosos y a menudo crueles, por lo que no defendernos por tierra, mar y aire sería una ingenuidad. Es una paradoja tener que “competir y ganar” para poder promover la cooperación y los cuidados, pero así es la vida, llena de contradicciones…
Al placer y la construcción
Pensad en palabras como “lucha” y “defensa”. Imaginaos vidas basadas sobre todo en estos principios. Estoy seguro de que para muchas resulta agotador. Porque vivir a la defensiva suele cansar. Y uno de los éxitos del capitalismo es que nos promete, en positivo, estilos de vida que para muchas personas resultan poderosamente atractivos y seductores.
Y en la izquierda no han tenido el peso suficiente alternativas vitales ilusionantes a la crítica del american way of life, necesaria pero –reconozcámoslo– a veces cansina. Y la ilusión y las expectativas de mejora son una gasolina emocional poderosa, quizás no más que el enfado, pero seguro que más sostenibles en el tiempo.
Por eso son tan importantes la propuestas que nos animan a vivir, aquí y ahora, “mientras tanto”, vidas que se parezcan un poco más a nuestros sueños. Economía solidaria para trabajar haciendo algo en lo que creemos (¡con la de horas pasamos trabajando!), para que los lunes sean un poco menos lunes. Consumo consciente para cubrir nuestras necesidades apoyando a proyectos que merecen la pena. Economía feminista para que cuidemos más y mejor sabiendo que hacerlo es muy importante; para que los hombres aprendamos más de los afectos y de la profunda satisfacción que (a pesar del cansancio) aporta cuidar; y para que las mujeres ocupéis más espacio público aportando vuestra mirada enriquecedora. Promoción de las culturas minorizadas, para gozar hablando y escribiendo lenguas, o cantando y bailando músicas que se resisten a ser aplastadas por las «pragmáticas” apisonadoras de la globalización y los centralismos. Cuerpos que aprenden a gustarse en su diversidad, y en la diversidad de sus gustos y atracciones hacia otros cuerpos.
En común: cuidar la vida, en positivo
Cuidar nuestras culturas, cuidar nuestro entorno, cuidar a las personas… el nexo es cuidar la vida, demostrando de paso no solo que “otro mundo es posible” sino que otro mundo ya existe ¡y funciona! Y está al alcance de nuestras manos. Porque “lo personal es político” y porque, en palabras de Eduardo Galeano, “somos lo que hacemos, pero somos, principalmente, lo que hacemos para cambiar lo que somos”.