Cien millones de servidores, un millón de kilómetros de cables. La información que estás viendo en la pantalla quizás ha pasado por Tokio. La red pesa, y mucho.
Constantemente nos rodea la tentación de comprar un ordenador nuevo, y un portátil aún más: prestaciones, movilidad, autonomía... Podríamos pensar que, puesto que los actuales son más eficientes energéticamente, al planeta le sale a cuenta el cambio. Pero no es así, al contrario.