1. Aprovechar la sombra
A la sombra sólo llegan los rayos reflejados (la radiación difusa), que serán menos cuanto más amplia y densa sea la sombra. Por ejemplo, dentro de una casa con ventanas sólo llega un 10% de las radiaciones UV, pero bajo una sombrilla en un día claro puede llegar el 40%.
2. Vestirnos de forma adecuada
En verano podemos cubrirnos con ropa que no nos dé calor: ancha, de colores claros, de fibras naturales.
Las fibras más protectoras del sol son las sintéticas, sobre todo el poliéster, pero también son las menos frescas.
El lino y el cáñamo son fibras a la vez frescas y protectoras. El lino puede ser equivalente a un factor de protección solar 20, y el cáñamo a un factor de 10-15. También una lana ligera: podemos tener la idea que la lana abriga, pero lo que hace es aislar.
El algodón sin blanquear también tiene cierta capacidad protectora, por las ceras que conserva. Es común encontrar en el mundo del vestir natural o ecológico. En cambio el algodón blanqueado tiene un efecto protector pprácticamente nulo. Al teñirlo gana un poco, pero mínimo.
La seda es fresca, y puede equivaler a un factor de protección 9, pero al sol el tejido se deteriora mucho.
Cuanto más prieto sea un tejido, más protegirá. Pero claro, entonces también dará más calor. De hecho, la ropa que filtra más rayos UV es la que llevamos más frecuentemente en invierno: tejidos espesos, de color oscuro, de lana o poliéster.
También conviene saber que cuanto más húmeda esté la ropa (por ejemplo por el sudor), menos nos protege de los UV.
Actualmente podem encontrar prendas anti-UV, como camisetas o gorras, de tejidos técnicos que filtran los rayos ultravioletas por la forma com están tejidos, y también pueden haber sido tratados con sustancias que absorben rayos UV. Parece que pueden llegar a ser equivalentes a un factor de protección 30, pero tenemos que pedirlo en cada caso, y también informarnos de durante cuánto tiempo el tejido conservará su capacidad protectora. Encontraremos este tipo de prendas por ejemplo en tiendas de ropa para pequeños y en tiendas de deporte.
3. Protegernos con sombreros o gorras y gafas de sol
Los sombreros y las gorras, según como sean, nos pueden proteger, además de la cabeza, la cara, el cuello y el cogote. Cuanto más anchas sean las alas o viseras, mejor.
Las gafas de sol tienen que llevar protección 100% para los rayos UV (en general la llevan todas las que se venden en ópticas) y protección lateral.
4. Aumentar gradualmente el tiempo de exposición al sol
Cuanto más sol llevemos acumulado, menos daño nos hará. Si ya nos hemos quemado o estamos a punto, descansar del sol un rato no sirve de nada, porque no tendremos más melanina disponible hasta uno o dos días después. Los baños de sol esporádicos son especialmente nocivos. Pero, incluso cuando estamos muy bronceados, llega un momento en que el sol continuado nos perjudica. Se calcula que una piel blanca muy bronceada puede estar al sol cuatro veces más de tiempo sin quemarse que antes de ponerse morena.
5. Ayudarnos con la alimentación
Algunos alimentos favorecen la producción de melanina: los ricos en carotenos. Son, en general, los de color anaranjado (por ejemplo zanahorias, boniato, calabaza o albaricoques) y también otros como espinacas, perejil, berros o brócoli. Parte de los efectos nocivos de los rayos UV son contrarrestados por las vitaminas A (la obtenemos de los mismos alimentos que los carotenos), C (pimienta roja, perejil y fruta, entre otros) y E (por ejemplo frutos secos, espárragos u olivas).