Consumo navideño

Consumo navideño que no nos consuma

El menú, el árbol, el modelito, los regalos y el viaje. Llegan las fiestas y las incitaciones al consumo desmedido son omnipresentes. ¿Cómo afrontarlo?
5 de abril, 2023

No es sensacionalismo. Tal y como apunta Global Footprint Network, demandamos 1,7 tierras en recursos naturales. Es decir, consumimos y producimos por encima de la capacidad de la Tierra para renovarse. En 2030, según WWF, serán dos tierras y, en 2050, casi tres. Además, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) afirma que un 20% de la población mundial gasta el 80% de los recursos.

El IPCC (Panel de expertos de la ONU en cambio climático) indica que las últimas cuatro décadas (de esplendor neoliberal) han sido el periodo de mayor calentamiento global de la historia. En este tiempo, se ha cuadruplicado la producción y el consumo, lo que provoca graves externalidades medioambientales (la emergencia climática, niveles de residuos nunca vistos, la acidificación de los océanos, etc.) y sociales (una brecha creciente entre ricos y pobres, o la precarización del mercado laboral). Lo creamos o no, está directamente relacionado con nuestro modelo productivo, con cómo se fabrican y consumen nuestros artículos o servicios.

 

Construir a través del consumo

Consumir es un acto económico de primer orden que interesa potenciar, como ocurre con el voto durante el periodo electoral, lo más acrítica, emocional e irreflexivamente posible. Pero como votar, no deja de ser también una decisión política, que implica intereses de todo tipo de empresas que podemos estar apoyando sin saberlo, en contra de nuestros propios valores y supervivencia.

El gasto mundial en marketing es de 400.000 millones de euros al año

Para elegir libremente debemos de estar bien informados. Sin embargo lo que más recibimos son reclamos publicitarios que tomamos por información veraz. Hoy el gasto mundial en marketing es de 400.000 millones de euros al año, más que el presupuesto de la ONU (o de cualquier país) para educación, sanidad o justicia.

 

Influencias invisibles pero poderosas

La sociedad de consumo nos incita a comprar habitualmente y, en los festejos navideños, la fiebre acrítica compulsiva se dispara. En ella influyen más factores de los que pensamos, porque desde hace un siglo se estudia como seducirnos. Sin ir más lejos, en 1998, el estadounidense Elias St. Elmo Lewis definió el modelo AIDA (Atención, Interés, Deseo y Acción) para describir los efectos que produce un mensaje publicitario. Una cadena de cuatro escalones que caracterizan la reacción del consumidor hasta tomar su decisión, que se venía estudiando y aplicando desde los años veinte para incitarnos a consumir.

Las necesidades están jerarquizadas y son infinitas, algo que choca radicalmente con los límites planetarios

La teoría psicológica de los años cuarenta, de Abraham Maslow, denominada Pirámide de Maslow (o jerarquía de las necesidades humanas), de gran influencia en la publicidad y el marketing, señala que las necesidades están jerarquizadas y son infinitas, algo que choca radicalmente con los límites planetarios.

No extraña que tengamos completamente interiorizado que una persona cargada de bolsas de grandes marcas sea la viva imagen de la felicidad. Así lo muestran el cine, las series, las revistas, la televisión, los bloguers, influencers, etc. Y desde esferas educativas, académicas, económicas o políticas, se refuerza con esa creencia inapelable de que el consumo es bueno para la economía porque genera riqueza y desarrollo, fomentando un paradigma de “poseer” (o parecerlo), más que de “ser”, “hacer” o “relacionarse”, que es en lo que deberían consistir las fiestas y la vida.

 

Reflexión para la acción

Con toda esta presión, tampoco es raro que nos cueste asumir que el Antropoceno se ha generado por el impacto de la actividad humana sobre los ecosistemas terrestres, y que otra imagen, la de los osos polares sin hielo donde pisar (hoy ya metáfora global del cambio climático), está estrechamente relacionada con el acelerón que se le ha infligido a la Tierra las cuatro últimas décadas, consumiendo y produciendo por encima de su capacidad para renovarse.

Hasta Naciones Unidas, en sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (la agenda de 17 metas de Naciones Unidas para alcanzar esa prosperidad global en 2030), incluye la producción y el consumo responsable como el punto duodécimo.

 

Opciones que no nos consumen

Los 461 euros que Deloitte calcula que gastará cada ciudadano europeo estas navidades (un 3% más que el año pasado) pueden ser una herramienta de transformación socioambiental si apoyamos alternativas sostenibles. Repasemos opciones responsables, que pasan por empezar reduciendo el consumo, para esos tópicos navideños. Por si no podemos resistir la presión y caemos en ellos.

El consabido atracón. Una dieta baja en proteína animal donde predominen las frutas, verduras, las hortalizas, los frutos secos, los cereales y las legumbres es la base de la salud personal y planetaria, en navidades o durante todo el año, como han advertido este 2019 informes como el de la prestigiosa revista The Lancet o del IPCC.

El tradicional árbol navideño. Antes de elegir un abeto optemos por especies mediterráneas. Pero ojo, debemos informarnos de si son especies protegidas, como el Madroño en la Comunidad de Madrid, por ejemplo. En ese caso, si las adquirimos, que sea con garantías de procedencia y eligiendo ejemplares con un cepellón de raíces y tierra abundante para trasplantarlo. Para que sobrevivan, hay que cuidarlas con riego suficiente y evitar la exposición al calor excesivo.
También podemos evitar comprarlo y decorar un árbol del balcón, del jardín, de la calle, o de un bosque cercano. Absorberá C02 todo el año y será un diminuto sumidero de carbono. Tampoco conlleva apenas impacto aprovechar creativamente el cartón, telas, latas o botellas para fabricarlo colectivamente, con amigos, compañeros o familia. Y el artificial, tan kitsch, sólo resulta más sostenible que el natural si se reutiliza durante al menos doce años.

El modelito. En fechas prenavideñas es interesante participar en intercambios de ropa (o de juguetes) donde se deja la que están en buen estado y no se usa, para coger la que se necesita. Las prendas que vamos a ponernos en una sola ocasión se pueden alquilar. Y si nos lanzamos a adquirir, conviene priorizar firmas sostenibles, preferiblemente locales. Para localizarlos, resultan muy útiles los portales web de Moda Impacto Positivo,  Ecovamos, Opcions, Carro de Combate, Gansos Salvajes o mi web.
Casi todas las marcas poseen venta online, y cada vez surgen más tiendas físicas como The Circular Project, The IOU Project o Trendy&Green, en Madrid. Coshop, Ecoology, Green Life, Amapola Vegan Shop, en Barcelona. Back to Green, en Gran Canaria. Verde Moscú y Moda en Positivo, en Sevilla, portales online como Veganized o Ethical Time. También se puede optar por creadores y artesanos locales, o decantarse por el vintage, el retro y la segunda mano.

El aparatito tecnológico. La segunda mano siempre es una buena elección, para alargar la vida de los artículos y además es asequible.
Aparte, en telefonía, está Fairphone, un móvil que va ampliando la trazabilidad de sus minerales para que estén libres de conflicto. Permite su actualización, está hecho para durar y repararse, pero no es de comercio justo ni 100% sostenible. La multitud de componentes que poseen los aparatos electrónicos (plásticos, minerales, cristales, semiconductores, chips, etc.) los hace más complicados de fabricar bajo esos estándares, pero esta empresa holandesa demuestra que con voluntad se puede producir de forma más justa.
Además, Somos Conexión es el único operador cooperativo donde los clientes son socios y participan en la toma de decisiones aunque para utilizar la cobertura están obligadas a pagar un porcentaje a las grandes operadoras (Movistar, Vodafone, Orange y Yoigo).
También conviene cribar los electrodomésticos por su etiqueta de consumo de kilo watio hora anual, optando por el verde más intenso y la mayor eficiencia (A+++).

• Cómo no, los juguetes. Resulta terrible que tras marcas famosas, como Disney o Mattel, se den casos de explotación, incluso infantil. Intentemos no recompensarlo con nuestro consumo. Tengamos también presente que es más interesante potenciar el juego, la creatividad y la imaginación, que el juguete y su posesión material.
Si compramos, seamos conscientes de que todos los juegos y juguetes albergan una concepción del mundo y un mensaje. Pensemos como el Monopoly nos acostumbró a la especulación inmobiliaria, el Risk a las luchas geoestratégicas de poder, o la Barbie nos introdujo modelos femeninos irreales y tóxicos. Fomentemos la compra local, artesana, educativa y más que aplicar el sermón, seduzcamos con la diversión.

• Otro clásico: el perfume o el cosmético. Actualmente existen muchas firmas naturales y ecológicas nacionales, europeas o de emprendimientos locales que nos permiten privilegiar la compra responsable de cercanía. Antes de decidirnos leamos su INCI, la aplicación gratuita Ingred nos permite fotografiarlo y detectar las sustancias que son potencialmente tóxicas para la salud humana y ambiental.

Además se pueden hacer muchos artículos en casa con conocimientos básicos (en pocos minutos se consigue una mascarilla, un exfoliante o un aceite corporal). Y existen muchos cursos e información disponible para aprender. Para perfumarnos basta con unos aceites esenciales diluidos en aceite o agua.

El irremediable regalito familiar. Fórmulas como “el amigo invisible” ahorran recursos monetarios y terrestres. Pero a que el mejor regalo es dedicar tiempo a quienes queremos. Si nos decantamos por un regalo no material, que sea cultura. Fomentando bienes, servicios o experiencias culturales o educativas, entendidas en un sentido amplio (producción creativa, artesana, artística, científica, intelectual), contribuimos al desarrollo individual y colectivo elevando el nivel crítico (o de reflexión) de nuestras sociedades, que falta hace.
La ciencia, la cultura y la educación son pilares indiscutibles para el progreso económico, social, medioambiental e intelectual de la ciudadanía. Su capacidad transformadora es evidente, favorecen la movilidad social y fortalecen la capacidad de las comunidades de adaptarse a los cambios haciéndolas más resilientes.

El viajecito. Ya sea para visitar a la familia, o para huir de ella, siempre que sea posible privilegiemos el tren frente al avión, los cruceros o el transporte por carretera, que son más contaminantes. Y una vez en destino comportémonos como buenos huéspedes. Consumamos en comercios, restaurantes y empresas del territorio con el objetivo de que la mayor parte del dinero dedicado al viaje quede repartido en esa localidad y genere prosperidad, como la lotería.

¡Feliz locura consumista navideña!

Este artículo es posible gracias a personas que colaboran con OPCIONS

ARTÍCULOS RELACIONADOS