¿Toda la pesca es igual? ¿Está garantizada la supervivencia de las cofradías en el Estado español? ¿Cuáles son las claves para consumir pescado de forma consciente?
Uno de los mares más explotados del mundo
En 2018, el Mediterráneo, junto con el Mar Negro, encabezaba el ranking de poblaciones pesqueras más explotadas a niveles insostenibles (78%). Según la FAO la pesca en el Mediterráneo y en Mar Negro ya llega a 1,3 millones de toneladas por año. ¿Cómo se ha llegado hasta aquí?
Durante siglos, el mar Mediterráneo ha ofrecido a las comunidades costeras una rica cantidad de recursos marinos. Esto ha permitido desarrollar una actividad pesquera que ha determinado la identidad cultural de los pueblos del Mediterráneo. Pero la industrialización de la pesca a partir de la segunda mitad del siglo XX, unida al incremento de la demanda de las consumidoras por el aumento de la capacidad adquisitiva, ha provocado que las reservas de biodiversidad marina se encuentren en un estado muy vulnerable.
Algunas de las especies más icónicas del Mediterráneo se encuentran bajo gran presión: entre las más sobreexplotadas se encuentran la merluza, el pez espada, la bacaladilla, la sardina, el besugo, el lenguado, el rodaballo, el salmonete de fango, el rape, la gamba roja y la cigala. En el Atlántico nororiental, el bacalao, la sardina, el lenguado y la merluza.
La sobrepesca, el cambio climático, la pesca ilegal, les especies invasoras y la degradación y contaminación del agua provocan la disminución de la biodiversidad marina
La sobrepesca no es el único factor que ha provocado la rápida disminución de la biodiversidad marina. Los efectos del cambio climático, la pesca ilegal, las especies invasoras y la degradación y contaminación del agua son fenómenos globales que también añaden presión a los ecosistemas marinos.
Las reglas del juego
Existen regulaciones de ámbito internacional, estatal y regional que determinan las millas, el tiempo, la profundidad, el volumen de pesca o el tamaño por especie. Para Irmak Ertör, investigadora afiliada al ICTA (Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales-UAB), a la Universidad de Bogazici de Estambul y a la Fundación ENT, uno de los principales problemas es que, durante años, “las legislaciones se han orientado a los intereses de la pesca industrial”.
En el caso de Cataluña y la Comunidad Valenciana, se están empezando a realizar planes de cogestión para adaptar la legislación a la realidad de cada espacio. “Esto está permitiendo aplicar la mejor opción legislativa para cada especie y zona y garantizar un mejor cuidado de la biodiversidad”, explica Yesmina Mascarell, ambientóloga especializada en medio marino e investigadora de la Fundación ENT.
¿Toda la pesca es igual?
A grandes rasgos, hay que diferenciar la pesca industrial de la artesanal. La pesca industrial se caracteriza por una gran inversión económica, el uso de tecnología avanzada y por realizar un número elevado de capturas. Forman parte los grandes barcos de arrastre, de cerco y palangre, que cuentan con radares y sensores para rastrear los bancos de peces y con cámaras frigoríficas. Alejados de la costa, pescan durante días y semanas (pesca de altura) o meses (pesca de gran altura). Por su gran capacidad pesquera, en general, también se incluyen los barcos de arrastre de medida mediana que trabajan en los litorales.
Según la investigadora Lydia Chaparro en la guía «Sin mala espina», dos de cada tres peces consumidos en el Estado español provienen de la pesca industrial: barcos españoles que pescan en aguas internacionales o bien importaciones de terceros países. Paradójicamente, a pesar de la arraigada tradición pesquera, España depende enormemente de la pesca exterior, siendo el tercer país importador mundial y el noveno exportador.
Los impactos de la pesca industrial
Normalmente, la flota industrial española pesca en los mares del Marruecos, Mauritania, Senegal o Gambia, países donde la legislación para proteger los ecosistemas marinos es mucho más laxa que en España. Esto provoca graves impactos ecológicos, como la sobreexplotación de determinadas especies de la zona, como por ejemplo la sepia o el jurel; y en la emisión de CO₂ a la atmósfera por la huella ecológica de la actividad.
Pero la pesca internacional también tiene consecuencias alarmantes en la soberanía alimentaria de los territorios y sus economías locales. Este hecho hace peligrar la forma de vida de muchas personas y al mismo tiempo deviene una de las causas de las migraciones hacia el norte global. El documental Desierto líquido muestra las consecuencias de la sobrepesca. La guía «Sin mala espina» también ofrece un directorio para ver el estado de presión sobre las diversas especies de pez.
Una de las principales multinacionales españolas en el negocio del pescado es Pescanova, con presencia en más de veinte países. La empresa no solo arrastra graves deudas económicas, sino también ambientales y sociales.
La acuicultura, ¿una solución a la sobrepesca?
La acuicultura, o cría de especies acuáticas, es una actividad milenaria que en las últimas décadas se ha industrializado y ha aumentado enormemente, a causa de su elevado rendimiento económico.
Pero la acuicultura intensiva es insostenible por varios motivos, como por ejemplo el impacto ambiental y económico que genera la deforestación de grandes extensiones de bosques costeros, como los manglares, para construir las infraestructuras. También provoca graves consecuencias ecológicas a causa de la la fuga de especies, el vertido de sustancias químicas o residuos orgánicos propios de la actividad al fondo marino o el uso de larvas procedentes del medio natural.
Además, la acuicultura de especies carnívoras u omnívoras tampoco resuelve el problema de la sobrepesca, puesto que hay que pescar grandes cantidades de peces para alimentar las especies cultivadas.
La pesca de pequeña escala
Del mismo modo que podemos decir que el pequeño campesinado alimenta el mundo, según datos de la FAO, la pesca de pequeña escala produce dos terceras partes de las capturas destinadas al consumo humano directo y supone el 90% de la ocupación al sector. Además, en el Mediterráneo, los datos muestran que la remuneración a los trabajadores y trabajadoras es mayor en la pesca de pequeña escala que en la industrial.
La pesca pequeña escala produce dos terceras partes de las capturas destinadas al consumo humano
La definición de pesca artesanal es muy debatida dentro del sector y, a menudo, varía en función de la legislación de cada país. Yesmina Mascarell la define como aquella que “utiliza técnicas tradicionales con poco desarrollo tecnológico, la forman barcos inferiores a los 12 metros de eslora que pescan durando menos de 24 horas y en los límites del mar regional, normalmente en zonas muy próximas a la costa”. Se caracteriza por artes de pesca menores, como el trasmallo, las redes de enmalle, líneas y anzuelos (líneas de mano, curricán o palangre), las nasas y las trampas. “Son artes que permiten ser selectivos y respetuosos con la realidad de las especies y adaptarse a la biodiversidad en función de la época del año”, sostiene Mascarell. También son más sostenibles que la pesca industrial porque consumen menos combustible y generen más ocupación laboral y arraigo territorial.
Una parte del sector pesquero defiende que, en función del contexto y la tradición de la zona, los barcos que cumplen los rasgos anteriores, pero utilizan los sistemas cerqueros o arrastre, también forman parte de la pesca artesanal. Mascarell explica que “muchas cofradías de Cataluña y el País Valenciano incluyen el cerco porque es una pesca manual que proviene del siglo XI”. Por otro lado, la mayoría de artes de pesca artesanales han desaparecido o están desapareciendo, de forma que la mayoría de cofradías en Cataluña sobreviven con el arrastre y el cercamiento. También hay que decir que, en general, los pequeños barcos costeros utilizan sistemas de arrastre menos agresivos, durante unas horas, en fondo arenoso y con sistemas de geolocalización, que la pesca de altura.
El futuro de las cofradías: soberanía alimentaria en riesgo
En el Estado español, la pesca artesanal todavía supera a la industrial en número de embarcaciones (77% de todas las embarcaciones registradas el 2014). Aun así, como explica Mascarell, “cada año se dan de baja más barcas” a causa de la competencia de la pesca internacional y la acuicultura intensiva, la presión urbanística, la construcción de megaproyectos en zonas litorales y la pérdida de la diversidad marina. “En un estudio que estamos haciendo, el 99% de los entrevistados y entrevistadas preveían que en 50 años las cofradías ya no existirían”, admite Mascarell.
Para Cristina Caparrós, impulsora de La Platgeta, un proyecto familiar que cuenta con dos barcos en la Barceloneta, “adaptarnos a la normativa europea ha aumentado los gastos de las embarcaciones. Además, la burocracia y los requerimientos nos obligan a dedicar un sueldo a jornada completa a las gestiones”.
La desaparición de las cofradías en el Estado español no implicará que la población deje de comer pescado, puesto que los mercados internacionales seguirán supliendo la demanda. Pero se desvanecerá la soberanía alimentaria del territorio y un modelo, el de las cofradías, de economía local e identidad cultural.
Los pescadores artesanales del mundo se están movilitzando para tejer redes de solidaridad y resistir los impactos de la pesca industrial
Según Yesmina Mascarell, para garantizar la supervivencia de las cofradías en nuestro territorio hay que “valorar el oficio de pescador desde la educación ambiental, ofrecer la enseñanza del oficio con formación profesional y potenciar los planes de cogestión entre administraciones públicas y cofradías. También hay que reconocer y poner en valor los oficios del mar realizados habitualmente por mujeres”, es decir, oficios de tierra como el de remendadoras (que reparan las redes de pesca) y el de las poceras a la Comunidad Valenciana (encargadas de múltiples tareas a la lonja, como recoger el pescado que llega de las barcas para llevarlo a subasta). “Al mismo tiempo, hace falta que las mujeres ganen representación en los espacios de toma de decisiones de las cofradías, muy masculinizados”.
En este contexto de riesgo de desaparición, los pescadores artesanales del mundo se están movilizando para tejer redes de solidaridad y resistir los impactos de la pesca industrial en las comunidades pesqueras. Un ejemplo son las redes de Agricultura Sostenida por la Comunidad (ASC) y Pesca Sostenida por la Comunidad (PSC).
10 claves para consumir pescado de forma consciente
Como consumidoras, también tenemos mucho camino por recorrer a la hora de garantizar la biodiversidad de los océanos y hacer valer la pesca tradicional, sostenible y arraigada en el territorio.
1. Exigir la etiqueta
La normativa europea relativa al etiquetado exige que todo el pescado vendido disponga de una etiqueta con la siguiente información: el nombre de la embarcación, la fecha y el lugar de la pesca y el arte de pesca. Una información que a menudo no aparece y que, además, según Sílvia Gómez Mestres, antropóloga social, profesora e investigadora de la UAB, es insuficiente: “habría que especificar más información en cuanto al arte de pesca o las condiciones laborales”.
También hay certificados opcionales que garantizan el respecto a medidas ecológicas. Uno de los más fiables, por su independencia, es la etiqueta Marine Stewardship Council (MSC), que certifica que el stock de pesca se encuentra a niveles sostenibles y permite trazar el proceso, que asegura que cada empresa ha pasado una auditoría independiente.
2. Apostar por el pescado local
Comprar pescado de proximidad, preferiblemente de nuestro litoral.
3. Priorizar la pesca artesanal
Consumir pescado capturado por pesca artesanal, cerco litoral de pequeñas embarcaciones o por el marisco de a pie.
4. Consumir pescado de temporada
Consumiendo el pescado de temporada y diversificando el consumo podemos reducir la presión sobre las especies más sobreexplotadas.
5. Apostar por los pescados olvidados
Explorar las especies de pescados olvidados puede ser un reto enriquecedor. La guía SOS pez muestra alternativas para los peces más sobreexplotados.
Entre los peces olvidados del litoral catalán, Cristina Caparrós recomienda el pagel, la brótola de fango o el congrio. También apostar por la brótola en lugar del rape, la merluza o la bacaladilla; por el sardo en lugar de la dorada; por las sollas en lugar del lenguado; o por la gamba blanca en lugar de la roja. “Muchos peces olvidados son más gustosos, pero quizás son más feos, tienen más espinas o simplemente han caído en el olvido”. Todo un reto, recuperar la sabiduría gastronómica de las abuelas y aprender a cocinarlos de nuevo.
6. No comprar pescado pequeño
La legislación determina una medida mínima porque cada especie se pueda pescar, y así garantizar la reproducción.
7. Apostar por los circuitos cortos y la venta directa
Ir a los mercados y a los pequeños comercios de proximidad que compran a las lonjas de la zona. También se puede recurrir a iniciativas que preparan cestas de pez fresco de proximidad y las distribuyen a cooperativas y grupos de consumo o hacen venta a domicilio. En Barcelona hay La Platgeta, un proyecto familiar que nace de una saga de pescadores del puerto de la Barceloneta. Además de ofrecer cestas, también organizan actividades y talleres de divulgación. El pez de las cestas se pesca con arrastre de sus dos barcos u otros de confianza que pescan a la costa de Barcelona y, en la medida de la disponibilidad, también ofrecen pez de pesca artesanal de la Barceloneta. El Peix al Plat también promueve el consumo responsable de pecado a través de actividades y de la venta de cestas de pescado fresco que se captura en la zona de Barcelona por arrastre y pesca artesanal.
Hay que evitar las grandes cadenas comerciales, donde, en general, el pez proviene de la pesca industrial o de la acuicultura intensiva. Además, “sus márgenes como intermediarios acostumbran a ser grandes y los pescadores a menudo no reciben un justo precio”, sostiene Sílvia Gómez.
8. Evitar el pescado congelado
La captura de pescado congelado acostumbra a ir asociada a barcos industriales y a la acuicultura intensiva, por eso merece la pena apostar por el pescado fresco. Podemos congelar el pescado en casa, teniendo en cuenta que los pescados azules como la sardina, el salmón, el atún, el muelle, la caballa o el bacalao no tienen que permanecer en el congelador más de tres meses. Si nos queremos asegurar que posibles parásitos del pez no nos afecten (como por ejemplo el anisakis), será suficiente con congelar el pescado 24 horas a -20 °C, o bien asegurar que al cocinar la carne quede muy hecha.
9. Reconocer el pescado fresco
Algunas claves para reconocer el pescado fresco son los ojos, que tienen que ser brillantes y no estar hundidos, las agallas rojizas y limpias, sin mucosidades, la piel brillante, firme y escurridiza y el olor, que tiene que ser agradable y fresco. En los crustáceos, como las gambas o los langostinos, la cabeza tiene que presentar un aspecto traslúcido y el caparazón tiene que ser resistente y brillante, sin ninguna mancha oscura en el cuerpo. La carne tiene que ser firme y el olor fresco (no a amoníaco). En moluscos cefalópodos, como sepias, calamares y pulpos, su olor tiene que ser fresco (no a tinta) y el aspecto vivo con colores ligeramente brillantes. La carne tiene que ser firme y los tentáculos resistentes. En moluscos bivalvos, como mejillones y almejas, la concha tiene que estar cerrada y, si está un poco abierta, se tiene que cerrar al tocarla. El líquido entre ellas tiene que ser abundante y de color claro.
10. Reducir el consumo de pescado
Tenemos que adaptar nuestro consumo a la realidad del mar Mediterráneo para garantizar la sostenibilidad de los mares y océanos. El Estado español tiene un volumen de consumo de productos del mar de los más elevados del mundo, próximo a los 45 kg de pescado y marisco por persona y año.