Som Alimentació. Supermercados cooperativos.

Supermercados cooperativos: efervescencia de proyectos

En Madrid, Barcelona, Manresa o Zaragoza han nacido grupos promotores de nuevos supermercados cooperativos en los últimos meses. Explicamos cómo se gestan este tipo de procesos y en qué momento se encuentran.
19 de septiembre, 2018

Existen en el Estado español más de una decena de tiendas y supermercados cooperativos gestionados por las personas consumidoras. Algunas de estas iniciativas son de reciente creación, como Som Alimentació (Valencia) –la foto que encabeza el artículo es del día de su inauguración–, El Rodal (Sabadell) o L’Egarenca (Terrassa). Otras, más de una decena, pueden presumir de una larga trayectoria. Y algunas también de un alcance significativo, como en el caso de Landare (Pamplona) o Bio Alai (Vitoria). La primera de ellas la forman más de 3.000 unidades de consumo, y la segunda más de 1.000.
También existen en diversos territorios grupos de trabajo que buscan impulsar nuevas iniciativas. En este artículo os hablamos de cómo y dónde se están cociendo algunos de los supermercados cooperativos que vendrán.

 

La influencia de «Food Coop. La película»

El documental Food Coop nos acerca a un supermercado cooperativo en Brooklyn en el que consumen, participan y conviven 17 mil socias. Se estrenó en Francia a finales de 2016, y en sus primeros 4 meses la película fue vista por más de veinte mil personas en salas de cine. Su influencia parece haber sido determinante: hace dos años eran 8 los proyectos de este tipo existentes en el país vecino, y hoy este mapa de proyectos en Francia y Bélgica recoge más de treinta experiencias.

El audiovisual llegó al Estado español a finales de 2017 de la mano de MARES Madrid. En la capital y municipios vecinos lo han visto ya alrededor de 2.000 personas en decenas de pases, y las proyecciones han llegado en la primera mitad de 20018 a diversas localidades catalanas, gallegas, vascas y valencianas, y a ciudades como Pamplona o Zaragoza. En algunos casos los debates han podido contar con la presencia del productor de la película, Hernán Mazzeo, y de su  director Thomas Boothe. Este último es además fundador de La Louve de París, la experiencia de mayor alcance del país vecino. Fruto de las visitas de Boothe son esta entrevista en Madrid y este vídeo de su intervención en Zaragoza.

Los pases de Food Coop. La película en nuestro entorno suelen congregar a decenas de personas y, a menudo, a más de un centenar. Y van casi siempre acompañados de debates o jornadas posteriores. Acostumbran a ser espacios de presentación y captación de socias de nuevos proyectos locales, u oportunidades en las que personas motivadas se agrupan para crear nuevas iniciativas.

 

Semillas en campos abonados

El documental está consiguiendo agitar los imaginarios de miles de consumidoras conscientes, y generando deseo de participar o crear nuevos proyectos. Sabemos de la existencia de grupos motores de nuevos proyectos en Madrid (¡4 grupos en diferentes barrios!), Barcelona (2 iniciativas trabajando en 3 nuevos proyectos), Manresa y Zaragoza. No dudéis en ayudarnos a ampliar nuestro conocimiento sobre otros procesos locales en marcha en los comentarios de este artículo.

Pero un fenómeno así no nace de la nada, y es solo la parte visible de un iceberg mucho mayor y de raíces más profundas. Cuando se estrenó Food Coop existían ya ocho supermercados cooperativos en Francia. Y el de mayor dimensión, la Louve de París, que se acababa de inaugurar, venía gestándose desde hacía cinco años. Un largo embarazo antes del parto. A lo que seguramente sí contribuyó el documental fue a el crecimiento de La Louve, pues en solo dos años de existencia cuenta ya con 6.000 cooperativistas. Podemos entender, por lo tanto, el éxito del audiovisual como una levadura. Pero sin perder de vista que el poder acelerador de este fermento actúa sobre una mezcla que se venía amasando tiempo atrás.

Conozcamos esta mezcla. En el Estado español existen desde hace décadas grupos de consumo agroecológico, cuyo número ha crecido rápidamente en las últimas décadas. Solo en Cataluña las expèriencias se multiplicaron por cuatro de 2007 a 2013, pasando de ser 40 a 160. Pero desde entonces parece haber cierto estancamiento. En el que seguramente haya influido que supermercados como Carrefour, Aldi, Veritas, Bon Preu o Casa Ametller cuenten ya en sus lineales con cientos o algún millar de referencias de alimentos de proximidad o de producción ecológica, en ocasiones a precios muy competitivos. Y siempre con horarios amplios, y acompañados de una amplia oferta de productos de todo tipo.

Es en este contexto en el que podemos ver los pases del documental Food Coop como semillas que caen en campos húmedos y abonados. Confluyen factores como la mencionada consciencia de la crisis o insuficiencia de los grupos de consumo de pequeña escala; el éxito de algunas alternativas de consumo de mayor dimensión (como la banca ética o las cooperativas eléctricas); o los recientes debates en el seno de la economía solidaria sobre la profesionalización y el salto de escala de las iniciativas o sobre la necesidad de ofrecer opciones asumibles para capas más amplias de la población. A todo ello hay que sumar dos elementos clave en nuestro contexto: el clima de empoderamiento ciudadano derivado de procesos colectivos como el 15M o el Procés catalán, y la existencia de gobiernos comprometidos con este tipo de iniciativas.

El impulso nace en Madrid

El primer impulso a esta “nueva ola” de proyectos en el Estado español ha llegado desde el programa MARES, promovido por el Ayuntamiento de Madrid y entidades de economía solidaria de la ciudad, y generosamente financiado por la Unión Europea. MARES ha promovido más de diez pases de la película en Madrid, Getafe y Rivas, siempre conectados a experiencias locales motivadas con promover una iniciativa de este tipo, como centros sociales, grupos de consumo o proyectos comunitarios. Además, Food Coop estuvo durante una semana en la cartelera de la sala La Cineteca. De los pases han surgido cuatro “grupos motores” en Malasaña,  Retiro/Vallecas, Lavapies y Getafe.

Kois delante del Park Slope Food Coop. Supermercados cooperativos,
Kois delante del Park Slope Food Coop.

Fue a finales de 2017 cuando Jose Luis Fdez. Casadevante Kois, uno de los promotores de MARES, encendió varias mechas. En noviembre, días después del estreno de Food Coop en Madrid, Kois publicó «¿Y si la alternativa a los supermercados fuesen los supermercados cooperativos?». Este excelente artículo fue clave para extender el debate más allá de la capital. El mismo día de la publicación del artículo, Kois dinamizó una jornada de debate entre los departamentos de consumo de los tres ayuntamientos españoles que cuentan con planes estratégicos de impulso del consumo consciente (Madrid, Barcelona y Zaragoza). En esa jornada, en la que éramos ponentes Álvaro Porro y yo mismo, Kois nos explicó la propuesta. Y decidimos trasladar el debate a Barcelona y a otras localidades, proponiendo a proyectos  agroecológicos y redes de economía solidaria de diferentes territorios organizar una “gira Food Coop”.

De la mencionada cadena de acontecimientos y del contacto con el productor de Food Coop, Hernán Mazzeo –que nos facilitan desde Madrid–, nacen muchas de las proyecciones de esta primavera. Y es a partir de algunos de estos eventos donde se han gestado grupos de trabajo para la promoción de nuevas iniciativas locales.

He entrado al terreno de la microhistoria y los nombres propios para ilustrar mediante un ejemplo, cómo suceden este tipo de procesos. Fruto de una mezcla de experiencia acumulada, deseos y aportaciones colectivas, trabajo en red, aciertos personales… y también casualidades.

Esta secuencia de hechos muestra también cuán determinantes están siendo en la extensión de las alternativas las sinergias entre los gobiernos municipalistas y las redes asociativas y cooperativas. Y cómo son también elementos clave la transferencia de conocimientos, recursos y personal cualificado entre estas redes y los procesos institucionales. Sin todos estos ingredientes, el desarrollo de políticas públicas innovadoras no existiría. Y las posibilidades de éxito y el alcance de los proyectos impulsados desde la sociedad civil sería mucho menor.

Barcelona, Manresa y Zaragoza

En Barcelona florecieron en marzo dos iniciativas que acabaron confluyendo. La primera de ellas fueron unas jornadas promovidas por el Ayuntamiento, el Plan Estratégico Metropolitano. En los debates, con nutrida asistencia, algunas de las agrupaciones consumo agroecológico de mayor trayectoria, como la navarra Landare y La Magrana Vallesana, explicaron su experiencia a las participantes. La segunda propuesta fue una convocatoria a personas interesadas en participar en una iniciativa de este tipo, promovida con escasos medios por un activista de la economía solidaria –Ferran Reyes–, y amplificada por las entidades del sector. El éxito fue sorprendente, al reunir el 15 de marzo a 250 personas motivadas, de las cuales algunas decenas trabajan desde entonces en la promoción del proyecto.

Álvaro Porro, Comisionado de Economía Social, Desarrollo Local y Consumo del Ayuntamiento de Barcelona, durante su visita a la Park Slope Food Coop. Supermercados cooperativos.
Álvaro Porro, Comisionado de Economía Social, Desarrollo Local y Consumo del Ayuntamiento de Barcelona, durante su visita a la Park Slope Food Coop.

De nuevo la confluencia entre impulso institucional y empuje ciudadano. Y es que en Barcelona el impulso de las políticas públicas puede ser clave para el éxito de la propuesta. Por una parte porque el Ayuntamiento cuenta con líneas de ayudas a las economías comunitarias bien dotadas económicamente. Además un colectivo vecinal, Gràcia cap a on vas, se ha sumado a colaborar reivindicando un espacio en un mercado municipal de su barrio para un proyecto de estas características.

Otras dos propuestas se están gestando en la capital catalana. Los impulsa l’Economat Social, una cooperativa que da servicio hoy a 150 unidades de convivencia, pero que de momento abre sus puertas solo dos tardes a la semana. L’Economat camina hacia el salto de escala con dos proyectos en su distrito, Sants. Se trata de dos comercios cooperativos “de barrio” de tamaño intermedio, que aspiran a llegar a algunos centenares de cooperativistas cada una. Una de las tiendas sería la evolución del proyecto hoy en funcionamiento, y otra sería en un barrio vecino.

A Manresa el debate llegó en mayo, de nuevo con más de un centenar de personas asistentes. Y otra vez confluyen una cooperativa de larga trayectoria en el sector –Frescoop–; un programa de impulso de la economía social gestionado por cooperativas pero financiado por la Generalitat –el Ateneu Cooperatiu de la Catalunya Central–; y el Ayuntamiento de la ciudad, implicado con el sector, y que estudia facilitar un espacio en un céntrico mercado municipal de la ciudad, anteriormente ocupado por un supermercado. En Manresa el apoyo o interés público por el proyecto viene desde dos administraciones diferentes, e implica a áreas lideradas por partidos de colores políticos diversos (ERC y PDeCat). Es una muestra de cómo, felizmente, la economía social y solidaria puede ser apoyada y entendida como un bien común desde diferentes visiones de la economía y la sociedad.

A los apoyos municipales cabe sumar otro importante: los programas Ateneus Cooperatius i Projectes Singulars de la Generalitat, dotados en 2016 con un presupuesto de más cinco millones de euros, que en 2017 se amplió hasta superar los doce millones. Ambas propuestas están dando en los últimos años un buen empujón a decenas de iniciativas cooperativas. Y también han promovido los supermercados cooperativos mediante pases de vídeo y debates en diversas comarcas catalanas (a través de la red de Ateneus Cooperatius). En algunos casos, además de los Ateneus, proyectos específicos como MerCAT Cooperatiu o el Cercle de Consum Cooperatiu de Barcelona, financiados por el mismo programa, están siendo apoyos importantes en el proceso de los grupos motores y grupos de consumo locales que quieren crear nuevas iniciativas.

Otra forma de colaboración público-cooperativa puede ser que la administración pública sea directamente parte integrante de la cooperativa en forma de socia colaboradora. Es el caso de Cuidem Lluçanés, una cooperativa que ofrece cuidados a las personas, y de la cual administraciones como el Ayuntamiento y el Consorcio del Lluçanés son socias. Otro caso es Forestal Coop, proyecto de creación de cooperativas de trabajo en el ámbito forestal promovido por la Agencia de Desarrollo del Berguedà (una comarca catalana). En este caso la Agencia prevé formar parte, aunque solo en el arranque del proyecto hasta ayudar a hacerlo viable. Aportará espacios, maquinaria y apoyo técnico. Estos casos de administraciones públicas socias de los proyectos podrían ser un modelo a seguir para, por ejemplo, la cesión de espacios a supermercados cooperativos por parte de las administraciones públicas.

El último grupo motor creado del que hemos tenido noticia es el de Zaragoza, a raíz de un reciente pase de Food Coop –en junio– en el marco de las XIII Jornadas de Economía Solidaria de REAS Aragón.

Thomas Boothe i Hernán Mazzeo durant la seva participació a les Jornadas de Economía Solidaria de REAS Aragón.
Thomas Boothe y Hernán Mazzeo durante su participación en las Jornadas de Economía Solidaria de REAS Aragón.

 

Voluntarismo versus profesionalización

En Madrid las primeras asambleas de los grupos promotores arrancaron con una fuerte participación, que rondaba las sesenta personas por encuentro. Pero el impulso ha ido decayendo con los meses, especialmente en los grupos de base más asamblearia y sostenidos en el trabajo voluntario. En cambio, los colectivos en los que participan proyectos ya profesionalizados que se plantean un cambio de escala mantienen una mayor constancia. De hecho desde MARES se plantean la necesidad de avanzar hacia un único gran supermercado a nivel de ciudad, y varios proyectos más pequeños en diferentes barrios. Además, quieren promover que los liderazgos recaigan preferentemente en las personas con vocación de comprometerse profesionalmente o de implicarse de forma intensa en los proyectos.

Un ejemplo de ésto es el caso de Som Alimentació, inaugurado en la primavera de 2018 en Valencia. El impulso definitivo a su creación vino del hecho de que un reducido grupo de personas, de entre las que debatían sobre la creación de proyecto, diese un paso adelante hacia la profesionalización y la asunción de la apuesta empresarial necesaria.

No es extraño que no sea fácil impulsar desde el voluntariado proyectos que, según estimaciones de MARES Madrid, necesitan para nacer de una inversión cercana al medio millón de euros, en el caso de supermercados de entre 400 y 600 m². Son empresas que, para su supervivencia, necesitan unas 2.000 unidades de consumo y una plantilla de entre cinco y diez trabajadoras, cuyo coste puede superar los doscientos mil euros anuales. Afortunadamente para proyectos de menor tamaño (80 m²) la inversión puede ser menor (alrededor de ochenta mil euros) y la viabilidad se puede alcanzar a partir de 250 socias activas, según datos de L’Economat Social.

En Barcelona también está costando mantener el “tirón participativo” en el grupo promotor del supermercado cooperativo. Y algunas voces cercanas a los procesos de Barcelona y Zaragoza coincidimos con el análisis de MARES Madrid y la lección del caso de Valencia. Así, consideramos que sería beneficioso apostar cuanto antes por la profesionalización y la vinculación al proyecto de iniciativas socioempresariales consolidadas. En el caso de los proyectos impulsados en Barcelona desde l’Economat Social esto ya sucede de entrada, pues l’Economat es desde su inicio una cooperativa de trabajo asociado que tiene la generación de empleo como una de sus bases.

 

Ejemplo y lecciones de Geltoki Iruña

Geltoki Iruña es un espacio de novecientos metros cuadrados dedicado a la promoción de la economía solidaria, la soberanía alimentaria y el arte y cultura alternativa. Cuenta con un bar y dos tiendas, una de alimentación y otra de artesanía y productos de segunda mano. Una cooperativa sin ánimo de lucro formada por diez trabajadoras se ocupa de la gestión del local.

Es muy importante su ubicación, en la antigua estación de autobuses de Pamplona. Tanto por ser un lugar muy céntrico y accesible, como por su carga simbólica, ya que está muy cerca de El Corte Inglés de la ciudad. Todo un contraste de modelos.

Aunque Geltoki merece un artículo propio, y aunque no se trata de un supermercado cooperativo, lo incluyo como guinda de este artículo porque su experiencia aporta elementos a tener muy en cuenta para los proyectos que ambicionan un mayor impacto.

El primer elemento es su ya comentada ubicación, posible gracias a la implicación del Ayuntamiento. Otro factor es precisamente el fuerte apoyo municipal, que ha supuesto una importante inversión en obras de acondicionamiento del espacio: 683.471,63 euros. Además, la administración ofrece el local en unas condiciones muy favorables: un canon mínimo de alquiler de solo 2.000 euros anuales y una cesión hasta 2024.

Para finalizar, destacar dos claves más que son la base del éxito y hacen posible el mencionado apoyo público.

La primera es la persistencia: las ideas y conversaciones sobre el proyecto recién inaugurado nacen hace 7 años, una cifra similar a la que comentábamos en el caso de La Louve de París.

La segunda clave es la intercooperación (cooperación entre proyectos cooperativos). La iniciativa es liderada por entidades tan representativas como la Red de Economía Alternativa y Solidaria (REAS) Navarra, el sindicato agrario EHNE, Traperos de Emaús, el Consejo de la producción Agraria Ecológica de Navarra (CPAEN) y la Asociación de elaboradores de alimentos artesanos de Navarra. Es la trayectoria y referencialidad de estos actores la que posibilita una implicación municipal como la anteriormente expuesta.

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