La vorágine capitalista que nos rodea, la centralidad del trabajo asalariado y una sociedad vertebrada alrededor de la oferta y la demanda en vez de la vida, convertían la posibilidad de parar en una cuestión de clase y género. Parar, pues, y por desgracia, se convirtió en un lujo que poca gente se podía permitir. Ni la situación sanitaria del Covid-19, ni la crisis económica que se deriva, ni siquiera los mensajes misterwonderfulistas sobre la pandemia como oportunidad han conseguido que la productividad pase en un segundo plano.
La pandemia, pero, ha permitido volver a poner en el centro del debate los usos del tiempo y la sostenibilidad de la vida. Las reflexiones que rodean el tiempo obligan a tener en cuenta la perspectiva de género de manera transversal para poder proponer cambios y mejoras que afecten realmente y de forma transformadora esta sostenibilidad de la vida.
Tiempo y confinamiento
El género: clave en el debate sobre el tiempo
Los usos del tiempo, pero, a menudo han ido ligados a la cuestión del género. El mayo de 2021, en un debate del ciclo “La recuperación económica sostenible post-COVID-19”, organizado por el DIPLOCAT y la asociación Barcelona Time Use Initiative for a Healthy Society, Laura Foraster y Lloret, secretaria general de DIPLOCAT, aseguraba que era necesario impulsar cambios que “vayan hacia unos horarios más racionales y saludables, que permitan más tiempo libre haciendo un uso más eficiente». Del mismo modo, Sònia Ruiz, directora de Servicios de Género y Políticas del Tiempo de la Gerencia Municipal del Ayuntamiento de Barcelona, compartía la necesidad de una integración de modelo transversal en las políticas del tiempo y en una recuperación económica post-COVID-19 basada en la justicia y la equidad en términos de género, respeto medioambiental y eficiencia.
la pobreza del tiempo afecta especialmente a las mujeres y a las personas con una situación económica más precaria
En la misma línea, el octubre de 2021, en el Congreso Mundial de Investigación en usos del tiempo, cargos políticos de la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona defendieron la importancia de las políticas públicas de usos del tiempo para abordar ámbitos estratégicos como las curas, la atención a la infancia y la adolescencia y la igualdad de oportunidades, la salud mental y el bienestar emocional o la convivencia inclusiva. Por otro lado se aseguraba que estos cambios “son la clave para reducir la pobreza del tiempo, que afecta especialmente a las mujeres y a las personas con una situación económica más precaria”.
¿Cuáles son, pues, los usos del tiempo de los catalanes y las catalanas?
Así titulaban Mireia Duran y Silvia Carrillo el informe “Género y tiempo: ¿en qué invierten las horas las catalanas y los catalanes?” del año 2018. La investigación recogía un análisis de usos del tiempo con perspectiva de género y se presentaba como una aproximación en la vida cotidiana de las personas para coger las desigualdades y dar visibilidad a actividades que a menudo no tienen reconocimiento social, como las tareas no remuneradas vinculadas al trabajo doméstico y de curas que sustentan la sociedad actual. Según el estudio, con datos recogidos entre 2010 y 2011, las mujeres dedicaban casi el doble de tiempo que los hombres al trabajo no remunerado, hogar y familia, a la vez que menos tiempo al trabajo remunerado, los estudios y las aficiones y vida social.
La encuesta a la juventud de Cataluña en 2012, la última que se ha hecho en esta materia, apunta que en las mujeres jóvenes, más nivel educativo se traduce en menos horas dedicadas al hogar, en cambio con los hombres jóvenes pasa el contrario, además nivel de estudios, más responsabilidad en las tareas. Aun así, Duran y Carrillo analizan también el impacto que el nivel de estudios y de ingresos económicos tiene en la reducción de la dedicación al hogar a partir de la externalización de servicios, mayoritariamente a mujeres y a menudo con menos ingresos, entre otras mujeres migrantes.
En cuanto al consumo de bienes, productos y servicios, según la encuesta a la juventud de Cataluña que recoge el informe de Mireia Duran y Silvia Carrillo, también son las mujeres quienes cargan con la responsabilidad de tener que hacer la compra y el sostenimiento logístico del hogar. En horas y minutos, las mujeres dedican una media de 32 minutos diarios, los hombres pero, solo 22.
Tareas y carga mental, ¿cuál es la diferencia?
A pesar de que la sociedad avanza hacia un mundo más feminista desde varios ámbitos y perspectivas, la distribución de las tareas del hogar y la cura de la familia no termina de ser igualitaria, todo y la mejora y la concienciación por parte de los hombres. Además, y si bien es cierto que cada vez son más hogares los que comparten tareas de forma equitativa, son muchas también las mujeres que se dan cuenta que no basta con el reparto del tiempo y aparece la carga mental.
“Cuando intento pensar en las causas de todo esto, sé que hay una parte de educación, pero también hay una parte muy importante de sanción social”
Navidad, el punto álgido de la desigualdad
Si las mujeres, durante todo el año, asumen carga mental, “en Navidad explota”, dice Elisenda, “son momentos de interacción social, de comidas y de regalos, regalos que también son curas y todo esto son cosas que asumimos las mujeres y que en Navidad se multiplican”. La gestión de fiestas empieza, de hecho, con el calendario familiar, cuadrar las visitas y las diversas ramas de ambas familias son tareas que asumen las mujeres. Después, “ya no es solo quien cocina, es quien compra la comida, la bebida, quien piensa las comidas, quienes recuerdan que hay una persona vegetariana, etc.”